Capítulo 32.

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Katia y Caleb corrían sin parar. Estaban cerca del altar. Ambos podían sentir todo el maná concentrado en esa zona. ¿Ya habrían llegado los demás?

Detrás de los muchachos empezaron a aparecer demonios, los cuales saltaron al ataque. Mientras corrían, la bruja y el Guardián no dejaban de contraatacar, acabando con todos los demonios que podían. Finalmente, Katia se detuvo, se giró de repente y usó un hechizo de viento que degolló a todos los demonios de un golpe.

Duke y Olivia caminaban con cuidado donde pisaban. No querían volver a separarse por lo que correr frente rocas gigantes era algo que querían evitar. Frente a ellos, aparecieron cuatro figuras que venían corriendo por el camino a su derecha. Los dos muchachos se colocaron en posición de defensa, dándose cuenta de que se trataban de William, Mike, Elemiah y Evan.

– ¡Casi os lanzo una esfera de fuego! —Exclamó Olivia, alertando a los cuatro muchachos, que todavía no se habían percatado de su presencia. Elemiah saltó sobre Olivia, espada en mano, siento paralizado por William— ¡Elemiah! ¡Soy yo, Olivia!

– Perdón. No os había visto. Y, al oír a alguien gritar... ¿Puedes bajarme, William?

– Sí... Perdona.

William bajó a Elemiah, quien volvió a disculparse, guardándose la espada de fuego en una funda de cuero que llevaba colgada a la espalda. Duke le pidió al serafín que la sacara, tomándola por la hoja. El cambiaformas absorbió el material de la espada, volviéndose de un color blanquecino resplandeciente. Su brazo empezó a arder, creando llamas alrededor de su cuerpo.

– Ahora sí que estoy preparado para luchar... —Dijo Duke, lanzando algunos puños al aire— Vamos. Estamos cerca.

El grupo llegó al Altar de Piedra, encontrándose a un encapuchado sentado junto a una inconsciente Elizabeth. Al llegar, apareció Aaron, con su arco reparado. Evan sacó su lanza, siendo el primero en dar un paso hacia delante.

– Vaya... Sois más de lo que esperaba... —Dijo el encapuchado sentado, mirando fijamente a Elemiah.

El encapuchado estiró su mano, generando un aura oscura en su mano. La lanzó contra Aaron, quien empezó a gritar de dolor. Cuando el rayo negro desapareció, Aaron parecía completamente diferente. Su mirada era pura oscuridad. Y su fuerza había sido incrementada.

– ¡Liz! ¡Estamos aquí! —Exclamó Mike, desenvainando la espada.

Evan corrió a por Aaron, quien saltó, esquivando el ataque. En el aire, cogió cinco flechas de su carcaj, apuntando a Evan, quien levantaba la vista para fijarse en su enemigo. Aaron lanzó, haciendo que las flechas se precipitaran a gran velocidad contra el Guardian, quien apenas pudo reaccionar.

William hizo aparecer la daga de doble hoja, cortando el aire. Las flechas se desintegraron, llegando a Evan en forma de cenizas. 

– Vaya, vaya... La séptima arma. Dime una cosa, William... ¿Difícil de manejar, no es cierto? Puedes sentir como cada vez que necesitas usarla se te es más difícil dominarla, ¿verdad?

– No tengo idea de por qué me iba a costar dominar un arma creada específicamente para mí. Ahora muéstrame a quien estás poseyendo, Astaroth.

– ¿Y fastidiar la sorpresa? —Preguntó el demonio, levantándose del altar— Creo que mejor esperamos a los que faltan...

– ¡Ossox! —Los huesos del encapuchado crujieron. Pero éste simplemente rió.

– ¡Katia! –Exclamó su hermana, al verla sana y salva.

– Eso es... Mátame. Mátame y pronto morirás tú.

– ¿A qué te refieres? —Preguntó Duke, siendo interrumpido por Katia, que escupía sangre por la boca.

A su espalda, apareció el encapuchado, clavándole a la bruja lo que parecía ser una espada hecha con huesos y piedras.

– La primera arma. —Sentenció William.

– La espada que Caín usó para matar a su hermano Abel... —Comentó Elemiah, mirando al encapuchado.

– ¡Katia! —Exclamó Olivia, corriendo a por su hermana, siendo sujeta por Duke— ¡Suéltame Duke! ¡Suéltame!

– ¡Si lo hago, te matará! —Exclamó el cambiaformas.

Caleb sujetó a la bruja que caía hacia delante. La sangre brotaba de la herida en la espalda de la muchacha, la cual manchaba la ropa del Guardián, quien la había girado para mirarla a los ojos.

– Caleb... —Dijo Katia, escupiendo sangre.

– Lo sé, Katia... Lo sé. —El Guardián del Equilibrio retiró un mechón de la cara de la bruja, mirándola a los ojos con una pequeña sonrisa en el rostro— No pasa nada... Todo está bien... Trish te perdona, lo sabes, ¿no?

– Lo sé... Pero eso no hace que duela menos el haberla tenido que matar...

La bruja empezó a levitar, brillando con una cegadora luz blanca. William, quien tenía las alas extendidas, voló junto a la muchacha, iluminando sus manos con una cálida luz celestial.

– ¡Curatio incantatio, caelestia potestate, sanatio corpus et anima! 

La herida de Katia se cerró, curando a la muchacha. Al dejar de brillar y volver a los brazos de Caleb, la bruja abrió los ojos, salvada. William miró fijamente a Astaroth, quien empezó a aplaudir. 

Empezaron a aparecer demonios, los cuales atacaron a los muchachos, quienes conseguían defenderse a la perfección. Olivia luchaba junto a su hermana, a la cual abrazó cuando ésta se levantó. Mike le cortaba la cabeza a un demonio con la ayuda de Duke, que lo lanzó hacia el humano.

Caleb y Evan se enfrentaban a Aaron, quien generaba ataques letales, hiriendo a los dos Guardianes del Equilibrio. Elemiah y William luchaban mano a mano, intentando ayudar a las brujas, al humano y al cambiaformas a reducir el número de demonios en el Altar.

Poco a poco, Elizabeth abría los ojos, encontrándose con la claridad de la luz del sol. Al ver que se encontraba en el exterior, la muchacha giró su cabeza, mirando a su alrededor. Pudo ver como su hermano, Mike y los amigos de William estaban luchando contra encapuchados y personas que se desvanecían cuando los muchachos conseguían darle con sus armas. 

Al ver a Mike, la muchacha no pudo evitar sonreír. Había ido a buscarla. A pesar de lo peligrosos que eran los encapuchados que iban tras ella, Mike había ido a buscarla. Al fin y al cabo, el muchacho prometió protegerla.

– ¡Mike! —Exclamó la muchacha, levantándose del Altar de Piedra.

– ¡Lizzie! —Exclamó el susodicho, corriendo hacia el amor de su vida.

– ¡Basta! —Exclamó Astaroth, alargando sus brazos.

El demonio generó una fuerte ráfaga de viento que hizo volar a los muchachos, los cuales quedaron desarmados. Al menos, todos ellos que poseían un arma. Cuando Duke cayó al suelo, volvió a su estado original, perdiendo la piel del material absorbido.

Los muchachos volvieron a levantarse, mirando al encapuchado que era atacado por Elizabeth. La muchacha había saltado sobre el demonio, el cual intentaba deshacerse de ella. Elizabeth se sujetó a la capucha, quitándosela al caer de nuevo sobre el Altar.

– ¿Shawn? —Preguntó William, mirando a su mejor amigo— ¿Eres tú?

–  Hola, Will... ¿Cómo estás?

Tras La Puerta Del Infierno [Remastered]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu