Los Pecados que Pagan las Bes...

By nofarahway

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En un mundo de bestias, aprendes a ser el cazador o te convertirán en la presa. ✔️Hermosa portada por @TheSph... More

LOS PECADOS QUE PAGAN LAS BESTIAS.
❴♚❵ Parte I.
01. La Ambrosía de la Bruja.
02. El Regreso del Lobo.
03. El Arte de la Guerra.
04. El Silencio en la Noche.
05. El Baile de los Titiriteros.
06. Las Sombras del Fuego.
07. Los Aliados en la Oscuridad.
08. La Doncella de Blanco.
09. Sangre en el Vino.
10. El Retrato del Horror.
11. La Luz en las Sombras.
12. El Secreto de las Bestias.
13. La Bruja del Bosque.
15. El Deseo de un Lobo.
16. Sinfonía de Guerra.
17. La Claridad de la Lejanía.
18. El Deber de los Ancestros.
19. Domar a un Lobo.
20. Al Acecho del Lobo.
21. Luna de Sangre.
22. La Hermandad entre las Bestias.
23. Las Bestias Mueren Solas.
24. El precio de la paz.
25. Lealtad kanverina.
26. Presagio de victoria.
27. Prado blanco.
28. Vástagos de hielo.
29. Perfume de lilas.
30. El canto de los cisnes.
Interludio.
31. La pianista valtense sin historia.
32. La rebelión de la serpiente.
33. El duelo de los espíritus.
34. Susurros suplicantes en noches oscuras.
35. Almas en pena.
36. La devoción del demonio.

14. Las Dos Caras de un Cuervo.

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By nofarahway


Las dos caras de un Cuervo.

AGAR

Años atrás.

El Sol ardiente del desierto era una fuerte amenaza sobre nuestras cabezas, quemando con la fuerza que el Arakh se creía reservaba solo a sus férreos oponentes.

Abrí de forma leve la tela de la caravana, solo para notar que todavía nos faltaba un largo camino.

──Por favor, mantengase a resguardo, prezerpina.

Obedecí, a regañadientes, odiando tener que estar sujeta a las ordenes de un montón de soldados.

La verdadera prezerpina estaba a leguas de ese desierto árido, resguardada en la seguridad de los altos muros del palacio de Bella Luna, una de las provincias sujetas al territorio de Fajrak, pero yo estaba por llegar a la gran capital, lista para  ser desposada por algún noble imbécil que aceptara la mano de la princesa y el favor de Escar.

Era solo una idea para darle fuerza a la facción del Sae, el reconocimiento de la corona imperial de Escar y su apadrinamiento contra los países que quisieran avecinarse, además de que eso desacreditaría la autoridad de las guerrillas del derrocado Von Kalveth.

Mi intercambio por la princesa había sido clara idea de Ciro, en un intento por desenmascarar al traidor que había cometido un intento de asesinato y también descifrar a sus posibles pretendientes.

Tendría semanas de cortejo, en las que debería entrar en la mente de los líderes que habían sido capaces de asistir.

Cuando ingresé al palacio, la comitiva que me acompañó fue puesta en la zona preferencial, el pico más alto del palacio, el mejor protegido (y vigilado).

Eso no impidió que cuando ingresara, embriagada por el lujo devoto de los aposentos, el capitán Beltrán no estuviera ya esperándome en la gran recámara.

──Mi señor ──le realicé una reverencia.

Pese al calor, él no dejaba su traje de la Orden Derkan, el negro y rojo que diferenciaban al capitán de la guardia.

Yo bajé el velo que protegía mi cabeza del Sol, deslizando mis manos por el vestido de un azul intenso, con brocados de oro y gemas preciosas para la princesa.

Todo parte del mismo acto.

El capitán Ashkan me observó en silencio.

Tenía el mismo porte de su hijo, pero la edad lo había curtido con una fiereza astuta, su mirada mucho más profunda y melancólica.

──Imagino esto fue idea de mi hijo, en Ciatra me informaron que habías partido en su caravana.

Me pregunté porqué se había tomado la molestia de preguntar mi paradero.

──Ha sido un viaje largo, sí.

──Así es.

Se sirvió vino en una copa de oro, de repente fui muy consciente del brillo y la opulencia de Fajrak, de la exagerada estruendosidad de sus muros cuando su pueblo se estaba partiendo en pedazos.

Aunque no siempre había sido así, los ciudadanos habían sabido vivir bien, hasta que Escar decidió que necesitaba lo que ellos tenían, creó y fogoneó una guerra civil hasta que estalló en la cara de todos, y fue Escar quien debió interceder en ayuda, tomando el control de la ciudad y recursos.

Esas eran las guerras que habían librado los Beltrán por años.

──Bebe, Agar.

El capitán colocó la copa frente a mí, y no me gustó la forma atenta en que esperó que obedeciera.

Sentí la gota de sudor resbalando por mi columna, mezclándose con el intenso olor del pachulí, mientras el calor me sofocaba casi tanto como la presencia del líder del ejército.

El capitán Ashkan era igual a su hijo, un hombre en mitad de sus cuarenta, con la piel bronceada por las horas de entrenamiento, resaltando sus dos ojos de acero.

Tenían muchas similitudes, incluso si su padre tenía el pelo mucho más oscuro y sus ojos poseían un brillo quebrado que no veía en su hijo.

Ciro lucía como el tipo que doblegaría un ejército y atormentaría a sus enemigos hasta el infierno si eso le ocasionaba cierta diversión, el capitán Ashkan llevabaa cada batalla como una carga, en sus ojos se contaba cada muerte que se había visto obligado a sacrificar.

Pero prefería creer en las intenciones de un demonio, antes que dejarme arrastrar por los sacrificios de un héroe.

Sostuve la copa con fuerza, clavando mis uñas en la superficie, sabiendo que sería inútil buscar un daño.

──Bebe.

Así lo hice, saboreando la nota amarga del vino mientras el capitán corría la silla junto a la mesa.

Observé los picos de la ciudad difuminados en ondas de calor, pese al agua corriendo en la habitación, ninguna gota de aire parecía dispuesta a calmar la pesadez sobre mi piel.

──Realmente crees en mi hijo ──Su tono fue bajo, grave, me acarició como una daga contra mi cuello.

──No suena como una pregunta, capitán.

──No lo es ──Se apoyó en la columna más cercana──. Vine a buscarte, Agar.

No tuve el estómago para volver a tomar un trago, recordé a mi madre, cepillando mi cabello mientras me contaba historias de héroes.

Ellos siempre eran honorables y justos, perfectos, y vencían haciendo sacrificios.

──Eres una joven inteligente, Agar, y una veladora del alma. No puedes decirme que no viste el camino trazado para mi hijo ──se explayó al fin──. Nunca tuvo escrúpulos, como su madre, y sabes muy bien cómo terminara eso.

──Solo veo probabilidades.

──¿Y ves en alguna a Ciro venciendo?

──Muchas veces ──Fui sincera.

Pero vencer muchas batallas no es ganar la guerra, él también lo sabía.

──Ciro fue mi séptimo hijo, Agar, pero el único que fue capaz de heredar el poder de su madre.

El séptimo destruirá el imperio.

──Los Raguen no son elegidos por designios de sangre ──repuse──, no es como el color de ojos o el cabello, va más allá.

──Agar ──Se colocó frente a mí, obligando a que levantara la vista para verlo, marcando la diferencia entre ambos──. Escar necesita seguridad, necesita un líder que doblegue multitudes, alguien capaz de terminar con los debates de sucesión y las revueltas en las castas.

──Alguien como usted.

Sus ojos grises no dieron paso a dudas, no respondieron a la incertidumbre y miedo en mi voz.

──Alguien como nosotros.

Debería haber rebuscado en su mente, sus planes, pero tenía miedo de lo que pudiera encontrar, miedo de fundirme con esa ambición ciega que lo envolvía en cadenas y nublaba su juicio.

──Yo...

──No te estoy pidiendo matrimonio, pero sabes que no tienes mejor forma de asegurar tu futuro ──dictaminó──. Me aseguraré de que nada te haga falta, y podrás estar cerca de tu hijo tal como lo hizo Eleyne.

Pero él no tenía treinta años más que madame Eleyne cuando se lo propuso.

A mí me estaba pidiendo ser un animal de cría, llevar un niño en el vientre con el único objetivo de encontrar un elegido que llevara su sangre.

──Toda victoria conlleva sacrificios, Agar, sabes que es lo mejor para un bien común.

No respondí mientras oía sus pasos alejarse, mi cabeza zumbando y el corazón escalando hasta mi garganta.

──Luego del compromiso de la prezerpina.

El capitán Ashkan se detuvo en la puerta.

──No creo que alguien se interese demasiado por una princesa que cargue un bastardo ──lo detuve.

Ashkan asintió en mi dirección.

──Lo haremos una vez esta misión termine ──concedió──. Entonces Ciro volverá a Escar y nosotros comenzaremos tu embarazo en Ciatra.

Cuando se fue, permanecí observando los picos de Fajrak hasta que, poco a poco, los mareos se hicieron insoportables y terminé vomitando la bilis sobre el hermoso piso esmeralda.

Mientras los primeros sollozos se convertían en espasmos, me pregunté si para eso me había entrenado mi madre todos esos años, para parir hasta dar vida a otro heredero; si, después de todo, Ashkan solo le estaba dando un nuevo uso a alguien, que había nacido con tanto propósito como su utilidad.

Tiré de las riendas del caballo mientras el animal serpenteaba entre las tiendas de soldados, me escondía en una capa de azul profundo, mucho más discreto que el atuendo que utilicé de día.

Me dirigí hasta la última carpa, formada por tres más que hacían el asentimiento del líder de la Legion Negra, como tal, aparcó entre sus soldados.

Si había elegido ese lugar, supuse que no era solo por mantenerse al mismo nivel que sus legión, sino porque también desconfiaba de un ataque.

Así lo confirmé al entrar a su carpa.

──Quiero que refuercen la seguridad en la alcoba de la prezerpina, y roten las guardias con cada cambio del Sol, necesito soldados atentos.

Ciro les daba indicaciones siguiendo el mapa sobre la mesa, claro que había pedido uno de la ciudad y del palacio.

Al entrar, él siguió concentrado un tiempo más, pero Ivar me dedicó una mirada entornada.

Sus otros soldados no parecían reconocerme, nadie lo hacía, mi único seguro era haber aprendido a ser un fantasma entre ellos.

«No hay peor carga que la atención de un hombre necio», solía decir mi madre.

«Y todos los hombres suelen ser necios», agregaba después.

──Pueden retirarse, cenaré solo en mi tienda.

Todos acataron la orden, pero Ivar fue amable al dedicarme un apretón rápido en el hombro al pasar junto a mí.

──Dime que no ocurrieron problemas ──pidió Ciro mientras seguía explorando el mapa.

──Tu padre está en el palacio.

──Mmm no sé cómo eso podría no ser un problema.

No retiró su vista del mapa.

──Quizás no para ti.

Antes de que hiciera preguntas, me bajé la capucha para correr la cortina que separaba su habitación, necesitaba dormir fuera de mis pesadillas, lejos de la idea de que alguien irrumpiría en mi recámara para arrastrarme y abrirme de piernas para el capitán Ashkan.

Ciro frunció el ceño al verme, cerrando detrás de él como si eso pudiera darnos alguna privacidad.

──¿Qué ocurre?

Entonces fue como si permitiera el correr del río, le conté sobre su visita el día de mi llegada, lo que me dijo, su insinuación y el plazo máximo que me había establecido.

Ciro no habló, su silencio se extendió hasta envolvernos, solo el crepitar de las llamas en el fuego, luchando contra las frías temperaturas de la noche.

──¿Cuándo te dijo esto?

──Hace unos días atrás ──No me molesté en alzar la vista para ver la ira en sus ojos.

Había evitado decirle la parte donde su padre lo consideraba una molestia, una carga que había salido mal de un plan que él había trazado de forma minuciosa.

──¿Ha intentado... Algo? ──Las palabras murieron en sus labios.

Coloqué una daga sobre su colchón de almohadas, la misma que él me había regalado aquella mañana en Ciatra luego de que le hubiera salvado la vida.

Las gemas de obsidiana incrustadas en la empuñadura, con el satro ornamentado de forma que simulara las alas de un cuervo.

Ciro asintió como si hubiera entendido mis palabras, era un alivio que fuera tan observador como para comprender lo que no siempre deseaba poner en palabras.

Él no volvió a agregar nada más, pero se fregó la mano por el rostro, tan frustrado como para no darme grandes esperanzas.

──El imbécil de Araneo apenas debe estar llegando a Bella Luna.

Araneo era el elegido para desposar a la prezerpina.

Tardaría unas semanas en hacer el viaje, para entonces debería permanecer fiel a la pantomima.

──No puedo huir ahora ──aclaré──. No hasta que la verdadera prezerpina esté casada y Fajrak en paz.

Por lo menos en el tipo de paz que se puede aspirar en Fajrak.

──¿Entonces qué harás? ¿Quedarte y tener a ese bastardo? ──Su voz fue tranquila, pero la ira llameó en sus ojos.

Presioné los dientes sin la fuerza para encontrar ninguna respuesta. Él no pareció esperarla, porque se envaró dispuesto a irse.

──Saldrás en el primer caballo mañana ──advirtió.

──Suenas como tu padre.

Para cualquier otra persona, esa sería su sentencia, Ciro había castigado de forma peor a mucha gente por mucho menos.

Me pregunté si también sería así conmigo, si deseara que lo fuera porque sería un destino mucho mejor del que me esperaba.

Él me observó de forma inescrutable, sus ojos grises como bóvedas cerradas.

──Entonces me temes.

──Entraste en Ciatra y quemaste parte de esa ciudad ──le recordé──. Luego tomaste el palacio y realizaste un banquete en festejo, cuando llegó tu padre habías empalado al príncipe y a todos sus aliados, esa fue la imagen que lo recibió.

»No era una advertencia para los demás nobles de Ciatra, ellos ya te temían lo suficiente. Lo hiciste para el hombre que te crió, un aviso.

──Entonces crees que somos iguales.

──Creo que eres peor, pero no te tengo miedo porque no tienes escrúpulos. No confío en las buenas intenciones de los hombres, nunca sabes hacia dónde se torcerán.

Ciro se acercó para dejarse caer a mi lado en la pila de cojines.

──Te alegrará saber entonces que no soy un buen hombre.

Cuando lo observé lo atrapé con su mirada en la mía, parte de mí era tan egoísta como para avivar el fuego, encender la ira que Ciro contenía hacia su progenitor, empujarlo hasta hacerlo estallar y acabar con el hombre que yo aborrecía.

En un arranque de sensatez, no lo hice, y Ciro alejó su mirada de la mía como si pudiera leerlo.

──Avisaré a Ivar que no quiero a nadie cerca de la carpa.

No le respondí, pero tampoco creía que él necesitara mi confirmación para irse.

Tomé la daga que había dejado sobre las colchas y la guardé con cuidado debajo de la almohada, me deslicé bajo las mantas y mi cuerpo se relajó luego de días sin dormir.

El calor del fuego no tardó en envolverme y caí dormida.

En sueños, escuchaba los pasos de mi madre corriendo en el bosque, volvía a estar rodeada de oscuridad y la maleza se trenzaba hasta dejarnos a ciegas.

En la distancia podía ver las llamas de la caravana y el humo fundiéndose en el cielo negro.

Todavía la escuchaba respirar de forma errática, murmurando mientras me escondía en el hueco de un árbol.

Tiré de los retazos de su vestido antes de me abandonara.

──Mamá, ¿qué se supone que hago?

──Sobrevivir, mi niña, ya no te pido más.

Sus últimas palabras siempre eran las mismas, porque tenía la certeza de que venían de un recuerdo.

Todavía podía sentir mi corazón deshaciéndose en mi pecho, las lágrimas saladas que habían llegado a mis labios y los susurros de las sombras que no habían encontrado mis pasos.


¿Qué les pareció el capítulo?

¿Qué otros flashbacks les gustaría?

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