En planetas diferentes

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ϟ ..ઇઉ..ϟ


¿Cómo demonios lo había descubierto? 

Me había pasado días preguntándomelo.

Las clases habían comenzado, y Alessandro estaba casi completamente desaparecido.

No compartíamos las mismas asignaturas obligatorias, ya que yo cursaba ciencias con Alan en el grupo "A", y él, junto con Filipp, Jake y Drew, estudiaban letras en el grupo "B", pero estábamos juntos en clase de natación y, curiosamente, también en fotografía; sin embargo, era como si viviésemos en planetas diferentes.

Cuando me reunía con los chicos en los recreos, y por las tardes después de clase, él nunca estaba, y durante las comidas en el comedor del "Pettit" permanecía callado hasta que recibía sus famosas llamadas y se iba; por los pasillos, apenas me dirigía alguna mirada seria cuando notaba que yo lo estaba observando, pero enseguida volvía a su estado apático. En general, hacía como si no me conociese de nada.

Le había intentado hablar el día después del "pequeño incidente". Lo había interceptado por la mañana, llegando al comedor; quería disculparme por el golpe con la taza y preguntarle por la nota, que se encontraba guardada en el cajón de mi escritorio. 

¿Había intentado darme un balonazo como venganza? ¡Pero qué se creía! ¡No tenía derecho! ¡Lo de la taza había sido un accidente!

Sólo me había dado tiempo a llamarlo y decirle cuatro palabras cuando él, con la mirada completamente indiferente, me había cortado diciendo:

—No sé de qué me estás hablando. —Me sacó de su camino apartandome a un lado de forma sutil pero firme, y se fue sin siquiera entrar a desayunar.

Con el paso de los días fui olvidándolo a él, y dejando de pensar en lo sucedido. Ya no me extrañaba lo poco que lo veía, y que no me dirigiera la palabra comenzó a resultarme cada vez más normal hasta que, finalmente, me acostumbré.

Había buscado mi pequeño colgante por todos lados sin resultados. Lo había perdido. Había estado llorando por él dos horas seguidas mientras se lo contaba a las gemelas, que no hacían más que quitarle importancia y asegurarme que lo único importante era que yo no había sufrido ningún daño. Pero igualmente me sentía triste. Había cambiado la "D" para otra cadena y guardado la que había roto para llevarla a arreglar el último sábado del mes, cuando se me permitía salir del internado. Tenía inmensas ganas de que ese día llegase.

Aquella mañana estaba especialmente fría y lluviosa. Había tenido que ponerme, además de mi uniforme al completo, con jersey y chaqueta incluida, unas gruesas medias azules y unas botas de agua. 

El chaparrón no me había permitido salir a correr, de modo que estaba deseando que llegase la tarde para trabajar en el gimnasio.

La clase de matemáticas con el señor Renov era exasperante, y ya me había quedado claro que no iba a ser sencillo aprobar con sus pobres explicaciones. 

Yo estaba acostumbrada a Lucas, mi último tutor, que era rápido y dinámico explicando, todo lo contrario que el anciano profesor que estaba delante del encerado. Era un hombre realmente mayor, por lo que todo en él me resultaba adorablemente aburrido, desde su chaleco color berenjena sobre una camisa de cuadros verde, su cabello canoso, el pantalón que dejaba a la vista sus calcetines blancos, hasta su voz baja y monótona. 

A mi lado, Alina golpeaba distraída la libreta con el bolígrafo mientras miraba a Alan, que estaba sentado con otro compañero en la mesa de delante.

Mariposas eléctricas ©   (En edición)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant