『 ɢ ᴀ ɴ ʙ ᴀ ʀ ᴜ || jungkook...

By ssoftnana

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Para Jungkook, todo debía siempre estar organizado y dirigido. La prudencia y en análisis de situación regían... More

『ρяợℓσɢσ』
Capítulo 1 + booktrailer
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
『 personajes *・゚✧
『 booktrailer ─ 2 ─ special jungkook's day』
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
『 + personajes (♡ゝ◡╹♡)ノ・゚✧
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
fαηαятѕ ∂єℓ fαηfic (っ◔◡◔)っ
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Epílogo
Escena extra + comentarios.

Capítulo 49

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By ssoftnana

no pos, el pueblo ha hablando ༼ つ ◕_◕ ༽つ ah, y hay nueva portada 


by; j i h e e


     —Okey, —Dijo Niwa, revolviéndose sobre si misma y cruzando las piernas sobre la alfombra rosa y peluda de Sohee —Pero tu padrastro es caliente.

     —Qué caraj...

     —¡Change my mind! —interrumpió la más alta, apoyando la espalda en la cama y buscando qué ver en la tv con el mando. —Sólo admítanlo.

     —Además del hecho de ser mi padrastro, —Susurré, con tono de obviedad. —¿Eres consciente de sus cuarenta y tantos años?

     —Aizawa tiene treinta.

     —Aiwaza es el personaje de un anime.

     —Ya, —interrumpió Sohee, —Cada vez que hablan sobre un personaje que no existe termina todo en violencia. —Nos regañó, lanzándole una almohada a Niwa mientras quitaba y ordenaba los libros de su biblioteca personal. Sohee era una lectora desde secundaria, y se tomaba muy en serio su hobbie.

     Ella estaba de pie frente al enorme librero que tomaba literalmente toda una pared de su habitación, estaba decorado con pequeñas luces en los bordes y también tenía velas aromáticas y cuadros con fanarts de sus personajes favoritos. No tenía idea cómo lograba que sus libros siempre estén en perfectas condiciones y bien decorados, pero teniendo en cuenta que todos los días pasaba un dedo por la superficie para ver el nivel de polvo, pues no me sorprendía.

     —En fin, —soltó Niwa, metiendo la mano en la bolsa de papas —Tu padrastro es caliente.

     —Ve a terapia.

     —Cuando mi madre deje de creer que es para locos. —nos reímos un poco, luego Sohee nos hizo su típica cara de escepticismo y nos callamos.

     Feyre, la gata siamesa de Sohee subió de un salto a la cama junto a mí y me causó risa, era gordísima, se supone que estaba a dieta pero no dejaba de parecer una patata peluda con cuatro ramitas incrustadas. Yo estaba acostada con la cabeza en dirección a los pies y las piernas levantadas, apoyadas en la cabecera de la cama.

     —Bueno, ignoremos a Niwa, —propuso Sohee, mientras colocaba un libro sobre una pila de muchos otros que le llegaba a los hombros —¿Te dijo que quería?

     —No, —murmuré molesta, entonces Feyre se acercó sigilosa y me olfateó el cabello, luego sentí como sus pequeñas patas jugueteaban con él y me puso de buen humor— Sólo acordamos encontrarnos y me mandó la ubicación de no sé qué restaurante de gente pija y rica.

      —Las novelas eróticas comienzan así. —agregó Niwa.

     Sohee soltó una exclamación y yo agarré lo primero que tuve para tirárselo en la cara, lamentablemente era la panza suave de Feyre así que no pude hacerlo.

     —Sohee, sabemos que lees cosas de elfos que follan entre sí así que no te hagas la inocente. —la mencionada abrió la boca, luego pareció hacer una mueca viendo el retrato de un fanart de un tipo moreno melenudo y se dio la vuelta ofendida.

     —Es romance.

     —El hentai también.

     —¿Podemos concentrarnos? —les rogué.

     —Cierto, —recordó Niwa —¿Por qué te pone tan incómoda, después de todo? Es un hombre amable y educado.

     —Nunca dije que fuera malo, de hecho es bastante decente. Sólo... cuanto más lejos esté de su familia y él, mejor. —Feyre mordisqueó mi cabello y luego apoyó una patita en mi hombro, causándome cosquillas— Después de este año seré libre ¿Por qué me llama?

     Si. Libre.

     Al fin.

     Lee Byun Hun alias mi padrastro o como solía decirle Niwa "el señor sabroso" era el CEO de una Banca de Inversión en la ciudad. El monto de su salario mensual era ridículamente grande y aquello se veía en la ostentosidad en la que vivían sus hijos mellizos y su mujer.

     Aún recuerdo ese horrible día cuando pasé de año en primaria, el día donde llegó a la puerta de nuestra casa con su traje a medida y su estúpido cabello que nunca se despeinaba.

     Lo recuerdo absolutamente todo. La Abuela, con la cadera apoyada en su motocicleta antigua me había retado a poner las luces navideñas en el cartel del restaurante (le tenía miedo a las alturas) y yo, que le llegaba a las costillas y era temeraria y terca como mula, me puse los guantes de lana azules y la gorra que me apretaba los cachetes rojos como si se tratara de una armadura.

     Pedí a Yuan que me alzara en su cuello como siempre lo hacía, él aceptó el trato, con la condición de que debía bañarme, dejar que me cepillara el cabello y que me hiciera dos trencitas. Odiaba que me peinara, pero una apuesta era una apuesta.

     Cuando él me alzó y estuve cerca del cartel demoré unos minutos en alzar las manos, todo estaba lejos, el cartel resultó ser el doble de grande y de golpe me hallaba temblando de miedo, que había entrado por mis venas y me había casi paralizado el cuerpo.

     —Eh, Cachorrita ¿Qué pasa? —Tong salió del local, tenía un delantal blanco y paró en seco cuando estuvo frente a Yuan. Me miró a los ojos y luego el cartel. Sonrió —Anda, anda, que no te caes. Mira. Estamos aquí. —Él se acercó y puso una mano en mi cintura, mirándome a los ojos como si todo fuese un chiste, y quise pegarle porque en serio iba a morirme.

     Si me caía de esa altura me moría.

     Me iba a morir. A esa edad. Tan pequeña.

     —Unas lucecitas no pueden contigo. —susurró la abuela, y entonces me agarró desde el otro lado de la cintura, como asegurando el agarre. Pero yo no tenía nada firme de lo que sostenerme excepto apretar en mis deditos los cabellos de Yuan, que eran finos y lisos. Pésimo agarre.

     —Jihee, mírame. —La voz melodiosa del abuelo entró en mi cabeza y aunque todo mi cuerpo temblaba, de alguna forma me las arregle para mirarlo desde arriba. Él estaba tomando una taza humeante de té en las mesas de afuera, a un lado de la motocicleta de la abuela —No dejaremos que caigas.

     Apreté los labios con fuerza, levantando la vista y viendo el cartel, luego miré lentamente la mano de Yuan, donde una estaba aferrada a mis rodillas y la otra me tendía las pequeñas luces blancas.

     Quería llorar y bajarme de los hombres de Yuan, quería volver a tocar el piso y correr a los brazos del Abuelo. Sin embargo, dije; —Lo haré pero... d-deben jurar que nunca me soltaran.

     Ellos lo hicieron, entre risas y ánimos.

     Y hasta el día de hoy cumplen con aquella promesa.

     Pero entonces, cuando Yuan me bajó de sus hombros despeinado mi cabello alegre, la abuela me aplaudía y Tong me alzó en brazos agitándome como a un muñeco, sólo entonces vi a ese hombre.

     Serio, con un aura de autoridad que no había visto ni en mis profesores. Un hombre que había visto dos o tres veces cuando vivía en la casa grande, en aquella gigante y horrible mansión que me causaba pesadillas, donde yo había vivido los peores años de mi infancia, llenos de ansiedad, violencia y miedo. Siempre tenía miedo.

     Siempre.

     Cuando él se acercó yo abracé la pierna de Yuan como si mi vida dependiera de ello, no me gustaban sus hijos. Eran malvados y violentos. Y su casa siempre estaba vacía y no había nada dulce.

     Yuan apoyó la mano en mi cabeza y despeinó mi cabello, un gesto que siempre me tranquilizaba. Recuerdo que Tong le gritó a ese hombre en cuanto lo vio, acercándose a él bruscamente, pensé que le pegaría pero la abuela lo calmó. Luego, Yuan me agarró en brazos y me llevó adentro. Yo abracé su cuello con fuerza, el miedo había vuelto, tenía ganas de llorar, y esta vez no tenía nada que ver con el cartel.

     —Cosas de gente grande, Cachorrita. Nosotros mejor vamos a pintar ¿Quieres? Te haré las trencitas, de esta no te escapas. —me entrecerró los ojosMira como tienes los cachetes sucios ¿Te metiste al taller de nuevo?

     Pero por más que Yuan hablara tanto (cosa que nunca hacía) yo me encontraba muy asustada ¿Qué pasaba si Tong lastimaba a ese hombre, y sus hijos venían y lastimaban a Tong?

     Luego de eso el ambiente fue sombrío por unos días, y más tarde el abuelo me explicó que dejaría mi escuela para ir a otra, una mejor y más linda. Yo estuve feliz, en mi escuela no tenía amigos, nos conocíamos desde primaria y yo había mordido a casi todos. No les caía bien.

     Más tarde, cuando crecí, me di cuenta de lo que pasó. De por qué vino ese día a casa. De porqué salí de la escuela a una mucho más elegante.

     Lee Byun Hun, el gran CEO de una de las mejores Bancas de Inversión, el hombre que lo controlaba todo y tenía a todos bajo su manga, en realidad no podía controlar lo más importante; su familia. Sus hijos estaban tan desesperados por la mínima atención que desquitaban sus frustraciones con la hija de su mujer. Y su mujer, una persona codiciosa y egoísta, no prestaba atención más que a sus vestidos y las fiestas a las que asistía.

     Y fue él, yo lo sabía. Fue él quién había propuesto que fuera a vivir a su casa. En su mente, probablemente pensó que sería un buen marido si aceptaba a la hija de la viuda con la que acababa de casarse.

     Pero él no tenía idea de lo que pasaba, él no tenía idea de que mi madre había desaparecido de mi vida casi un año después de la muerte de padre, yo ya ni siquiera recordaba su rostro mientras intentaba sanar mi pérdida con mis abuelos y tíos.

     Pero eso no la detuvo y él no supo nada, ella llegó un día diciendo que íbamos a una casa más grande y más bonita que la pocilga en la que mis abuelos me tenían, Lee Byun Hun no sabía que en realidad ella tuvo que arrastrarme del bazo mientras yo lloraba, la golpeaba y gritaba desesperada el nombre de mis abuelos y tíos. Nunca olvidaré sus rostros destruidos mientras el auto me alejaba de mi único hogar.

     Lee Byun Hun no tenía idea de una mierda, y lo resolvió de la mejor forma que su mente empresaria fue capaz: le daré la mejor educación a tu nieta por todo lo que mis hijos le hicieron pasar.

     Pero Lee Byun Hun sólo hizo mi infierno más largo y duradero proponiendo aquello.

     Porque entonces tuve que soportar a sus hijos en secundaria. Entonces tuve que verlos todos los días. Tuve que estar en su misma clase. En una secundaria que era su territorio, con adolescentes desesperados por su aprobación que hacían cualquier cosa por ellos, incluso golpearme y molestarme. Jamás dijo que, como él pagaba mi educación, yo tenía que responder obligada las llamadas que mi madre hacía, donde fingía que yo le importaba cuando en realidad sólo hacía lo que él le pedía.

     Él había hecho todo eso por los abuso de sus hijos ¿Por qué me mandó a la misma secundaria que ellos? Nunca lo entendí, creo que era un poco obvio el desenlace. Pero probablemente creyó que la elegancia de la mejor secundaria me haría olvidar su descuido.

     En fin, todo aquello iba a acabar este año. Este año se acababa esa especie de acuerdo que él había hecho con mi abuela, entonces yo iría a la Universidad pública y jamás tendría que verle la cara de nuevo, ni él ni a su familia. Y al fin podría bloquear el número de mi madre en mi smartphone.

     Y lo ansiaba, lo ansiaba como nunca había querido algo en mi vida. Liberarme de esa parte de mi vida, de ese lugar que sólo me traía dolor y tortura, al fin soltaría todo aquello y nunca jamás volverá a ver sus malditos rostros.

     Pero ¿Por qué quería encontrarse conmigo entonces, qué era lo que debía decirme que era tan importante que no podía ser dicho en línea? La verdad, el asunto me angustiaba un poco, me hacía una vaga idea. Pero rezaba para que mi intuición me fallara, lamentablemente casi nunca lo hacía.

II

     —¡Por qué no dejas la pierna quieta!—Chilló Jungkook, mientras yo pegaba un salto y me alejaba de su cuerpo, recuperando el equilibrio sobre la colchoneta del gimnasio.

     —Bueno, —Me quejé, poniendo las manos en mi cintura y frunciendo el ceño— Sería más fácil si no tuvieras el tamaño de una pared. —Él se incorporó, abriendo la boca indignado.

     —¡Cómo te atreves... !

     —¡Seungwoo era dos veces más pequeño que tú, por Dios! ¡Cada vez que me alzas siento que estoy subiendo una escalera! ¡Sólo me falta la lamparilla en la mano y zas, voy a cambiar la luz!

     —¡Pues es más fácil que intentar agarrar en el aire a un reposabrazos humano!

     Abrí mucho la boca—¡Repite eso, repítelo en mi cara, tu... escupitajo de jirafa! —Jungkook puso la misma cara que yo y se acercó a mí levantando un dedo, ignorando completamente que había más personas entrenando y corriendo en el gimnasio, mirándonos como si fuéramos un par de idiotas.

     El entrenamiento acrobático no salió tan bien hoy. Jungkook era la persona más obscenamente perfeccionista que existía y yo me enojaba más rápido de lo que me tomaba una nesquik de fresa.

     Conclusión: en cualquier momento alguien iba a morir. E iba a ser Jungkook. Sí no dejaba de molestar con mi equilibrio iba a morirse. Por mis manos. Quizá lo estrangulaba, quién sabe.

     —Pero miren qué pareja más entusiasmada, —una voz ronca y cansada se alzó a nuestro costado de golpe y yo me sobresalte, pegándole con el codo a Jungkook a propósito cuando me giraba atrás. Era Bon. —Venga, bella pareja, arreglemos esto ¿Una navaja para cada uno o qué?

     Él estaba de pie allí junto a las gradas, su torso esbelto de hombros anchos característico de los nadadores estaba completamente desnudo mientras tría unos pantalones de neopreno negros que se adherían a sus piernas y caderas. Literalmente escurría agua por todos lados. Tenía la melena lacia pegada a la nunca y unas chicas se lo quedaron viendo cuando levantó los brazos, moviendo sus músculos para hacerse una coleta.

     La gente que pasaba se lo quedaba viendo por el agua que caía de su cuerpo empapando la entrada, aunque su cara demostraba que le importaba un maldito pimiento si mojaba algo.

     —Permiso. —casi me gritó Jungkook en la oreja, caminando hacia nuestro amigo y empujándome un hombro. Gruñí.

     —Quítate del medio, estúpido mastodonte. —chillé, empujándolo a un costado cuando casi llegaba a Bon. Él nos miró con una sonrisa burlona mientras se sentaba en una banca y terminaba de hacerse la coleta, jugueteando con el arito plateado de su labio inferior.

     —¿Me explicas este estado?—indagó Jungkook, abriendo el bolso de Bon y sacando una toalla negra. Me la lanzó a la cara y con un gruñido la puse sobre la cabeza de Bon para secarle el cabello.

     —Una de las duchas se descompuso y no tenía ganas de esperar. Así que vine a estas por... ah... idiot.. ¡Ay, ay! Jihee, carajo, déjame la cabeza que la necesito.

     —¡Te enfrías!

     —Te enfermarás. —se quejó Jungkook, hurgando en el bolso de nuestro amigo —¿Por qué toda tu ropa es negra?

     —Mira quién habla. —dije, peleando con Bon para que se secara el maldito cabello. Jungkook me lanzó una mirada aguda.

     —Pues al menos sé tener una pierna recta... —dejé las manos quietas de golpe.

     —No me digas ¡Pues intenta hacerlo ocho metros arriba!

     —¡Estabas de pie sobre mi muslo!

     —¡Exacto!

     —¡Exagerada!

     —¡Perfeccionista!

     —Woha. Desearía tener palomitas de maíz. —Pegamos un salto del susto, recordando que Bon estaba literalmente junto a nosotros. Él me arrancó la toalla de las manos en un suspiro, así como también apartó su bolso de Jungkook. —Me ponen histérico ¡Y vivo con dos niñas de seis años, carajo! —Se puso de pie de golpe, colgándose en un hombro el bolso y en el otro la toalla. Se cruzó de brazos como hacía cuando iba a regañar a sus hermanas. —Vine porque Jungkook dijo que me llevaría a casa y de paso pasaba por estas duchas. Tú, —Señaló a Jungkook —Llévame a mi casa o no te doy la foto de Jihee cuando tenía siete años.

     Pestañeé —¿Qué... ?

     —Tú, —Me señaló de golpe, y yo puse la espalda recta como un soldado —Ve a las duchas, cámbiate y espéranos en el aparcamiento. Un grito más y te ahogo. Se me puede olvidar hasta mi apellido pero nunca que no sabes nadar ¿Estamos? —Jungkook y yo intercambiamos miradas, luego lo miramos y sentimos ligeramente.

     Bon hinchó el pecho respirando hondo, se dio media vuelta salpicándonos agua en la cara (deduje que lo hizo a propósito) y siguió su camino, atrayendo la mirada de la gente por su vestimenta, o más bien escasa vestimenta. Al menos su cabello ya no escurría agua.

     —¿Siempre es así de autoritario? —preguntó Jungkook, inclinando la cabeza como un cachorro.

     —Y eso que no lo has visto en la cocina. Ensucia algo y te mira como si te fuera a quemar el alma. —Jungkook y yo cruzamos los brazos en el pecho, como quitándonos un escalofrío a la vez —Pobres niñas, las cría el demonio. —él estuvo de acuerdo conmigo, mientras asentía con la cabeza y miraba el pasillo por donde desapareció Bon.

     Media hora y algo más tarde, me hallaba caminando hacia el aparcamiento arrastrando los pies de dolor porque mi maldito compañero me había hecho doblar tanto las piernas y brazos que yo ahora era más origami que ser humano.

     Molesta y exhausta miré de nuevo la ubicación que me pasó el Señor Lee en mi móvil, viendo como no fallé al juzgarlo. Sí era un restaurante pijo y caro, de esos que servían mousse de pescados raros. Dios, que asco. De nuevo iba a tener que comer esa comida diminuta que no me llenaba un carajo el estómago y encima tenía gusto a pescado mal cocido.

     Volví a gruñir.

     —Dios, —El reflejo del sol en el auto de Jungkook casi me deja ciega. Entrecerré los ojos y miré a Bon, que estaba en el asiento de copiloto, con el codo apoyado en la ventana abierta. —¿Quieres que demos marcha atrás y te pones en medio de la calle? Aceleramos y listo ¡Tus problemas resueltos nena! —le tiré mi bolso encima, y si no se hubiera hecho al costado probablemente le daría en la cara. Me metí rápidamente al asiento de atrás, detrás de él.

    —Mañana es la Cena esa en el Casino de mier... —Jungkook atrapó mi mirada por el espejo retrovisor —En el Casino. —Bon se tentó de risa.

     —Mándame foto de la comida.

     Fruncí el ceño —Tú nunca cocinas eso.

     —Una cosa es el conocimiento, y otra es ponerlo en práctica. Todo a su tiempo, mi pequeño renacuajo.

     —Literalmente tienes un montón de fotos de comida que nunca haces. Sólo nos ilusionas.

     —O me mandas fotos o comes comida de perro hoy.

     —¡Peppa Pig es menos caprichosa que tú!—chillé, echándome atrás resignada y escuché como Jungkook se atragantaba.

     —Entonces, —Bon giró la cabeza para mirarme desde adelante y pude ver el brillo de maldad en sus ojos mientras jugueteaba con su arito. —¿Ya escogiste vestido para la hermosa velada?

     —¿El vestido fúnebre... ?

     —Jihee. —Jungkook me miró por el espejo retrovisor y Bon se tentó de risa de nuevo, probablemente porque el más grande en serio pensaba que yo era capaz de llevar el vestido fúnebre.

     Y si lo era, aclaremos. Pero no me dejarían.

     —¡Endulzame en tono!—le girté a Jungkook —Además da igual, de eso se encarga esa mujer.

     —¿Te vestirá sexy para seducir a un viejo millonario?

      —¿La historia familiar se repite?—ambos soltamos carcajadas, aunque Jungkook nos quedó viendo con las cejas fruncidas y ojos entrecerrados.

     Ah, bastardo sin humor.

     El camino a casa fue rápido, Bon al fin había encontrado una niñera joven que no estuviera todo el día con el celular por lo que estaba seguro y tranquilo. O más o menos, probablemente sí estuviera despreocupado no miraría el móvil cada dos minutos.

     Cuando llegamos a casa, Jungkook no bajó del auto y le eché una mirada—¿No vienes?—él se quedó quieto. Muy quiero, como las hermanas de Bon cuando hacían algo malo—¿Te ofendiste porque dijiste que eres un escupitajo de... ?

     —No estoy enojado. —chilló, mirándome como sí fuera un niño pequeño.

    —¿Entonces?

     —Tengo cosas que hacer... —me quedé de pie allí, luego enarqué una ceja. Después de unos segundos, Jungkook suspiró exasperado—Tengo práctica.

     —¡Tú... !—chillé de forma baja, la sorpresa hizo que la furia fluyera por mis venas. Pegué saltitos frente y pateé el piso. Hice el amague de patear la puerta del auto pero Jungkook levantó una mano sorprendido— ¡Tenías práctica y nos hiciste hacer los ejercicios acrobáticos! ¿¡Te piensas que eres Hulk o que!?

     —No es nada. —me miró tranquilo, imperturbable, como si su salud nos importara una real mierda, su indiferencia solo hizo que me enfureciera aún más.

     —¡Bastardo!

     —¡No, no patees... ! ¡Lamborghini, te digo que es un Lamborghini...!

     Me quedé quieta y exasperada, apoyé las manos en las rodillas porque en realidad aún me dolía todo el cuerpo e intenté recobrar el aliento que había perdido en mi berrinche. Eso no me impidió levantar la vista bufando como búfalo y mirar a Jungkook a los ojos. Tenía muchas ganas de matarlo ahora mismo. Muchas, era impresionante como habían incrementado desde el gimnasio.

     —Mentiroso.

     —Sabía que te enojarías. —dijo, como un niño siendo regañado. Ni siquiera se había dignado a salir del auto, como sí mi tamaño y yo fuésemos demasiado para él. Sólo se quedó mirándome con aquellos estúpidos y hermosos ojos negros frente al volante —Pero en realidad estoy bien. Sólo...

     —Eres un... —respiré hondo —Un idiota.

     Frunció las cejas. El disgusto se disipó en su rostro —Puedo con esto.

     —No. —alcé la voz, viéndolo como sí estuviera loco, incrédula —No vas a hacerlo. Primero patinaje y después hockey en el mismo día. Jungkook vas a matarte, te va a dar algo. No.

     —Te comportas como...

     —Dije que no. —Se hizo un pequeño silencio.

     Él me quedó viendo a los ojos y luego parecieron oscurecerse dentro del auto mientras me miraba, brillaron como los de un felino en la oscuridad a punto de atacar, a punto de cortarme el cuello. Era impresionante como él entendía que sólo con un silencio y una mirada amenazadora podía intimidar lo suficiente. Fui tan consciente de cómo estaba enojándose conmigo, de como su ira comenzaba a fluir sobre mi cuerpo que tuve un escalofrío horrible.

     Entendí por qué su equipo se callaba cuando él alzaba apenas la voz. Jungkook no intimidaba sólo por su tamaño. Él primero lo hacía con la mirada.

     Pero yo no era uno de sus patéticos seguidores. Y si vamos al caso ni tan inteligente como ellos, me daba igual si se enojaba por un tema serio como lo era este. 

     —Te comportas como una niña. —terminó, con la voz estable y tranquila. Y aquello era lo que daba tanto miedo, parecía tan sumiso y quieto, como una estatua y la voz calmada. Pero tenía el rostro serio y ligeramente ladeado, las facciones tensas y duras, casi parecía un psicópata.

     Si lo conociese tan bien me hubiera cagado encima.

     —No, —dije, alzando aún más la voz—Me comporto como alguien que se preocupa por ti. Y tus excusas me interesan una real...

     —Queda poco tiempo. —dijo, con la misma inquietante voz calmada de antes, envuelto por la penumbra de su auto—Si no lo hacemos lo suficiente no quedará perfecto.

     Perfecto.

     De nuevo esa palabra, él tenía realmente problemas con esa palabra.

     Respiré hondo —Escúchame bien, pedazo de... ah. —volví a suspirar. —No vamos a practicar los días que tienes hockey. Ese era el trato.

     —Eso...

     —¡Y punto! —grité, exasperada y cansada. Una anciana que pasaba por la calle se volteó a nosotros y luego siguió. Me acerqué al auto aún más y me incliné, apoyando las manos en la ventana. Pensé que estaba haciendo una estupidez al acercarme tanto a su rostro y luego me dije que era una idiota. Jungkook continuaba inmutable, mirándome a los ojos, pero no iba a pegarme (por más que tuviera pintas de querer hacerlo) Sólo era su forma de intimidar —No me interesa lo que digas, o lo ridículamente presionado que estás con la perfección. Tienes las clases suplementarias, el negocio de tu padre, le hockey y no se cuantas porquerías más. No te estoy preguntando tu opinión. Haremos esto así o no lo haremos. Elige.

     Jamás en mi vida me había costado aguantar tanto una mirada. Era un hijo de perra, sabía lo que podía intimidar y causar en las personas, y explotaba aquello de una forma que debería ser ilegal. Me indignó que intentara intimidarme de la misma forma que hacía con los demás ¿Funcionaba? Pues claro.

     Continuamos en aquella especie de batalla de miradas hasta que pestañeó y sus labios húmedos se curvaron un poco arriba.

     —¿En serio estás dándome un ultimátum, Pequitas?

     —Yo no... —Hice una pausa, mirando un punto fijo. —Ah sí, —volví a mirarlo a los ojos, apoyada en la ventana —Es algo como eso. Elige, grandote.

     —¿Crees que soy así de incompetente?—fruncí el ceño, echando la cabeza atrás. Ah, Dioses, los hombres y su estúpido ego. Bueno, más bien Jungkook y su trauma con ser perfecto. 

     —No se trata de ser incompetente, se trata de cuidar tu salud.

     —Mi salud está perfectamente... 

     —Me importa un carajo tu opinión, —bruscamente, agarré la solapa de su camisa y tiré de ella en un arranque de ira, acercándolo a mi rostro. Casi metí la cabeza en la ventana —Te estoy cuidando, incluso de ti mismo si tengo que hacerlo. Eso es lo que haces cuando alguien te importa ¿Lo entiendes? Así que deja de replicar como princesa remilgada y hagamos esto como se debe. —su mirada cambió bruscamente, pero no dejó de verme a los ojos. Pareció, no sé ¿Ablandarse? Fue extraño, pero un brillo atravesó su mirada mientras me miraba. Entonces, le miré la boca y noté que él hizo lo mismo conmigo.

     Lo solté de inmediato. 

     Aclaré la garganta —En fin. Te veo mañana en la cena. Haré hambre, así que más te vale que haya suficiente comida en tu casino.

     Fue un leve movimiento, cuando me giraba al restaurante sentí un tirón a la altura de mi codo que hizo que me tambaleara a un lado, entonces sentí una mano caliente que me apretaba la nuca de golpe y lo siguiente fue la boca que Jungkook, que buscó la mía desesperadamente hasta que la encontró. Los labios le sabían a café con leche dulce y el calor de su boca hizo un agujero de lava ardiente en mi garganta que bajó hasta mi estómago y se alojó ahí. Las muñecas parecieron latirme. Me quedé quieta, sorprendida, y apoyé una mano en la ventana para recobrar el equilibrio que de todas formas nunca iba a recobrar. Intenté respirar cuando giró la cabeza y su lengua rozó la mía suavemente, caliente y dulce, el gusto a café comenzó a desintegrarse con su saliva y besos lascivos llenos de ardor.

     Bruscamente me hice atrás, erguí la espalda y miré el restaurante. No había nadie, hacía frío, por lo que los clientes debían estar adentro y como la puerta estaba cerrada no veía la barra.

     —¡Tú... loco de mierda! ¡Estabas enojado hace un segundo!

     —Continúo estándolo. —Su voz tranquila y la mirada molesta de ceño fruncido me confundió. —Pero despídete como se debe, mocosa.

     —¿Qué... ?

     —Te veo mañana, mi Pecosa. —sentí cómo el corazón me llegaba a la garganta de golpe —Cuidado con tu vestido mañana, últimamente me dejo por los instintos bajos. No vaya a ser que te pase algo... —me dio una última mirada molesta antes de arrancar el auto, aunque cuando se puso en marcha estuve segura de ver el brillo de una sonrisa en sus labios. 

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