Los Pecados que Pagan las Bes...

By nofarahway

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En un mundo de bestias, aprendes a ser el cazador o te convertirán en la presa. ✔️Hermosa portada por @TheSph... More

LOS PECADOS QUE PAGAN LAS BESTIAS.
❴♚❵ Parte I.
01. La Ambrosía de la Bruja.
02. El Regreso del Lobo.
03. El Arte de la Guerra.
04. El Silencio en la Noche.
05. El Baile de los Titiriteros.
06. Las Sombras del Fuego.
07. Los Aliados en la Oscuridad.
08. La Doncella de Blanco.
09. Sangre en el Vino.
10. El Retrato del Horror.
11. La Luz en las Sombras.
12. El Secreto de las Bestias.
13. La Bruja del Bosque.
14. Las Dos Caras de un Cuervo.
15. El Deseo de un Lobo.
16. Sinfonía de Guerra.
17. La Claridad de la Lejanía.
18. El Deber de los Ancestros.
19. Domar a un Lobo.
20. Al Acecho del Lobo.
21. Luna de Sangre.
22. La Hermandad entre las Bestias.
23. Las Bestias Mueren Solas.
24. El precio de la paz.
25. Lealtad kanverina.
26. Presagio de victoria.
27. Prado blanco.
28. Vástagos de hielo.
29. Perfume de lilas.
30. El canto de los cisnes.
Interludio.
31. La pianista valtense sin historia.
32. La rebelión de la serpiente.
33. El duelo de los espíritus.
34. Susurros suplicantes en noches oscuras.
35. Almas en pena.

36. La devoción del demonio.

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By nofarahway


XXXVI.
LA DEVOCIÓN
DEL DEMONIO.




Kalena.

──Iremos por el camino de la reina hasta Val Velika, ahí sorprenderemos a Ciro cuando esté subiendo hacia las montañas ──La voz áspera de Kaiser resonó a través de las paredes huecas del salón de guerra──. El Cuervo cuenta con que huyamos, con que busquemos refugio en las tierras de Ketrán, lo atacaremos cuando esté cruzando las tierras de Fuko hacia Val Velika.

Los rostros decididos y los vítores de gloria fueron el broche para el discurso del barón Heletrar.
Sabía lo que buscaba Ciro, pero era una reacción inevitable, bien hubiera buscado un enfrentamiento o lo hubiera movido solo la rabia ciega, la jugada estaba hecha y sus consecuencias marcadas.

Killian no aceptaría otra afrenta contra su familia y el barón Heletrar no parecía pensar en nada más que en la princesa kanverina desde que recibieron las amargas noticias.

Cuando la reunión del Consejo hubo terminado, decidí salir en busca de aire, de esclarecer mis ideas, acaricié mi vientre vacío, me sentí tan hueca como aquella vez tantas lunas atrás.

Quizás la diferencia residiera en que el nonato entre la señorita Keira y el barón Kaiser hubiera crecido para ser amado por su familia y no otra razón de recelo en una pareja rota.

Los guardias me siguieron en mi camino por los corredores del ministerio.

Los observé caminar diez pasos detrás de mí, Nívea me imitó con aire agazapado, la calmé acariciando su pelaje blanco.

Proseguí mi camino resignada, no quería esa vigilancia constante, pero el barón Kaiser se había negado a desistir en ese punto.
Necesitaba protección continúa, sin objeción.

──Aquí estabas.

La voz de Killian me devolvió otra vez a ese presente de nuevas incertidumbres y el blanco desolador por delante.

Me esperó hasta que lo alcancé junto al balcón de piedra que cubría los pasillos exteriores.

Mis guardias permanecieron atrás, Blak los observó con el mismo recelo de Nívea.

Observé la vista lejana, como si eso pudiera ayudarme a olvidar su presencia.

El bosque lucía un atuendo diáfano con la elegancia de una debutante en su primer baile y la melancolía de una viuda despidiendo a su último heredero.

Cuando miré a Killian pude apreciar en su rostro la creciente mejoría, su tez volvía a tener el sano color dorado de siempre y su mirada, aunque distante, era ámbar otra vez.

──Supongo que es tarde para hacerte cambiar de opinión ──intenté aun así.

──Cada día que pasa es uno más de Keira a manos de ese…

Lo sabía, pero también sabía que ella había sido desposada por Raelar Sinester, estirpe conocida por el orgullo y legado familiar, difícilmente aceptarían un trato así, recibir a Keira Vaetro, de la antigua sangre de Escar y el pueblo de Kanver, para después arrojarla a los lobos.

No creía que Ciro la estuviera torturando, no porque le guardara alguna esperanza, sino porque conocía las forma de maquinar de su cabeza.
La rabia no lo dejaría perder una aliado de esa manera.

Pero existía una funesta y terrible oportunidad de que todo fuera cierto, demasiado horrible como para arriesgarla y Ciro también sabía eso.

Era esa la razón por la que no podía negar la necesidad de Killian y el barón Heletrar de ir contra Ciro lo antes posible.

──¿Cómo se siente hoy, barón? ──decidí cambiar de tema.

──Mucho mejor por los cuidados de mi siraytza ──respondió en el tono sugerente que sabía solo buscaba ofuscarme.

──Están los guardias ──le recordé, evitando mostrarme demasiado alarmada o solo alentaría su desfachatez.

Él se encogió de hombros.

Desvié la vista a los guardias, como alfiles clavados, Killian volvió mi atención a él al sostener mi mano.
Dejó un beso en mis dedos.

No había olvidado lo ocurrido, la noche anterior a las noticias sobre Keira Vaetro.

Killian había hecho una elección, y cada camino nos separaría más.

──Naaz zelenskà.

Él alzó mi mentón con cuidado, y permanecí expectante a sus palabras.

──He tomado una decisión.

Me aferré a su mano como si fuera la víspera de una anunciada despedida.

──Me dejé… No quiero ser un demonio, no puedo seguir tomando vidas y esperar la bendición de mis ancestros.

Cerré la boca cuando noté que ninguna palabra coherente iba a salir de mis labios.

──A pesar de todo, siempre seguiste adelante, Kalena, cuando perdiste todo en la casa de Vaesthea, cuando Ciro te encerró del mundo y ahora que estás intentando reconstruir uno propio…

Intenté darle sentido a sus palabras, encontrar todas las formas en las que no significaban lo que deseaba, no esperanzarme ante la idea.
Fue imposible no ceder ante la ilusión.

Me aferré a él como un amuleto, observé sus labios llenos y rojos, luego solté sus manos, miré a los guardias de soslayo y realicé una venia hacia Killian.

No confiaba en mí cerca de él.

──Naaz zelenskà…

──Será un placer verlo en la cena de esta noche, buenas tardes, barón.

Luego seguí mi camino, los guardias me siguieron con rostros pétreos, pero de soslayo observé a Killian tocar sus labios y reprimir una débil sonrisa.


La algarabía se derramaba sobre los pisos del salón como si los guerreros ya estuvieran reclamando su victoria, advirtiendo a los dioses que no podrían encontrar otro camino que la gloria.

Nezal ocupó el lugar junto a mí en la larga mesa que coronaba la comitiva.

Observé a Kaiser brindar junto a un grupo de sus compañeros, en un choque que regó la mitad de su jarra de hidromiel antes de beber la nada despreciable otra mitad.

Killian bebió de su cáliz con mucha más solemnidad, escuchó las palabras del soldado a su lado con solícita elocuencia.

No parecía que fueran a enfrentar a su destino en solo dos días.

──¿Ya pensaste qué harás con él? ──demandó Nezal.

Ella llevaba un vestido de terciopelo fucsia, con apliques de perlas negras marcando el busto, tenía un escote cuadrado y cintura estrecha que caía en una falda perfecta, era un diseño que intentaba ser simple pero los cortes perfectos y la figura estilizada indicaban que solo podía ser resultado de una modista recelosa en su obra.

Una valtense o velikana, quizás, para su cabeza eligió una corona de trenzas.

Alejé las ideas de mi cabeza.

──El barón es un gran aliado, nosotros…

──Mira a tu alrededor ──ordenó Nezal, en ese tono cómplice solo propio de los lugares donde la nobleza era solo un agravante.

Respeté su mandamiento, intenté no poner el foco para lograr mi objetivo pero era más bien imposible. Estaba claro a lo que se refería, la cantidad de guerreros repelidos en los rincones, evitando el paso del barón de Kanver y llevando gruesas cadenas de hierro como bastiones de buena suerte.

Incluso quien hablaba con él, no podía evitar poner la distancia respetuosa del miedo.

──No sé a qué precisamente…

──Le temen ──zanjó.

Escondí mi aire sombrío tras el largo trago de una copa, el cálido vino de Guefén supo amargo en mis labios.

──Es un demonio, Rella lo cargó con su maldición…

──La misma maldición de Heletrar, sin embargo, alguien más malicioso señalaría que no lo tratas a él con la misma aberración ──espeté──. Por suerte soy tan benevolente como para entender tus preocupaciones como simple angustia desinteresada, infundada de igual manera.

Ella enrojeció, evitó mirarme.

──Si fuera más sensata este sería el momento donde callaría, mi siraytza ──retomó con más calma──, y no busco influir en su juicio, sin embargo, como amiga no dejaré pasar mi preocupación.

Suspiré con pesadez, viendo irremediable el camino de sus calibraciones.

──Bien sabes lo que pasó con esos sirvientes ──prosiguió──, la Madre los guíe, y sabes que seguirá pasando, dime, ¿cuántos más antes que entiendas el peligro de tu pueblo, el tuyo?

La conmoción me obligó a rehuir su mirada.

──Killian Vaetro es un hombre respetable y de gran honor, sabrá cumplir sus palabras.

──¿Y qué ocurrirá cuando ya no sea el barón Vaetro quien esté al mando? ──insistió──. Cuando esas aberraciones que lo persiguen le reclamen el poder que le fue cedido.

──Si Killian… si llegara el momento en que viera el peligro del pueblo, en una situación irremediable, pondría por sobre todo el bienestar de la nación.

──¿Por sobre la vida del barón Vaetro?

Las llamas de las velas se removieron en fila sobre la mesa, en los candelabros que inundaban la habitación.

──Por sobre todo, Nezal.

Solo entonces ella pareció darse por convencida, intentó insistir en su discurso, disculparse por lo rudo de sus maneras, pero decidí ponerme de pie para dar fin a la conversación con mi retirada.

──Esta es una noche de jolgorio, Nezal, ve y disfruta, ya habrá tiempo para lamentos.

No acotó nada más, no le brindé la oportunidad.

Nívea me siguió en mi camino fuera de la habitación, los siseos también me hicieron de escoltas, fueron mis perseguidores tras largos y vacíos corredores, hasta que llegué al altar de la Madre en la última torre.

Exhalé intentando alivianar el peso de mi alma.

Busqué sosiego en la calma, la paz indiferente, el silencio hueco de la noche cerrada.

Un cuervo aleteó en la ventana, su pico golpeteo el vidrio hasta que lo abrí para permitirle su entrada.

Su plumaje estaba escarpado con nieve y salpicó copos al saltar hasta el altar vacío.

Sonreí ante la imagen del pobre cuervo cansado de lo que parecía un largo viaje. Acaricié sus plumas lustrosas.

La imagen relampagueó frente a mí, imposible huir de la atadura de un recuerdo.
Observé la visión que me brindaba el ave viajera.

La luz cálida del fuego iluminaba la escena en donde podía, a través de la bruma, distinguir a varios miembros del Antiguo Consejo, se encontraban  reunidos en una junta a espaldas de sus soberanos.

Lo vi desde la ventana alta del salón.

──Es deber como miembros del Consejo respetar la ley ──insistió una mujer.

──¿La ley? ──vociferó un hombre robusto──. Los demonios no viven bajo ninguna ley, el capitán y su reina demonio no tienen derecho a nada aquí.

──Él sigue siendo el soberano de Escar ──acotó un anciano.

──Parece que todavía no lo ven, él es uno de ellos, no se puede confiar en los cuervos, ¿vamos a sentarnos aquí a discutir si está bien o no que nos gobiernes los demonios?

Luego de eso no podía ver nada más, las visiones a veces eran inestables, tampoco lo necesité.

El cuervo aprovechó mi decaimiento para marcharse por los pasillos del ministerio.

El miedo no me embargó, esa vez me encontró resignada.

──Kalena.

La voz de Killian me arrancó de la ensoñación. Alcé la vista para verlo caminar hacia mí, iba pulcro y perfecto en apariencia, luciendo con orgullo los colores negro y azul de su casta, el sol dorado brillando en su broche.

──Aquí estoy ──señalé.

Una sonrisa se dibujó en su rostro cálido.

──Lo sé.

Evité mirarlo como si él pudiera ver la sonrisa que escondía.

Su figura oscura recortó el umbral de la entrada del templo cuando ingresó, Blak saltó dentro para desplegarse por el lugar como si fuera un rey, Nívea lo golpeó antes de salir corriendo fuera y la pantera no vio más que salir tras ella.

Ambos abandonaron el recinto, las sombras permanecieron en el umbral.

──No pueden seguirme ──aclaró.

──No pueden entrar…

Killian utilizó mi voz como guía para alcanzarme, acarició mi mejilla para colocar un mechón detrás de mi pelo.

Ignoré los siseos llamando a mi nombre.

──¿Por qué abandonaste el salón? ──indagó.

──No estaba de buen humor.

Él no estaba convencido.

──Y creíste que recluirte de todos te ayudaría a levantar el ánimo ──ironizó.

──El templo siempre me trae paz, tranquilidad.

Me sentía hipócrita, ya que no había sabido retribuir a mi fé, la traicioné por un hombre mezquino, pero lo hice como un castigo para mí y para esa religión que no había sabido ─creía yo─ retribuirme.

Para mí el templo de Vaesthea se traducía en muros y opresión, eran las cadenas que siempre me mantuvieron en letargo, apenas estaba aprendiendo a reconciliarme con la parte de la fe que no me había sido impuesta.

No sabía si algún día lo lograría por completo, pero quería encontrar un ápice verdadero en el credo que me dio algo parecido a una familia, que me acompañó durante toda mi vida ─para bien o mal.

──Nunca fui creyente ──Killian pareció leer mi silencio──. Pero las desgracias de los Vaetro parecen ser enviadas como una maldición de sus ancestros.

Entendí el sentido de sus palabras, él creía que tenía la culpa de todo lo que les había ocurrido, no solo desde la Junta de los Cinco, sino quizás desde que Aessi envió gente para matar a su madre.

──Ciro ocasionó todo esto ──le recordé──. Y la avaricia y deseo por poder de él y todos los que vinieron antes.

Y lo harían otra vez.

Killian no acotó nada, pero dejó un beso casto en mi sien. Delineé los grabados de los botones de su pechera.

Él me pegó a su cuerpo mientras observaba el fuego de las antorchas del templo arder en agonía, prontas a consumirse, estiré mis manos, moví mis dedos igual que lo practicaba en el templo de Vaesthea, las llamas bailaron en una danza funesta.

Luego provoqué que una ráfaga rápida las extinguiera una a una.

Las sombras chillaron en la entrada del templo, habíamos quedado a oscuras y enfrenté a Killian para evitar que estuviéramos separados.

──Aquí no pueden seguirte.

Él se mantuvo inmutable, luego de un momento lo vi observar sobre su hombro, más como su pantera cuando quedaba atenta a un sonido.

──Ya no las oigo ──señaló.

──Podemos estar aquí, al menos un momento.

Como respuesta, Killian dejó un beso justo en el pulso de mi cuello.
Cerré los ojos por la sorpresa, me sostuve a él mientras sus manos trepaban por mi cuerpo, suspiré sobre sus labios y él me empujó contra su cuerpo.

No podía ver nada, cerré los ojos para aspirar su colonia, su olor a cuero, sostuvo mi rostro hacia el suyo.

──Killian ──susurré.

──Naaz zelenskà.

Él atrapó mis labios con los suyos y me hundí en su beso, me separé ante la urgencia de un recuerdo.

──Ya sé que significa naaz zelenskà.

Él acarició mis labios con su pulgar.

──¿Entonces? ──indagó con voz ronca.

──Luz en la oscuridad.

──Mi luz en la oscuridad ──me corrigió.

No pude luchar con la sonrisa y él también pareció perder ante la urgencia de besarme.

Fue apenas un roce de labios y Killian sujetó mi cabeza. Gemí cuando deslizó su lengua dentro de mi boca, me probó con tanta lentitud como si fuera una ambrosía. Largos segundos hasta que nos separamos.

Pensé en hablar cuando él apoyó sus dedos sobre mis labios.

──Quiero… mostrarte algo.

Su tono grave y ronco vibró sobre cada parte de mi piel.

Sus ojos eran casi negros en la espesura de la noche y podía sentir la tensión de sus músculos bajo mis dedos, aún así, estaba manteniendo su auto control y pidiéndome permiso para continuar.

Asentí con el deseo quemando en mi piel, sin embargo, él no podía verme y permaneció tieso.
Rodeé su cuello, acariciando su pelo azabache y rocé sus labios con los míos.

Killian dejó escapar un sonido gutural sobre mis labios que vibró hasta estremecer mis sentidos.

No sé en qué momento lo hizo, pero escuché su chaqueta caer pesada a nuestros pies.

Deslizó sus labios sobre mi cuello, con completa delicadeza, bajó hasta mi clavícula y mis pechos, siempre con paciencia.

Sus dedos hábiles desataron los cordones de mi corset y temblé de ansiedad. Acaricié su espalda debajo de su camisa, delineando sus músculos y sintiendo su piel fría al tacto.
Podía sentir su excitación contra mi muslo, me recostó sobre el frío suelo de cemento.

No podía ver nada, pero podía sentirlo, agazapado sobre mí, sus dientes tiraron de los últimos cordeles de mi vestido.

Fue despacio, con delicadeza asfixiante, suspiré de forma pesada y él sonrió conforme.

──El templo… ──intenté pensar de forma difusa.

──Eres la única que merece mi devoción ──susurró enviando escalofríos por mi piel──, eres mi único credo.

Él me desarmó con paciencia y ansias.
Levantó las faldas de mi vestido mientras acariciaba el interior de mis muslos, dejó un beso en la piel que dejó expuesta.

Atrapó mis labios cuando estuvo sobre mí y rodeé su cuello con mis brazos, con la dolorosa necesidad de tenerlo más cerca.

Gemí sobre su boca cuando se empujó dentro de mí.
Killian sonrió contra mis labios y sentí una sensación cálida en mi pecho.

──Cierra los ojos ──pidió con voz ronca.

Lo hice y él besó mis labios mientras embestía sus caderas contra las mías. Me reclamó con ferocidad mientras me arqueaba queriendo darle todo de mí.

Los suspiros eran lo único que rompía el silencio de las paredes del templo.

¿Se esperaban la actualización?

¿Qué les pareció el capítulo?

Salió más largo de lo que pensé y me gustó cómo quedó la relación entre Killian y Kalena otra vez, en el primer borrador eran preciosos y me costó mostrar su cercanía en esta nueva versión porque el 90% de sus escenas sucedían en momentos que tuve que borrar para esta segunda parte.

¡Espero les haya gustado!

Como siempre, espero sus preguntas, dudas, quejas, reclamos.
🩵

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