*De izquierda a derecha: William Morrison, Duke Coleman, Katia Parker y Olivia Parker*
Siguiendo a la mujer pelirroja que se había presentado como Marie Duvall, William recordaba todas las cosas que sus antiguos vecinos comentaban sobre este lugar: "ese bosque está maldito. Quien se adentra en él por la noche, puede desaparecer en su frondosidad.", "Ese internado tiene muy mala pinta. Hagáis lo que hagáis, manteneos lejos de él.", "Lexington Academy es el infierno en la Tierra. He oído gritos, llantos y cosas inexplicables ahí dentro. Aún tengo pesadillas con esas voces...".
Y, ahora, se encontraba dentro de aquel infierno en la Tierra. La mujer se detuvo frente a una puerta. Junto a ella, colgaba un cartel que indicaba que se trataba de la Secretaría, por lo que el muchacho dedujo que la señorita Duvall era la secretaria del internado.
Dentro de Secretaría, había otra puerta, cuyo el cartel indicaba que se trataba del despacho del director. La mujer llamó a la puerta, esperando una respuesta del otro lado.
– Adelante. —Sentenció una voz grave y algo cansada.
William abrió la puerta, adentrándose en la sala. Una vez en ella, la mujer cerró la puerta, acercándose al muchacho.
– Señor Morrison, le presento al señor Terrance, el actual director de Lexington Academy.
– Es un placer, señor. —Dijo William, sentándose en una de las sillas frente el escritorio del director.
– El placer es mío, muchacho... Aquí tiene los horarios, un mapa del lugar, el uniforme obligatorio y la llave de su habitación. Los dormitorios masculinos se encuentran junto al campo de Lacrosse.
– Lacrosse... —Musitó el muchacho, recordando por un instante el tiempo en el que jugaba a ese deporte— Muhas gracias, señor. Si me disculpan, me marcho a mi dormitorio.
– Tiene cuarenta minutos para acomodarse y asistir a su primera clase, señor Morrison. No se olvide.
William salió del despacho, cerrando la puerta. Una vez en el exterior, se dio cuenta de que se encontraba completamente solo: Sin su madre, sin su padre, sin su hermanita...
– Liz... —Musitó, entristecido— Me pregunto que te habrá dicho papá sobre mi...
Mientras tanto, Marie observaba al director con cierta complicidad.
– ¿Está seguro qué es él? —Preguntó la mujer.
– Es un chico bastante interesante... Tendremos que vigilarle de cerca.
– Sí, señor Terrance. —Dijo Marie, antes de salir del despacho del director, para sentarse en su puesto de trabajo en Secretaría.
William se encaminó a su habitación, observando el campus del internado. En un lado del recinto, había un laberinto de setos. Al otro, el edificio del director. En el centro el instituto como tal.
Detrás del campo de Lacrosse, en la parte trasera del recinto, se encontraba una pequeña plaza con una fuente rodeada de setos y los caminos a dos edificaciones separadas: Los dormitorios masculinos y los dormitorios femeninos.
Al llegar a su habitación, el muchacho abrió la puerta con la llave que el director le había dado. Una vez dentro, pudo observar que no era más que un cuadrado con dos camas, dos armarios y dos escritorios con ordenador.
Una de las camas estaba hecha, por lo que supuso que tendría un compañero de habitación. Al abrir el armario, encontró las sábanas para colocarlas en la cama.
Una vez preparó su cama, dejó las maletas sobre ella, recordando como había llegado a Lexington Academy.
Unas horas antes...
– Will... Lo siento... No debí haberte gritado. —Dijo el padre de William, desde el otro lado de la puerta de la habitación del muchacho— Ábreme la puerta, por favor...
– ¡No! ¡Estoy... cambiándome de ropa! —Exclamó el muchacho, desde el interior.
Will observaba como la ropa de su armario volaba hacia el exterior, dando vueltas alrededor del muchacho. Éste no dejaba de llorar, incapaz de entender que estaba ocurriendo.
– Hijo, llevamos sin tu madre desde que Liz tenía tres años y tú tenías seis... Hemos pasado juntos muchos cambios fisiológicos como para venir con vergüenzas ahora. Voy a entrar, ¿vale?
– ¡No, papá! ¡No entres!
George Morrison, quien minutos antes se había peleado con el muchacho al encontrarlo en casa cuando se suponía que se encontraba en el instituto, abría la puerta de la habitación de su hijo, dispuesto a disculparse de nuevo. Al entrar, encontró las prendas de ropa volando alrededor del muchacho, quien lo miraba suplicante para que le explicara lo que ocurría.
– Yo... No sé que está pasando...
– No... Tú no... Tienes que irte. Te mandaré a Lexington Academy. Allí podrán encargarse de ti y de esto... Nadie puede saberlo.
– Papa... No... Por favor...
– Haz las maletas, William. —La voz del señor Morrison fue dura y tajante— Te vas hoy.
Y, dicho esto, el hombre salió de la habitación de William, cerrando la puerta detrás suyo. William volvía a llorar, haciendo que las prendas de ropa se precipitaran al suelo.
En el presente...
El sonido de la puerta de la habitación cerrarse precipitadamente llamó la atención de William, devolviéndolo a la realidad.
El muchacho se fijó en el chico que acababa de entrar en la habitación. Su cabello era castaño claro y sus ojos azules. Era bastante alto, quizás, incluso más alto que William.
Además, gracias al uniforme, el cual se pegaba a la musculatura del chico, William pudo ver lo atlético y musculoso que era.
– Supongo que tú eres mi nuevo compañero de habitación.
– S... Sí, Soy William. —La voz del chico era imponente, asustando a William, quien rápidamente se recompuso— William Morrison. Encantado.
– Duke. —Respondió el castaño, impasible— Supongo que ya conoces las normas.
– Me las han entregado con el papeleo...
– Me refiero a las normas de esta habitación. Están colgadas en la puerta. —Duke señaló la puerta tras de sí con el pulgar.
Wiliam se acercó a leer el papel colgado en la madera. Algunas de las normas lo hicieron reír, de lo absurdas que parecían en ese momento.
– ¿Estás normas también se admiten para mí o tengo que joderme y buscarme la vida para poder hacer todo eso?
– Según... Me gusta como hablas. ¿Quieres? —El muchacho detrás suyo sacó un porro y lo encendió con un encendedor zipo
– Pensaba que en Lexington Academy te enseñaban a ser un caballero.
– Digamos que soy una bala perdida. —Sentenció Duke, haciendo reír a William.
Ambos empezaron a reír a carcajadas. Will se sentó en el escritorio junto a su compañero de habitación, dándole una calada al porro que le ofrecía.
– Dime, ¿qué te trae a este lugar?
William no sabía si confiar en el muchacho que se encontraba frente a él. Lo que sabía era que no desconfiaba, por lo que le daría una media respuesta para ver como reaccionaba el muchacho.
– Creo tener una vaga idea... ¿Por qué lo preguntas?
– Para saber si tendré que vigilar tus dientes. —Sentenció Duke, sorprendiendo a William.
– No tienes por qué... Supongo...
William no supo que responder al comentario de Duke. ¿A qué se refería con "tener sus dientes vigilados"? ¿Qué era realmente ese lugar y por qué su padre lo había dejado ahí? William no entendía nada.
Duke, por su lado, observaba a su nuevo compañero con bastante confianza. No parecía ser peligroso. O, al menos, no se parecía nada a Peter y Rebekah Terrance.
El castaño apagó lo que le quedaba al porro para consumirse y, entre risas, le indicó a William que debían ir a clase.
– Ahora tenemos ética y moral con Francis... —Comentó Duke, riendo— Prepárate para un sermón sobre la puntualidad, el buen estar y la disciplina...
– Vaya pelmazo, entonces... —William reía también— ¿Y si nos saltamos clase?
– No te lo recomiendo... El director Terrance es bastante delicado en ese tema...
Francis Becker, el profesor de ética y moral, pasaba lista. Cuando preguntó por Coleman, la puerta se abrió.
– Lo sentimos, señor Becker. —Duke fingió seriedad, mientras William se aguantaba la risa— Es nuevo y se había perdido. Sentimos el retraso.
– Está bien... Esta vez lo paso. Solo esta vez. —Resaltó el hombre, dejándolos entrar— William, preséntate ante la clase.
Duke soltó una carcajada, caminando hacia su silla. William se colocó junto al profesor, quien pudo oler el característico olor de la marihuana. Negó con la cabeza, con una pequeña sonrisa en la cara.
– Estos niños... —Se dijo, mirando a William, quien empezaba a hablar.
– Pues... Me llamo Will, William Morrison y vengo de... De... De aquí abajo... Lexington, eso. Mi padre me ha enviado aquí porque es un idiota... Y le preocupa lo que digan los demás sobre mi.
– William. El lenguaje...
– Lo siento, señor Becker.
– Siéntate. —Sentenció el hombre, continuando con la lista.
William se sentó en el único asiento libre, junto a su compañero de habitación. La chica a su derecha se acercó para hablar con él.
– Soy Olivia Parker, encantada.
– Liv, por favor... —Duke se acercó a Will y, por consecuente, a la rubia— Cierra las piernas que se te ven las intenciones desde aquí...
– Cierra la boca, imbécil. Yo, al menos, no voy a clase apestando a marihuana...
– Venga, chicos... —Dijo una rubia, detrás de William— Dejadlo estar...
– Deberías, Liv. Así estarías menos insoportable. —Respondió Duke, ignorando a la rubia que trataba de poner paz.
– ¿Qué te pasa, Coleman? ¿Dolido por haberte rechazado?
– Más quisieras, Parker... Uno, jamás me rechazarías. Dos, no eres tan importante para mi como crees así que no me afectaría para nada si me rechazaras.
– Estos dos siempre están igual... —Dijo la rubia detrás de William, suspirando— Soy Katia, la hermana de Liv.
– Will. Encantado... ¿Y por qué no salen juntos si siempre están así?
– Porque ella es demasiado orgullosa y él, demasiado idiota...
– Qué combinación más extraña...
– Coleman, Parker, Morrison, Parker... Silencio, por favor.
Los cuatro muchachos volvieron a prestar atención al profesor, dando por finalizada su pequeña disputa. William siguió observando a sus tres compañeros, pensando que aquello no estaba tan mal.
– Quizás, me acostumbre a ello... —Se dijo, empezando a tomar apuntes.