El camino a casa de Hailey fue rápido, se sintió como un minuto cuando en verdad fueron quince. Se despidió de mí con un beso en la mejilla y salió del coche. Mi corazón seguía retumbando en mi pecho por la noticia de Jax o Sam, como sea que se llame. La idea de dormir con Hal se hacía más grande, pero no quería incomodar a su compañera de dormitorio y aparte, algún día iba a tener que superar esto.
Fui al supermercado para perder tiempo, usando como pretexto mi falta de leche, aunque hacía años que tomaba el café negro - y también estaba el hecho de que era intolerante a la lactosa...
Estacioné mi coche y miré a mis alrededores antes de seguir caminando por la acera. No había moros en la costa, a parte de mi vecina Gloria. Cuando pasé a su lado me guiñó un ojo y yo sonreí por cortesía. ¿Por qué había sido? Caminé confundida hasta mi puerta y me giré para volver a verla. Estaba regando sus plantas, pero en cuanto me vio volvió a guiñarme un ojo y señaló mi hogar. Ignorando ese extraño comportamiento, empujé la puerta de madera.
La cerré lentamente, escuchando como rechinaba, y me encargue de poner todas las cerraduras, inclusive hasta las que normalmente no usaba. Todo parecía estar bajo control, ninguna señal de un asesino en serie... excepto por una cosa: La luz de mi habitación se encontraba encendida.
Mi pulso se aceleró. Dejé las bolsas de compras en el sofá e hice mi mochila a un lado. Los maullidos de George salían de la habitación, pero no escuchaba nada más. Tal vez hubo un corto circuito y la luz se encendió. Además, solo había una copia de mi llave y la tenía Hal para cualquier emergencia; solo una. Mi espalda chocó contra la puerta, mis rodillas pegándose a si mismas. Respiré profundamente. Juntando un poco de valor, abrí la boca.
− ¿Cariño, estas ahí? -dije un poco más fuerte de lo normal, a veces George no me escuchaba.
Mi respiración se cortó cuando la silueta de un hombre apareció en el pasillo. Conteniendo el aliento, di un paso hacia atrás, pero la puerta me detuvo. Aferré ambos brazos a mi cintura y tragué un grito cuando Jax se recargó en el arco de la pared. Sonreía burlonamente, sosteniendo a George en su mano izquierda. En su otra mano se encontraba una manzana a medio morder.
− ¿Cariño? Joder, eso fue rápido -lamió el arete negro en su labio−. Generalmente voy a citas antes de ponerme meloso. Pero bueno, tú casa, tus reglas.
Me giré bruscamente para abrir la puerta, pero esta se encontraba estancada por tantos seguros. Genial, me había encerrado a mí misma con el asesino. Lo miré lentamente, parecía confundido. Hasta ese momento mi cerebro comenzó a funcionar. Jax no sabía que yo sabía sobre su historial criminal, probablemente pensaba que estaba loca. Intente calmarme para no demostrar mas mi miedo, solo el típico que sientes cuando un extraño se cola en tu departamento.
− ¿Q-que estás haciendo aquí? Creí que te habías ido -tartamudeé.
Me alejé un poco de la puerta para demostrarle que no me sentía incomoda.
−Sí, me había ido pero regrese −. Soltó a George y mordió la manzana−. Tú dijiste que tenía que irme, mas no mencionaste algo sobre regresar, nena.
Touché.
−Pues ahora lo hago, tienes que irte en este instante.
− ¿O que harás?
−Le pediré ayuda a mis vecinos para sacarte a la fuerza.
Ese no fue un movimiento inteligente, pero mis nervios no me dejaban pensar con claridad. Toda coherencia parecía estar fuera de mi mente.
− ¿Te refieres a tu vecina? -se burló−. ¿Quién crees que me dejó entrar? Creyó que era tu novio y que planeaba hacerte una cena sorpresa. Fue fácil de convencer.
Gracias Gloria, espero por lo menos lleves flores a mi funeral.
− ¿Qué quieres? -dije frustrada.
−Refugio, eso es lo que quiero. Necesito un lugar para vivir por unas cuantas semanas. Prometo pagar todos mis gastos e irme en cuanto pueda. Tómalo de esta manera, solo soy un inquilino al que le estas rentando una habitación. Nada más.
−No entiendo porque yo, a parte creí que habías dicho que no tenias ni un centavo contigo. -No lo hacía.
−Tengo pequeños ahorros, pero no pienso desperdiciarlos en un motel barato. Y respecto a lo primero, te ves como una chica tranquila y sin problemas, me di cuenta de eso en cuanto me subí a tu auto.
− ¿Eres un adivino o qué?
−Digamos que sí, solo que todas mis conclusiones son previas a un estudio profundo más que a un instinto.
−Genial, dame un segundo para analizar toda esta información -bufé con sarcasmo.
Este chico parecía inofensivo, hasta agradable, sino contamos lo atractivo... No, tenía que ser realista. Jax era un asesino, no podía acceder a su propuesta -la cual parecía más una orden− así como así. Desgraciadamente no tenía muchas opciones. Podría llamar a la policía, pero ¿Qué si se volvía a escapar? Sería una chica muerta. Si accedía, tendría que fingir no saber nada sobre su pasado, como si fuéramos extraños completamente.
Tenía miedo, miedo a lo desconocido.
−Entonces...
−Entonces...−continúe−. Puedes quedarte, pero habrá reglas.
Una sonrisa se asomó en la esquina de su boca.
−De acuerdo, tú dímelas y me encargare de acatarlas.
Eso fue fácil.
Aclaré mi garganta y me cruce de brazos para parecer intimidante, eso solo ensanchó su sonrisa−. T-tendrás que limpiar tu desorden y no molestarme cuando esté haciendo mis deberes. También tendrás que tratarnos a George y a mí con respeto.
Se inclinó de hombros, sin quitar la sonrisa de charlatán que cargaba−. Suena justo, Ellie.
−Otra cosa −alcé una ceja e hice una mueca−. ¿Cómo sabes mi nombre?
−Tu vecina mencionó el nombre Ellie y también me tomé la molestia de leer las notas en tu refrigerador. El departamento esta alquilado por una tal Ellie Woods, supuse de inmediato que se trataba de ti. ¿Alguna otra pregunta?
Si, ¿por qué asesinaste a esas mujeres?
Metió sus manos en los bolsillos de su pantalón. Lucía cómodo. Hasta ahora me di cuenta de que traía puesto lo mismo de ayer, nunca vi la posibilidad de que tal vez necesitaba ropa. Dudaba que le quedaran mis vestidos de seda.
−Supongo que no...−hice una pausa−. Otra regla, no busques entre mis cosas. Te pateare el culo si te encuentro husmeando en mi habitación.
−Tranquila, tampoco soy tan acosador.
No me digas, sigue hablando...
−De acuerdo, espero que no te moleste dormir en el sofá -pasé a su lado y cogí a George del suelo. Encendí la luz del pasillo y caminé hasta mi habitación.
− ¡Espera!
Me giré hacia su voz.
− ¿Qué? ¿Olvide decir buenas noches?
Jax sonrió con sarcasmo.
− ¿Por qué no puedo dormir en la habitación vacía?
−Porque... −Piensa Ellie−. Es la habitación de George.
− ¿Enserio? Esa es la peor excusa en el mundo.
Rodé los ojos−. De acuerdo. Puedes dormir en la habitación, pero ni se te ocurra...
−Acercarme a ti, lo entiendo. Buenas noches, nena.
Se giró y entró a la habitación desocupada, cerrando la puerta detrás de él. Suspiré con cansancio. Otra regla: la palabra nena estaba vetada de su vocabulario cotidiano, no importaban los escalofríos que me daban cada vez que me llamaba así.
Tomé una ducha rápida y me puse una bata de tirantes rosa para dormir. La chica pálida y desnutrida en el espejo solo me recordó la ruptura con Mase. Casi ni había probado un bocado de comida, todo por mi corazón roto. Jax había mantenido ocupado mi cerebro, tenía que acreditarle eso. Pero ahora que me encontraba sola en el baño todos los recuerdos -nuestra primera cita, nuestro primer beso, nuestra primer mirada− me atacaron, destruyendo cualquier tipo de felicidad. No entendía nada. Mase me ignoraba en el campus, Billie se negaba a hablar sobre eso con Hal y mis uñas estaban en las cutículas por la ansiedad.
Me permití llorar. Las lágrimas caían libremente por mis mejillas y no hice nada para evitarlo. Quería entrar en la cabeza de Mase. Queria saber todo sobre él.
Pero sobre todo, quería saber quién era el chico que se estaba alojando en mi pequeño departamento.