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Durante varios pasajes del sábado a la tarde, Tobías expresó sus ansias por ir a "Azúcar". Aldana lo miró desconfiada intuyendo que ese anhelo no era solo para pasarla bien o divertirse con los chicos de la salsera, sino para marcar territorio con Julián. El buchón de Gio lo había puesto sobre aviso.

Sin darle motivos de sospecha aceptó, coordinando encontrase con sus amigos directamente en el boliche.

―Tobías, te aclaro que me niego a ser partícipe del concurso de medición de pitos que querés imponer por la noche. ―Le susurró ella en el BMW conducido por Adolfo. El señor no pudo evitar sonreír.

―No voy a proponer nada. ¿Por qué pensás que solo voy para demostrarle al imbécil de ese instructor de merengue, salsa y qué se yo cuantas cosas más que no te tiene que ponerte un dedo encima porque para eso estoy yo?

Aldana puso los ojos en blanco, pensando cuán cuesta arriba se le haría la noche.

―Julián es un buen chico.

―Nunca puse en tela de juicio que sea bueno o no. No quiero que toque a mi mujer, ni que se haga el vivo con vos. Eso es todo, no es muy difícil de entender.

―No es ni más ni menos que lo que habrás hecho vos con esa francesa que canta. ―Se desafiaban, sosteniéndose la mirada, alimentando unos celos infundados pero que, para los dos, resultaban inevitables.

―En absoluto. De todos modos, no quiero ni imaginar cómo bailaron porque me pongo loco. ―Ella le delineó los labios con el dedo índice y luego le masajeó el entrecejo, eternamente fruncido.

―Sacá esa expresión de la frente y soltáte. Julián es profesor de un ritmo latino que requiere sensualidad y roce, pero yo le puse los límites. ―Minimizó. De saber que él le había robado un beso en la puerta de su casa, le cortaría las manos y quizás, otras partes más.

―Eso espero, no quiero entrar a ese boliche y chocarme los cuernos con la puerta.

―¡Hey!¡Eso no habla bien de mí! ―Se quejó abiertamente ―. No seas cavernícola. ―Se alejó deslizándose sobre el asiento, pero él, más rápido y más fuerte, la sentó sobre su falda.

―Adolfo, vos por las dudas clausuráte los oídos. ―Bromeó Tobías sabiendo que el chofer era de confianza, ciego, sordo y mudo.

―Como digas.

Tobías le delineó el cuello con la punta de le lengua, enredándola en el aro colgante, una cadenita brillante color plata que se ajustaba en la parte alta del pabellón de la oreja.

―Despertás mi instinto animal, quiero estar adentro tuyo y disfrutar tu cuerpo y de tu inteligencia todo el día. Soy como un tren que está siempre al límite de descarrilar.

―Exagerado.

―Sos más adictiva que la nicotina, disfruto y necesito del equilibrio que me das. Yo, siempre al límite, impulsivo...

―No quiero que cambies.

―No cambié, mejoré gracias a vos. ―La mano de Tobías se deslizaba desde el muslo hacia la nalga izquierda de Aldana, cubierta con un pantalón de jean grueso, al que maldijo en cinco idiomas ―. Tu me rends fou, ¡fou, fou ! ―Loco y loco estaba su corazón.

Apenas bajaron del automóvil, Tobías se aferró posesivamente a la mano de su novia, saludaron a los muchachos de la entrada y Aldana, con dificultad, se desprendió del agarre para ir a los saltitos a saludar a Analía, como si no se hablaran todo el día y no trabajaran juntas. Gio también se abrió del grupo para abrazar a su amigo y hermano.

"Pura Sangre"  (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora