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El martes siguiente, Tobías tomó asiento en la mesa familiar. Era la primera noche, después de varias de no hacerlo, que cenaba en la casona de Belgrano. La tensión era insoportable, las miradas iban y venían en todas direcciones, hasta que tomó el mando de la situación.

―Teresa, no sé si Mercedes te lo ha anticipado, pero no está en mis planes seguir viviendo en esta casa. No me interesa. Como tampoco me interesan el velero, los vehículos y la avioneta.

―Sí, lo hizo muy al pasar. ―Resumió rumiando su trozo de carne. Evitó comentar que su hija largaba espuma por la boca ante esa propuesta.

―Quiero ofrecerles un trato que claramente las beneficiaría. Podemos hacerlo todo legal y formal.

―A ver, soy todo oídos. ―Su madrastra apoyó los cubiertos en la mesa, estaba agobiada mental y físicamente por tener que pasar por todo eso y por escuchar los desplantes de su hija. Por suerte para ella, contaba el apoyo incondicional de Osvaldo Solé, su eterno amante.

―De los bienes materiales y propiedades solo quiero quedarme con la estancia de San Pedro. Tendríamos que solicitar una tasación por esa y esta propiedad, pero claramente, ustedes tendrían las de ganar.

―¿Y por qué estarías dispuesto a perder plata?

―Creéme Teresa que no es perder plata sino ganar en salud mental: esta casa lleva consigo los peores recuerdos que pude haber construido en mi cabeza, ya se los dije. ― Mercedes estampó los enseres metálicos contra la vajilla, ofuscada. Su madre le dedicó una mirada criminal de desaprobación ―. Ustedes han vivido aquí siempre, yo ya no le tengo afecto.

―Gracias por el ofrecimiento, pero ¿quién la mantendría? Te recuerdo que tu papá era quien pagaba las cosas.

―Buen punto: tenía pensado sumar una cláusula especial a mi contrato como presidente de la firma y considerar que parte de mi salario sea para el pago de los empleados y los servicios. Para ustedes en injusto renunciar a su estilo de vida, pero para quienes trabajan aquí a diario, es más duro que se los despida. ―La mujer tragó fuerte, guardándose el orgullo donde no le daba el sol ―. Solo quedaría por cuenta de ustedes los gastos de comida y efectos personales, lo de cualquier persona.

Tobías miró a Mercedes, cuyos ojos eran dos rayos láser que le disparaban hacia el cráneo. Ambos sabían que el tema no era simplemente la disputa de esa casa sino sus planes de deshacerse del departamento de Núñez.

A Tobías todavía le fastidiaba esa mancha negra en su vida, esa decisión desatinada que generaría injustas expectativas en Mercedes y con la que estuvo a punto de arruinarse el futuro a él mismo.

―¿Y si yo te dijera que quiero la estancia en San Pedro? ―expresó Mercedes, era obvio que no se la iba a hacer fácil. Teresa abrió la boca, sin esperar esa inexplicable proposición.

―¿Para qué la querés? Casi que no vas. Lo harías solo para molestarme.

―No te importan mis razones. Yo también la quiero, tendrás que compartirla o la llevamos a la venta. Vos elegís. ―Tobías no quería compartir absolutamente nada con ella, lo tenía en claro, mucho menos confrontarla.

―Listo, se vende. Como también se pone a la venta esta casa.

―Mecha, Tobías tiene razón, ¿para qué querés esa quinta?¡Nunca te interesó! ―Ensayó un tono pacifista ante el despropósito planteado por su única hija.

―La quiero. Y mientras más la quiera él, más la voy a querer yo. ―Parecía una nena de cinco años y no una mujer de casi treinta.

―Sabés que estás en desventaja, ¿no? ―Le advirtió Tobías dispuesto a no ceder. A ella le tembló el labio. «No...él no me pediría un análisis de ADN» ―. Pero si querés jugar sucio y hacer que esto sea una guerra, atenéte a las consecuencias, después no vengas a lloriquear.

"Pura Sangre"  (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora