La serafina (Alastor y tu)

RaquelLovegood tarafından

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Raquel, una serafina castigada por desentrañar secretos celestiales, es despojada de su magia y desterrada al... Daha Fazla

Cap. 1
Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4
Cap. 5
Cap. 6
Cap. 7
Cap. 8
Cap. 9
Cap. 10
Cap. 11
Cap. 12
Cap. 13
Cap. 14
Cap. 15
Cap. 16
Cap. 17
Cap. 18
Cap. 19
Cap. 20
Cap. 21
Cap. 22
Cap. 23
Cap. 24
Cap. 25
Cap. 26
Cap. 27
Cap. 28
Cap. 29
Cap. 30
Cap. 31
Cap. 32
Cap. 33
Cap. 34
Cap. 35
Cap. 36
Cap. 37
Cap. 38
Cap. 39
Cap. 40
Cap. 41
Cap. 42
Cap. 43
Cap. 44
Cap. 45
Cap. 46
Cap. 47
Cap. 48
Cap. 49
Cap. 50
Cap. 51
Cap. 52
Cap. 53
Cap. 54
Cap. 55
Cap. 56
Cap. 57
Cap. 58
Cap. 59
Cap. 60
Cap. 62
🔥Cap. 63🔥
Cap. 64
Cap. 65
Cap. 66
Pag. 67
Cap. 68
Cap. 69
Cap. 70
Cap. 71
Cap. 72
Cap. 73 (Final)
🔥Capítulo Extra (El Celo)🔥
𝑺𝒆𝒈𝒖𝒏𝒅𝒂 𝒕𝒆𝒎𝒑𝒐𝒓𝒂𝒅𝒂

Cap. 61

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RaquelLovegood tarafından

Narrador omnisciente:

Pasaron un par de días más en los que la serafina poco a poco trató de hacer vida normal, ella se encontraba en perfectas condiciones pero era el ciervo el que impedía que se esforzase en realizar tareas cotidianas o le recomendaba descansar a cada rato.

Al día siguiente de despertar había tenido una pelea con él a causa de las ganas que tenía la chica por levantarse e ir sola a la sala, sin embargo Alastor se había negado diciéndole que debía seguir descansando en cama, Raquel, omitiendo los consejos de él se incorporó y sacó una de las piernas del lecho provocando que el demonio la agarrase y la volviese a tumbar, esta disputa se alargó un par de veces ya que la chica se negó a hacerle caso y él a su vez trataba de que ella se estuviese quieta.

Los gritos de la chica se oyeron por todo el hotel mientras intentaba que su pareja le dejase hacer vida normal, se encontraba en perfectas condiciones después de que Lucifer hubiese usado su magia y su sangre para curarla, pero el demonio se negaba a dejarla tranquila.

El momento en el que le contaron que el propio Lucifer le había dado de su sangre para que se recuperase fue uno de los mejores desde el despertar de la serafina, simplemente gracias a las caras de Alastor cuando Charlie se lo narraba, el Rey se encontraba en el cuarto también observando con orgullo como el ciervo se revolvía de rabia y como le molestaba el hecho de que fuese la sangre de él la que ahora recorría las venas de la chica, Raquel miró a Alastor y apreció la poca gracia que le hacía el tema, sobre todo después de que se lo agradeciese a Lucifer con un abrazo. 

La tensión entre ambos iba ascendiendo gradualmente pues el soberano se había trasladado por unos días al hotel donde pudo hacerse cargo de varias remodelaciones que su hija necesitaba y de paso poner de los nervios a cierto demonio, pues la simple idea de estar ahí para molestarlo estaba curando lentamente su depresión. Aprovechaba cada momento para intentar hablar con la ángel y separarla de su lado, consiguiendo solo que Alastor no se alejase ni por un segundo de ella, la cual se moría de ganas de tener un poco de tiempo para sí misma.

-Por Dios, Al- dijo ella mientras él la separaba de los fogones- déjame cocinar.

-En tu estado no deberías...- ella lo empujó volviendo a su faena.

-¿Qué estado? Estoy perfectamente, me he recuperado y hace días que no tengo mareos- en un primer momento pensó que la preocupación inmensa del demonio por ella y sus males pasaría de largo y se olvidaría de ello y la estúpida regla de los besos, pero conforme avanzaba el tiempo más normas se añadían a la lista, lo que la estaba desquiciando.

-Pero aún puedes recaer- ella bufó mientras le soltaba un manotazo al demonio quien trataba de coger la sartén.

-Te lo advierto... Como intentes volver a apartarme, meto tu mano en la sartén en lugar del pollo- él sonrió...

-Uuuuh, kinky...- sabía como hacerla reír y esa era una de las cosas que más le picaba, podía estar sumamente molesta que él la conocía lo suficiente como para saber qué cosas le devolvían la sonrisa.

-Cállate- se rio mientras metía la carne, el demonio solo se sentó en la mesa que tenían detrás mientras la observaba.

-Sabes que no me importa cocinar algo para ti- le oyó a sus espaldas, su voz sonaba tranquila.

-Lo sé y me encanta que lo hagas pero también me gusta valerme por mí misma- le respondió ya más relajada después de que él hubiese cesado en sus empeños por interponerse en sus tareas, lo quería demasiado, amaba que se preocupase por ella pero necesitaba hacer algo por sí misma sin que él estuviese tratando de adelantársele.

El silencio se hizo entre ambos mientras la chica terminaba de preparar los platos de comida, era algo sencillo, pechugas de pollo con verduras, estaba aún aprendiendo a cocinar y era una de las pocas recetas que le salían bien; le puso un plato delante al demonio el cual lo miró con una sonrisa, se sirvió su ración antes de sentarse en una de las sillas, Alastor bajó de la mesa y se sentó a su lado.

-Gracias- dijo mientras agarraba el cuchillo para cortar el trozo.

-De nada, Al- le sonrió y se acercó a darle un pequeño beso, pero el ciervo se apartó rápidamente- oh, ¡venga ya Alastor!- recriminó.

-No, todavía no- dijo él mientras centraba su atención en la comida omitiendo la mirada de enfado de la chica- más adelante igual- después de que ella hubiese intentado tener un par de encuentros con él mediante besos que ascendían rápidamente, el demonio había optado por censurar por completo ese tipo de muestras de cariño hasta que considerase que ella estaba completamente recuperada.

-No me puede creer que me hayas prohibido darte besos- él se encogió de hombros.

-Es el castigo por no saber controlar tus hormonas, serafina- masticó un trozo mientras volvía a mirarla- eres demasiado pervertida para haber salido del Cielo, ¿lo sabías?- una mirada fulminante hizo que casi se atragantase.

-¿Y se puede saber cuándo me levantarás el castigo?- optó por omitir el último comentario, él se encogió de hombros.

-Cuando esté seguro que estás perfectamente bien- ella se señaló de arriba a abajo, ninguna marca del encuentro quedaba en su cuerpo y menos aún alguna herida o dolencia.

-¿Perdón? ¿Dónde ves que no esté bien?- él la miró sabiendo que tenía razón, se preocupaba por ella sin poder evitarlo le daba terror que aún tuviese alguna dolencia interna o empeorase sin esperarlo, había pasado demasiado miedo en los pasados días viéndola convaleciente como para olvidarlo todo de golpe, solo había habido otro momento en el que el terror le había golpeado de esa manera y fue el día de su muerte cuando lo cazaron como a un ciervo en mitad del bosque.

Esos días se había vuelto a sentir como ese ciervo, indefenso e incapaz de hacer nada viendo como el destino jugaba sus cartas sin poder intervenir, todo estaba en manos del futuro y él solo podía esperar la luz o la oscuridad, el día de su muerte acabó en las tinieblas debido a una bala en su cabeza, pero esta vez el amanecer resurgió al ver los ojos de la serafina abrirse, el miedo se dispersó como las sombras que lo atormentaron y por fin sintió la felicidad que durante días lo había abandonado.

-Yo me encargaré de decidir cuándo sea el momento- omitió la mirada seria de la chica y siguió comiendo, Raquel se levantó con su plato dirigiéndose al comedor, Alastor observó como se alejaba mientras trataba de recapacitar pero en esto no iba a ceder, al menos por ahora, además, le resultaba demasiado gracioso el ver el pique de la serafina por volver a besarlo, él también estaba deseoso de hacerlo pero la simple idea de molestarla era tan atractiva.

Raquel salió al comedor con su plato en la mano y un refresco en la otra, Ángel se encontraba repantigado en el sofá pasando canales y Husk echaba una ojeada a lo que veía desde la barra aunque sin hacerse de notar, Niffty aparecía y desaparecía por las esquinas quitando telarañas y otros insectos.

-Hola Ángel- saludó la chica mientras se sentaba a su lado y se disponía a seguir comiendo, la araña le saludó con un gesto de cabeza sin apenas apartar la vista del televisor.

-¿Qué te cuentas?- preguntó a modo de saludo.

-Nada interesante- se recostó mientras introducía un trozo de comida en su boca- Alastor sigue igual- ya le había contado a su amigo sobre lo molesto que eran las reglas del demonio, el no salir del hotel estaba entre ellas pero esa se la había saltado ya en una ocasión cuando acompañó a su amigo a comprar condones, fue divertido hasta que el demonio apareció ante ellos haciéndolos retornar al edificio sin demora y sin otra opción.

-Qué peñazo de tío- suspiró mientras detenía el paso de canales en una especie de telenovela de IMPs, Raquel miró como una mujer aparecía por una puerta diciendo que estaba viva- ¿qué vas a hacer?

-No lo sé- no quería seguir esperando a que el ciervo decidiese si estaba bien o mal, eso lo podía hacer ella misma sin su aprobación, pero como podía convencerlo de que se encontraba en perfectas condiciones, no iba a pelear pues se negaba a agredir a nadie y cada "esfuerzo" como él los llamaba, que hacía solo provocaba que él tratase de intervenir.

-Fóllatelo- dijo mientras ponía una cara de asco al beso romántico de los protagonistas en la televisión.

-Siempre piensas en lo mismo- le recriminó acabándose lo que tenía en el plato y dándole un sorbo a su bebida.

-No te diré que no- admitió recostándose un poco más en el sofá, dentro de poco parecería que estuviese tumbado- pero es la mejor forma de convencerlo de que estás bien... Y así disfrutáis los dos- ella negó con la cabeza, no era una buena idea... ¿O sí?

-Si no quiere ni besarme, menos va a querer follarme- dijo recordando la conversación que acababa de tener con el ciervo.

-Haz que desee hacerlo... Yo que sé tía, eres mujer, ponte sexy, bailale, hazle cariños... Eres su novia, tú debes saber qué le gusta...- Raquel se  dio cuenta que desconocía por completo lo que le gustaba al demonio en ese ámbito, su único encuentro sexual se había basado en el placer de ella y aunque parecía que él lo había disfrutado también, en ningún momento había tratado de descubrir las cosas que a él le atraían.

-La verdad es que no...- la araña la miró con una ceja levantada.

-Pues ve a lo básico, ropa sexy y hacerte la sumisa, cariño, es un demonio, le encantará tenerte a sus pies- la cara de ella mostró asco ante la idea.

-No quiero mostrarme así- dijo mientras la araña se reía.

-A los tíos les pierde que una chica les ruegue porque se la follen, créeme, me he tirado a muchos así- ella solo negó con la cabeza- bueno, puedes intentar hacerte la sexy pero no creo que supieses hacerlo y te saldría algo mal.

-Oye- se quejó y él se encogió de hombros.

-No te lo tomes a malas Raquel, pero tienes literalmente el rostro más puritano y el aura menos sensual de todo el Infierno, que es normal teniendo en cuenta de donde vienes, pero... Vamos, que no sé si te veo encandilando a Alastor en base a tu erotismo- ella se cruzó de brazos sabiendo que tenía razón, no era capaz de hacer esas cosas que Ángel le contaba que hacía en sus videos o cuando conocía demonios en las discotecas.

-Ya...- admitió ella mientras fruncía el ceño, no sabía como iba a encandilar a Alastor si ninguno de los planes tenía posibilidades.

-Pero yo confío en ti, si te lo propones, puedes volverte una dominatrix y mantener al demonio a tus pies, estoy seguro- trató de darle ánimos pero ambos sabían que la idea de la chica como dominante ante el ciervo era bastante improbable por no decir imposible- inténtalo al menos, ¿Qué puedes perder? El no ya te lo ha dado varias veces, prueba a ir a por el sí...- la serafina levantó la mirada y la enfocó en su amigo quien seguía distraído viendo la telenovela.

-Me echarías una mano... Para prepararme o aconsejarme...- preguntó notando como sus mejillas se teñían de un color escarlata, la araña por fin separó la mirada del televisor y le sonrió con orgullo.

-¿Acaso lo dudabas? Este será el acontecimiento del año- y sin apagar la tele ni nada agarró a la ángel de las manos para llevarla a su cuarto y empezar a darle cosas mientras le explicaba lo que debía hacer, la serafina no sabía hasta que punto sería capaz de retener toda esa información pero él se veía tan alegre contándosela que tuvo que hacer un esfuerzo por atender sus palabras- esto es por si acaso necesitáis subir los ánimos o inhibiros un poco... A mí me va de perlas...- dijo mientras le entregaba una cajita de metal con el grabado de una flor en la tapa- y este conjunto me lo había comprado para una fecha especial pero creo que lo tuyo vale más la pena que el que se quede esperando en el armario a que me lo ponga- dijo dándole la lencería dentro de una pequeña bolsa rosa.

-Gracias... Creo- Raquel se encontraba algo abrumada por todo lo que le había contado y la idea de que esta noche pudiese pasar algo entre ellos por fin...

-Cariño, esta noche va a ser interesante, lo presiento- le sonrió la araña.

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