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Rechazó la invitación inicial de Iris para encontrarse en "Les Murmures" y también la propuesta posterior de ir a casa de ésta. Respondiéndole amablemente, no conseguía que los llamados y reclamos cesaran. Había despertado un monstruo.

Cuando Aldana tomó asiento lucía decepcionada. Sí, decepcionada era la palabra y él tenía mucho que ver en eso.

¿Estaba bien generarle expectativas? ¿Qué esperaría ella de esa indefinida relación? ¿Cuánto más aguantaría él la abstinencia? Claro que no padecía una adicción, ni necesitaba un tratamiento; ya se lo había aclarado su terapeuta Thierry Tournet. Así como algunos encontraban en el chocolate la satisfacción y el goce, él lo encontraba en el sexo casual y, en oportunidades, con más de una persona al mismo tiempo y en la misma habitación.

Tournet había sido categórico: su paciente era uno de los típicos hombres que apenas consiguiera a la mujer ideal, se olvidaría de todo aquello que había llenado ese vacío hasta entonces, porque esa persona especial satisfaría todos rincones de su ser.

―¿Estás bien? ―Le preguntó él.

―Sí, pero todavía con algo de jet lag. Es día de semana. ―aclaró como si fuera menester.

―¿Sabés jugar al pool?

Ella era muy buena de hecho, pero no se lo haría saber, con una estrategia en la cabeza.

―No, no. Bah, casi nada.

―Entonces vamos para el fondo que se acaba de desocupar una mesa.

―P...pero...―Casi a la rastra la llevó a un sector apartado del salón de comida con el objetivo de hacerse de esa cancha.

Aldana disfrutó de la seguridad con la que Tobías agarró los tacos, le pulió la punta y le dio uno. Con suficiencia, juntó las bolas, las acomodó en un triángulo perfecto sobre el paño y fue rumbo a la posición de ella, apoyada en el taco, como si no supiera ni sujetarlo.

―Vamos a hacerla fácil así no te mareás: uno tiene que embocar las bolas del 1 al 7, a las que se llama bajas y el otro del 9 al 15, las altas. El primero que emboca sus bolas en las troneras, los agujeros, y luego hace lo propio con la bola ocho, gana. ―Resumió con ternura.

― ¿Y la blanca? ―preguntó ella, malvadamente inocente.

―A esa le pegás para chocar las otras bolas. El truco consiste en que esa no la metas.

―Entiendo.

―Igual, por hoy, te voy a dejar ganar. Pero no le digas a Gio, esto puede afectar mi reputación. ―Fue gracioso y tomando su taco, pasó a explicarle temas relacionados a la posición sobre la mesa. ―. Tenés que agarrar esto así ―le acomodó los dedos en torno a la vara de madera ― e inclinar el cuerpo de este modo ―él le movió las manos y apoyó la suya en la curva de la cintura femenina. Ella sintió un leve escozor en su cuerpo, aquello iba a ser difícil ―. Bien, focalizáte en la blanca ― Tobías se le colocó por detrás, levemente ladeado hacia su derecha. La rozaba, apenas la tocaba, pero se mantuvo como un lord inglés, aunque moría de ganas de echar a todo el mundo en ese boliche, montarla en la mesa y hacerle el amor toda la noche allí arriba ―. Debés mantener al menos un pie sobre el suelo y nunca golpées la blanca cuando haya otra en juego. Tratá de mover la blanca de un solo movimiento, seco, pero uno solo. ―explicó cerca de su oído.

La muchacha apenas inclinaba la cabeza de lado, fijándose únicamente en el contorno de sus labios masculinos, definidos, didácticos. No le importaba su entusiasmo por decirle cómo jugar; Aldana solía retar a su padre y a los amigotes de éste en el club, desde pequeña y les causaba más de un dolor de cabeza por su destreza.

"Pura Sangre"  (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora