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Quería que fuera un secreto por lo que no le anticipó que había visitado un departamento muy lindo en la zona de Palermo Chico, cerca de Plaza Alemania. Era un dúplex en un Petit hotel francés, de 90 metros cuadrados totalmente reformado a nuevo, con carácter y muy luminoso. Tenía dos dormitorios, uno de ellos con baño en suite, vinculados a través de una escalera de madera y estructura de hierro pintado de negro, y tensores a modo de baranda. Contaba con un pequeño patio de baldosas color terracota y un gran rosal con flores amarillas. Ese pequeño detalle le provocó una reconfortante sonrisa.

Considerando que era una señal, no lo dudó: daría el próximo y tan temido paso: que Aldana se mudara con él, que vivieran juntos.

Ansioso, esperó al día viernes, cuando la experta en bienes raíces se reuniría con él y con el dueño para ultimar los detalles de la entrega del dinero, firmar el boleto de compraventa y darle las llaves.

―Aldana, salgo un momento. Acabo de cerrar una reunión con gente interesada en uno de mis caballos en Francia y nos juntamos acá nomás, en un café a un par de cuadras. Dejo mi saco con mis cosas en mi despacho, voy solo con lo puesto y el celular. Hoy hace calor. ―Le dio un beso en la frente. Aun esa simple demostración de afecto en público la avergonzaba.

Efectivamente, las diez primeros días de junio habían estado inusualmente cálidos. Tobías se había mantenido bastante ocupado y extraño por varios días a los ojos de Aldana. Se tomaba una hora y media para almorzar afuera diciendo que estaba tras un negocio importante en París y que, si no citaba a los interesados en el edificio de Puerto Madero, era porque no quería mezclar sus propios negocios con la empresa de su familia.

Cenaban en el departamento de ella todas las noches, dormían juntos y él se marchaba a las 6 de la mañana para tomar un baño en la casa de Belgrano y volar hacia la oficina.

Debía reconocer contra su pronóstico, que el hecho de admitir eran pareja, había acallado voces injustas y maliciosas. Ella, sin embargo, continuaba siendo la misma de siempre.

Para las cuatro de la tarde, Tobías no había regresado; Aldana no creyó prudente llamarlo, no había surgido nada de importancia y no tenía prevista ninguna reunión en su agenda. No obstante, que se demorara más de cuatro horas en una cita de negocios, la inquietó.

Analía dejó de lado unos papeles para sentarse frente a ella.

―Estuvo durante toda la semana bastante disperso. Miraba el celular a cada rato y a cualquier hora. Bastante sospechoso, por cierto.

―Es empresario y sus negocios requieren de ciertos sacrificios. No es el camarero de Starbucks, nena. Sobre sus espaldas recaen muchas responsabilidades. ―La consoló.

―Me resulta extraño, me lo hubiera dicho, yo llevo la agenda de esta oficina. El martes llegó sobre la hora, muy tarde, lo estaba esperando Estévez sentado como florero. Él no es impuntual.

―Danita, estará por cerrar un trato millonario y lo mantendrá en silencio para no quemarlo. No te des manija.

Asumiendo que su amiga quizás estaba en lo cierto, se preparó un té de tilo cuando los pies se le clavaron al piso: Iris, mejor conocida por ellas dos como "la araña galponera" dada la magnitud de su culo, avanzaba con esa sensualidad de cuna. Lucía un pantalón ajustado anaranjado, adherido a esos muslos torneados por el baile y el ejercicio. Su blusa blanca era casi translúcida dejando en evidencia el corpiño de encaje que usaba por debajo. Subió sus gafas de sol a la cabeza y con esa sonrisa hipócrita y ojos cargados de odio, preguntó por Tobías sin siquiera tener la cortesía de saludarlas.

―Está en una reunión fuera del edificio. No ha regresado todavía.

Poco le importó a la morena que de un portazo entró a la oficina, constatando con sus propios ojos que él no estaba allí y que la secretaria no le estaba mintiendo.

"Pura Sangre"  (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora