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Consideró una tercera opción para vestirse: llamó a Sofía y le pidió dos trajes. Ella siempre tenía alguno reservado porque Tobías era de esos hombres que, impulsivos, caían en cualquier momento en su atelier para llevarse diez trajes, como si fuera una tienda de Once.

La mujer anotó la dirección que le proporcionó Tobías tejiendo cualquier clase de teorías, hasta que recordó que su secretaria, la chica de preciosos ojos azules, había dado el mismo domicilio cuando se marchó con el vestido rojo.

Sonrió por el descubrimiento y sin decir ni "mu", puso los trajes, dos camisas y dos corbatas dentro de un taxi.

A los veinte minutos Aldana bajó, pagó al chofer y subió con esfuerzo los tres pisos con esas dos perchas pesadísimas. Cuando llegó, él la recibió sabiendo que no había sido fácil la escalada.

―Sofía es una genia. Sabía que no me decepcionaría un domingo al mediodía.

―Sus vestidos son gloriosos.

―Yo le propuse que pusiera una tienda en París y se negó.

―¿Me estás hablando en serio?

―Por supuesto que sí ―dijo mientras bajaba la cremallera de una de las fundas y dejaba al descubierto el primer traje de color gris acero. A ella se le hizo agua la boca al imaginarlo. La erotizaba verlo tan elegante, siempre impecable ―. Se negó de plano, me dijo que acá sus chicas trabajan muy bien y que necesitaban el trabajo. Le propuse que delegara en alguna de sus empleadas este local, pero no, no hubo caso.

―¿Tiene familia?

―Su esposo falleció hace unos años. No tiene a nadie de sangre. «Como yo», pensó él.

¿Cuándo se confesarían todos sus secretos? ¿Cuál sería el precio por llevárselos consigo adonde fuese? ¿Cuánto más a gusto tendrían que estar el uno con el otro para abrirse definitivamente?

―¿Adónde querías que te acompañe?

―Hace años que tengo una deuda pendiente con alguien. ―Comenzó poniéndose la camisa blanca, con delicada filigrana. Luego, hizo lo propio con el pantalón. ―. ¡Pintado!

―¿Y está bien que yo te acompañe a pagar esas deudas?

―Por supuesto, a ella le vas a gustar.

―¿A ella?

Tobías sonrió ante ese tonto celo y el modo en que sus labios formaron un piquito de pájaro. Se le acercó mientras se colocaba el cinturón y le robó un beso.

―Sí, a ella ―Le acarició la mejilla con el pulgar y le guiñó un ojo, aflojándole las piernas ―. Andá a cambiarte así salimos ahora que no está lloviendo tanto.

Como si el domingo también fuera su secretaria, obedeció marchando hacia su alcoba. ¿Quién sería ella? ¿La conocía de la oficina? ¿De qué clase de deuda hablaba? No demasiado conforme con las escuetas explicaciones, buscó un jean y una camisa, sus básicos, mientras escuchaba la voz de Tobías en el comedor. Se acercó a la puerta para escuchar mejor.

―Acá estamos desoladas y andá a saber vos qué estás haciendo con esa putita. ―Mercedes estaba furiosa. Encerrada en su habitación se despachaba a gusto.

―Estás siendo injusta y grosera ―dijo él ―, tampoco tengo por qué darte cuenta de lo que hago o dejo de hacer.

―¡Sos mi hermano!

―¿Ahora te acordás de eso? No seas hipócrita, ¿querés?

Aldana no podía escuchar la conversación completa y era frustrante. Optó por vestirse y dejar de chusmear las conversaciones ajenas.

"Pura Sangre"  (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora