Secreto por un día

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Sentada al lado de la pequeña ventana, dije adiós al aeropuerto; aunque no podía verlos, sabía que mi padre, mi madre, Gina y Axel estaban allí, detrás de la cristalera azul, viendo como nuestro avión despegaba y se alejaba de Sicilia a gran velocidad.

Iba a echarlos mucho de menos.

Ya comenzaba a sentir las consecuencias de haber pasado la última noche en vela, me pesaban los parpados y sentía un exagerado cansancio extendiéndose por mi cuerpo, y hundiéndome en el asiento. Alessandro ya había sucumbido al agotamiento y dormía tranquilamente, con la cabeza inclinada hacia mí. Tenía los labios entreabiertos, y su cálido aliento rozaba mi cabello, erizándome la piel.

¿Cómo nos iría al llegar al internado ahora que éramos pareja? ¿Sería una buena idea dejar que la gente lo supiese? Habíamos estado tan ocupados discutiendo sobre si deberían saberlo mis padres, que no habíamos hablado sobre los demás.

 ¿Sabían en el Michelangelo que el semipelirrojo era sobrino de Luis Giannetti? Antes de llegar a Sicilia yo no sabía nada sobre su familia, no sabía si provenía de un hogar más o menos adinerado, nada, aunque lo cierto era que a mí eso poco me habría importado. Pero, ¿qué sabían los demás?

—¿Por qué arrugas la nariz? —Giré los ojos y me encontré con los de Alessandro a pocos milímetros de los míos, mirándome curioso.

—Pensé que dormías. —Dije sintiendo cómo nuestra cercanía hacía mella en mis mejillas, calentándolas. Alessandro sonrió y se sentó derecho.

—¿Qué ocurre?

—Sólo me preguntaba... ¿Saben en el internado que eres sobrino de mi padre?

—Lo saben Filipp, Jake, Alan, Stella y también Drew, claro. ¿Por qué? —Preguntó confuso.

—¿Los demás no lo saben?

—Tal vez ahora lo sepa Alina también, pero nadie más. —Contestó encogiendo los hombros.

—Entonces, ¿de dónde creen que vienes?

—No lo saben.

—¿¡No lo saben!? —Él negó con la cabeza. Lo observé ligeramente ofendida.

—¿Qué sucede, Daniella? —Preguntó sin comprender mi repentino interrogatorio.

—¿Por qué no se meten contigo? —Alessandro elevó ambas cejas antes de romper a reír.

—Tal vez sea porque yo no presumí de estar en el internado gracias a una beca —Abrí la boca y la volví a cerrar al darme cuenta de que tenía razón—. Yo tampoco quería que la gente me agobiase con eso de ser el sobrino del famoso Giannetti, así que les pedí a los que ya lo sabían que guardasen silencio. Con los chicos no hubo problema, Stella es amiga de la familia desde pequeña, y a Drew no le compensa que los demás lo sepan —Vi como se estiraba, cruzaba los pies y dibujaba una socarrona sonrisa ladeada—. Puede que suene un poco egocéntrico con lo que voy a decir, pero que yo sea el sobrino de Luis le quitaría muchas posibilidades con las chicas, ya sabes, todas querrían estar conmigo.

—Claro... —Dije secamente, cruzando los brazos.

—Estás arrugando la nariz de nuevo. —Señaló claramente divertido.

—No lo hago.

—¿No estarás celosa? —Lo miré con mi mejor cara de indiferencia.

—¿De un egocéntrico? ¡Claro que no!

Alessandro rió y pasó el brazo por detrás de mi espalda, atrayéndome hacia él.

—¿Qué ocurre entonces? —Preguntó besándome el cuello, rompiendo todas mis defensas.

Mariposas eléctricas ©   (En edición)Where stories live. Discover now