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Tal como se imaginó, el departamento de Tobías en París era masculino, ordenado y pulcro. En tonos oscuros, los pisos de travertino gris humo y las paredes de ladrillo crudo revestidas en blanco eran de un gusto supremo. Sin embargo, lo que se llevaban toda la atención, o por lo menos la de ella, era el gran ventanal que enmarcaba a la torre Eiffel como una gran obra de arte. Ni pasando con el taxi por al lado le había causado semejante emoción.

Tobías perpetraba en su memoria cada gesto, cada expresión de Aldana.

La decisión no había sido fácil ni inmediata, pero ella aceptó un nuevo reto: alternarían sus días entre París y Buenos Aires de acuerdo a las urgencias de trabajo de Tobías.

Comprometido con la empresa, viajaría una semana al mes en tanto que ella se encargaría de organizarle la agenda de su estancia en Normandía; Gennaro, el hermano de Giovanni, se había adaptado muy bien a la dinámica lugareña y no tardó en asimilar toda la información financiera que Adele Fournier le dio de mala gana.

Aldana lo miraba todo con atención; esa sería su casa. Echaba de menos el departamento de Palermo, pero esta se llevaba todos los aplausos. La cocina integrada tenía gabinetes negros con tiradores metálicos, los artefactos de acero inoxidable y las luminarias colgantes del techo, altos, conformaban un espacio principal que arrancaba suspiros.

―Estoy sin palabras, tenés una casa espectacular.

―Tenemos, todo lo mío es tuyo, mi amor. ―La abrazó por detrás, con la mirada hacia el ícono parisino por excelencia.

―Nunca pensé que viajaría a Paris...y de golpe zas! Cumplís mi sueño. Y no solo eso, vamos a vivir a solo unas calles de la torre. ¡Esto es increíble!

―Te prometí cumplir todos tus deseos y hacerte feliz, esto fue sencillo, yo ya vivía aquí. Pero si querés podemos buscar otro lugar, sabés que no tenemos apremios financieros.

―No, este departamento me gusta mucho. Además, no sé si conseguiríamos un lugar con esta vista.

―¿Querés que sigamos viendo el resto de la casa? No es una mansión, así que terminaremos justo a tiempo para salir a almorzar afuera.

Le besó de la mano y la llevó hacia los dos baños; uno pequeño, en negro y blanco, y el principal, sin bidet, lo que sería un cambio de mentalidad en el uso y costumbre diario.

―Creo que lo único que no podré superar es no tener bidet. ―Enfatizó con un puchero.

En efecto, ese ambiente era muy amplio, con doble lavatorio y un cuadro de ducha muy grande, prescindiendo de la tradicional bañera de loza.

En ese mismo pasillo había otras tres puertas: detrás de la primera se encontraba el escritorio desde donde también podía verse la torre Eiffel, era grande como el cuarto de Aldana en Parque Chas y en una de sus paredes había toda clase de libros. Ella repasó el dedo por sobre los lomos, como era previsible, en su mayoría de veterinaria, en particular, de caballos.

Tras conversar un momento sobre los planes de ese sitio, de adaptarlo para que Aldana pudiera trabajar cómoda, fueron hacia el segundo cuarto, el cual tenía una cama de dos plazas y un enorme mueble con compartimentos, donde reposaba el plasma. Consideró modificarlo para hacer una nueva oficina, pero rápidamente Tobías tuvo una propuesta superadora:

―Quisiera conservar este dormitorio para nuestro bebé. ―Muchas veces habían coqueteado con el término "familia", pero jamás habían hablado específicamente del tema. Aldana se emocionó de pensar en tener un niño ―. ¿Te gustaría tener hijos conmigo? ―La preguntó soñando con una nena con sus mismos ojos y esa belleza.

"Pura Sangre"  (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora