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Mercedes estaba feliz viendo que su plan al fin cobraba vida. Otto se había comunicado con ella a primera hora para confirmarle que la fórmula que le había vendido había pasado los controles y pruebas necesarias para poder comenzar a fabricarla y lanzarla al mercado en poco tiempo.

La segunda mitad de su millonario acuerdo estaba cada vez más cerca de su cuenta bancaria. Solo era cuestión de esperar un par de semanas más, cuando tenía previsto comunicarle a su hermano que le habían robado la idea y que ella misma, dolorida y traicionada por su gente, se encargaría de desenmascarar al traidor.

Disfrutaría mucho ver cómo la inocente secretaria trataría de defenderse sin éxito y tendría que marcharse por la puerta trasera, como una rata.

La odiaba de un modo descomunal.

Durante una semana se apostó frente a esa casa que Tobías había comprado para vivir con su amante, estudiando el modo de decirle a Aldana que ella no era la única mujer con la que él había planeado un futuro.

Sabía que se ganaría el odio momentáneo de Tobías, pero Mecha, con el as bajo la manga que significaba culparla de traición a la secretaria, se ganaría nuevamente su interés y lealtad.

Quería destruirla a ella, solo a ella, aunque Mercedes saliera salpicada en el intento.

Pagó el taxi dentro del que se mantuvo por más de veinte minutos y aprovechando que Tobías estaba reunido con el abogado de la familia para ultimar los detalles de la venta de la casa de Belgrano, bajó y cruzó la calle.

Buscar un nuevo lugar donde vivir era un dilema.

Aldana estaba al tanto que su novio regresaría tarde, lo que le daría el tiempo suficiente para cocinar algo gustoso: una rica pieza de pescado con salsa de crema y roquefort.

Cuando llegó del mercado guardó en la heladera lo que necesitaba frío y se vistió con un atuendo cómodo para desplegar sus dotes culinarios. Peinó su cabello en lo alto y armó su mise en place para dar rienda suelta a su destreza culinaria.

A punto de empezar, sonó el timbre. Extrañada, preguntó por el portero y la respuesta que obtuvo fue tan inesperada como desagradable.

―Soy Mercedes.

Ella vaciló si debía atenderla. Claramente no estaba en sus planes hacerlo, pero no podía ser descortés con la hermana de su pareja. Le pidió un minuto en el que limpió sus manos, desamarró su rodete y ordenó su cabello.

―Adelante.

―Permiso. ―Mercedes pasó con la cabeza gacha, aunque moría por observar hasta el último detalle de esa casa que compartían. La rabia la consumía, pero más fuerte era el rencor. Pronto celebraría su triunfo.

A Aldana le llamó poderosamente la atención ese aire de sumisión que reconoció en Mercedes, no iba para nada con su carácter hostil y poco simpático.

―¿Querés tomar un café, agua...?

―Agua, por favor.

Aldana fue hacia la heladera, buscó la jarra con agua fría y bajó un vaso de la alacena. La invitó a sentarse en una de las sillas que rodeaba la mesa principal y le llevó la bebida.

―Sé que seguramente te sorprende mi visita, pero creí necesario pedirte disculpas por lo que sucedió la semana pasada en el club. ―Aldana parpadeó, lo que menos pensó es que ella, tan altiva y todo poderosa, se tomaría un minuto de su ajetreada e importante vida para ir a pedirle perdón. Supuso que Tobías le había dado la dirección.

―No te preocupes, está todo bien. No es ni más ni menos que lo que piensan muchos. No tengo por qué ir aclarándole al mundo cómo es mi vínculo con tu Tobías.

"Pura Sangre"  (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora