Capítulo 28.

37 1 0
                                    

Mientras tanto, en Lexington, Aiden miraba a través de la ventana. En su mente, solo podía preocuparse por su hermano pequeño y por la hermana de William. Ya la había cagado con él una vez. No podía permitirse cagarla una vez más.

Aiden llegaba a su casa, descubriendo que esta había sido asaltada. Asustado, buscó a su hermano y a su madre por todos los rincones. Pero no los encontró. Al salir, vio la figura de su madre asomarse a la ventana de casa de los Morrison, por lo que corrió allí. Y, entonces, George Morrison le contó algo que no podía creer. Hasta que vio a uno de los encapuchados que buscaban a su hermano con sus propios ojos.

– Voy a salir. —Sentenció, sin dejar de mirar la ventana. Unos encapuchados llevaban rato rondando la casa, pero no se atrevían a entrar— No puedo quedarme de brazos cruzados mientras mi hermano podría estar herido... O peor.

– Aiden, no pienses así.

– Tú los viste mamá. No parecían importarles nada a excepción de Elizabeth.

– Eso es porque necesitarán a mi hijo. —Sentenció George Morrison, alejando al muchacho de la ventana— Él... No es como nosotros. 

– ¿Qué quieres decir? —Preguntó Aiden, mirando al que fue su suegro.

En el exterior, el sonido seco de un objeto al caer al suelo y la sorpresa de los encapuchados, hicieron que los tres escondidos en casa miraran a través de la ventana. Allí, encontraron el cadáver de uno de ellos, con la cabeza rodando por el suelo.

– ¿Pero qué? —La madre de Aiden se alejó impactada. Su hijo no sabía que ocurría.

Alguien llamó a la puerta cuando los otros dos encapuchados terminaron igual que el primero. George Morrison se colocó frente a ella, mientras que Aiden sujetaba la espada que éste le había dejado para protegerse.

– ¿Quién es? —Preguntó a la persona que se encontraba al otro lado.

– No debería hacer esto, pero, después de ver cómo pretendéis defenderos, no podía dejaros morir.

– He preguntado quién es.

– ¿Ya has olvidado mi voz, George? —Preguntó la mujer tras la puerta, haciendo que el hombre tratara de asimilar aquellas palabras— Bueno... Cierto es que han pasado diez años, pero...

George lo supo al momento. Pero no podía ser cierto. No era cierto. Se trataría de un cambiaformas que había adoptado la forma de su difunta esposa para engañarle.

– ¿Cómo sé que no eres un cambiaformas?

– ¿Un cambiaformas? —Preguntó Aiden, sorprendido de las palabras del hombre frente a él.

– Dispárame con una de las balas de plata que tienes escondidas tras el cuadro de Florencia del siglo XVIII y compruébalo. Si no me crees, puedo recordarte el lunar tan bonito que tienes en la parte inferior del...

– No puede ser... —Musitó George, haciendo callar a la mujer que seguía esperando al otro lado.

El mundo, para George, se paraba en ese instante en el que aceptaba que su difunta esposa, no estaba realmente muerta. Aiden no entendía nada de lo que estaba pasando. El padre de William abrió lentamente la puerta. Una figura vestida toda de blanco entró, cerrando la puerta tras de sí. George solo pudo decir una palabra: "Delia.".  

En Lexington Academy, William observaba a los otros Guardianes, en completo silencio. Por la seriedad con la que le habían respondido antes, el Híbrido sabía qué éstos iban a eliminar a Aaron. Pero, no sabía al cien por cien, si estaban en el mismo bando. ¿Y sí Caleb y Evan estaban con los Hombres Sombra, pero querían matar a Aaron para quedarse con el poder que éste andaba buscando?

– Si Elizabeth ya no está en los pasadizos... ¿Dónde puede estar? —Preguntó Duke, mirando a William. Éste no se había dado cuenta, pues seguía vigilando a Caleb y Evan, quienes trazaban un plan para acabar con el tercer Guardián del Equilibrio.

– La han movido en cuanto habéis entrado a la academia, chicos... —Una voz frente a los muchachos alertó a todos, excepto a William, quien reconoció al dueño al instante.

– ¡Elemiah! —Exclamó el Híbrido, corriendo a abrazar a su entrenador. Y, al hombre que lo había besado en incontables ocasiones.

– ¿Sabes dónde? —Preguntaron los profesores, mirando con sorpresa al muchacho, quien se separaba del serafín para darle algo de espacio.

– Al Altar de Piedra. Es el lugar con más maná de Lexington Academy y William necesitará todo el maná que pueda absorber para poder sacar a los Cuatro Jerarcas del Otro Lado.

– Pues claro... —Susurró Raven, mirando al serafín— Al fin y al cabo, el conjuro para abrir una fisura en el Velo requiere una gran cantidad de energía psíquica.

– ¿Cómo llegamos hasta allí? —Preguntó Olivia, mirando a sus profesores— Con el grupo actual, solo somos cinco brujos. Los demás podríais perderos para siempre en el interior...

– Sé que es un laberinto, pero... ¿Tanto como para perderse en él para siempre? —Preguntó Mike, mirando a los alumnos y profesores de Lexington Academy.

– El Laberinto del Silencio cambia constantemente, Mike. —Sentenció William, con tono sereno— A pesar de que en el exterior se ve igual, éste está en constante movimiento. Por lo que es muy fácil perderse si no eres capaz de sentir el maná.

– Deberíamos dividir el equipo en dos grupos. Uno, se encargará de rescatar a Liz. El otro, se encargará de los Hombres Sombra que puedan haber por Lexington.

– Yo voy a salvar a Liz. —Sentenció Mike, seguro de sí mismo.

– ¿Tenéis pensado llevar a un humano al Laberinto? —Preguntó Mayra, cruzándose de brazos—Incluso Duke necesita de un brujo para caminar por él y es un alumno de este centro...

– No voy a renunciar ahora. He venido a salvarla e iré al fin del mundo si hace falta para hacerlo.

– Está bien... —Respondió la mujer, dándose cuenta del amor que sentía el chico por la hermana de William.

Mayra no pudo evitar mirar a Ashton, el cual le devolvió la mirada junto a una sonrisa. Mayra se sonrojó, recordando que no podían estar juntos, a pesar de lo mucho que ambos querían. Finalmente, los profesores decidieron quedarse en la academia, para acabar con los hombres Sombra y proteger a todos los alumnos.

Mike se teletransportó con William, Olivia teletransportó a Duke y el resto se teletransportó por sí mismo. Frente al laberinto, las Almas rondaban el patio como si buscaran alimento.

– Genial, guardias. ¿Qué hacemos? —Preguntó Mike, mirando al resto del grupo— ¿Nos escondemos?

Caleb y Evan se acercaron a las Almas frente a ellos. Éstas, al sentir el movimiento, dejaron soltar un breve chasquido agudo antes de acercarse a ellos. Caleb hizo aparecer su hacha, cortando a una de las Almas por la mitad. Evan, haciendo aparecer la primera lanza, perforó el pecho de la otra. Y ambas se hicieron chispas de fuego antes de volverse cenizas.

– Eso también... —Musitó el humano, algo asustado.

Los muchachos entraron en el laberinto. Mientras caminaban, sintieron un fuerte estallido cerca de ellos. Y un gran tornado apareció entre ellos, tratando de separarlos.


Tras La Puerta Del Infierno [Remastered]Where stories live. Discover now