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Giovanni estaba en la barra de "Perú Beach", un boliche de la localidad de Martínez donde solía asistir con sus amigos cuando promediaba los veinte e iban de levante. Saludó a un par de conocidos que pululaban por ahí, se sumó a un par de vueltas de tragos varios y nada más.

Rio por compromiso, con el alma desgarrada, en bancarrota.

Bebió un último shot de tequila y para cuando estaba contando los billetes dispuesto a pagar, apareció ella, la protagonista de sus sueños y pesadillas: Mercedes Fernández Salalles. Entraba junto a sus tres inseparables y venenosas amigas.

El "Tano" no se movió de su sitio, siempre se sentía intimidado con su presencia, con ese andar pagado de sí misma que lo tenía en un puño; Mercedes vio al mejor amigo de su hermano, se extrañó encontrarlo allí.

Se paró de lado y como era habitual, lo saludó con desdén, casi por obligación, pero con ese batir de pestañas que lo dejaba con ganas de más. Era una perra manipuladora que sabía el poder que ejercía sobre él.

Lo estaba provocando, la muy zorra lo calentaba y desde luego que, muy a su pesar, entendía por qué Tobías había caído en su jueguito de seducción. No lo justificaba, incluso lo detestaba por lo que le había contado el día anterior, pero nadie podía resistirse a esa boquita pequeña y colorada y esos ojos oscuros y redondos tan atractivos.

―¿Qué pasa, Gio? ¿Hoy tu noviecita te soltó la correa? ―Poniéndosele de perfil, le habló mirándole fijamente la boca. El rubio se excitó ante la cercanía.

―Analía no es mi novia.

―Ya me parecía que estabas con la pulgosa esa para sacarte la calentura, aunque me atrevo a decirte que te podrías estar divirtiendo con algo mejor que con esa bolivianita perdedora. ―«¿Por qué es tan desagradable con la gente?», pensó Carbone.

―¿Vos serías ese "algo mejor"?

―Eso ni se pregunta, querido. Más quisieras tenerme en tu cama. ―Con la punta de la lengua le tocó el labio inferior al rubio, completamente sorprendido por la desfachatez de la exigente y elitista Mercedes.

―Mmm, lo mismo podría decirte a vos. Te apuesto a que nunca te hicieron gritar como lo haría yo. ―Él giró noventa grados sobre la banqueta quedando de frente a ella. Le miró los pechos, pequeños, bajo una blusa que delató sus pezones erguidos. Sus palabras no le habían resbalado.

―No sabés lo que decís. ―Continuó arrastrándolo hacia la cornisa, le gustaba la sensación de tener a los hombres en un puño y que Tobías no fuera parte de esa mayoría, era deprimente.

―Dale, probemos a ver quién tiene razón. Dejá a tus amigas y veníte conmigo, demostráme qué es eso que te hace tan deseable en la cama y yo, a cambio, te hago ver que no soy igual a ninguno de los que te cogieron hasta ahora. ―Su lenguaje soez y desconocido, la calentó más de lo que estaba dispuesta a admitir. Gio siempre le había parecido atractivo, sexy, pero taaaaan correcto y torpe, que rayaba lo aburrido y poco interesante.

Esa noche él estaba condenadamente sensual, con una camisa aguamarina arremangada por sobre los codos y unos vaqueros blancos que se le ceñían a sus muslos trabajados.

Mercedes miró a sus amigas con gesto cómplice y sin importarle apenas haber llegado, decidió probar la potencia de ese hombre que rezumaba sex appeal.

Y así fue que, en una hora, estuvieron desatando su pasión en el departamento de él; Gio se sentía como un animal herido, con el orgullo hecho añicos. La penetraba fuerte, hasta el fondo, sin cumplir la fantasía que había mantenido por años, la de amarla y tratarla suavemente.

"Pura Sangre"  (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora