No soy una de ellos

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El trayecto hacia el despacho de la directora transcurrió en silencio. Alessandro y yo nos observábamos preocupados, buscando en el rostro de mi padre alguna pista sobre lo que vendría a continuación pero él estaba con la mirada fija y el semblante pensativo.

Una pequeña y rebelde parte de mí estaba enfadada con él; me había hecho una promesa, y la había incumplido. ¿Y si yo no quería que se descubriese mi identidad? ¿Y si hubiese preferido seguir con la mentira hasta el final? A él no le había importado lo que yo quisiera, se había presentado en el internado sin avisar.

-Papá, me prometiste que no me descubrirías.

-¿Y dejar que te sigan maltratando? No, Alejandra, Ya he cedido suficiente con tu capricho.

Sus palabras me dolieron. Era la primera vez que él me hablaba así, la primera vez que tomaba por completo su papel de padre. A pesar de todo, supe que tenía razón. Todo había sido un capricho; un capricho que mis amigos se habían visto obligados a pagar a un alto precio.

De algún modo, Alessandro supo lo que necesitaba en ese momento; agarró mi mano con fuerza y me dedicó una de sus tímidas sonrisas, calentando mi corazón helado.

La señora Lemoine recibió a mi padre casi como si del rey se tratase, ofreciéndole todo tipo de bebidas y comidas, que él muy amablemente rechazó.

-Sólo deseo aclarar la situación con los chicos -Lejos de comprender su indirecta, la señora Lemoine asintió y permaneció inmóvil, observándonos por unos incómodos segundos-... A solas... si es posible.

-¡Oh! ¡Bien sûr! Disculpeme... -La avergonzada mujer salió de su despacho, dejándonos hablar a solas.

-Quiero que me expliquéis qué ha pasado, y por qué no me lo contasteis tan pronto empezó. -Comenzó mi padre, ocupando el sofá de la directora. La puerta sonó un par de veces y él miró hacia la entrada, exasperado, hasta que vio que era Axel.

-Me enteré de que habías venido.

-Sí, lo que no sé es por qué no vine antes -Axel se paró a medio camino y miró a mi padre con una ceja levantada-. ¿Por qué no me avisaste de lo que ocurría?

-Sophia me contó lo de los mensajes ayer, Luis, y para entonces tu ya lo sabías. Aquí sólo soy un profesor más, así que en teoría el asunto no era de mi incumbencia. Además, ¡los chicos no tienen mi número! ¡Yo no recibía esa basura!

Mi padre respiró profundamente para calmarse.

-Sí, tienes razón... perdona -Dirigió su vista hacia nosotros mientras que el profesor caminaba hasta quedar a su derecha -. Estoy esperando. -Nos apuró.

Alessandro fue el primero en hablar, contándole su versión de la historia y lo que él sabía, luego fue mi turno de explicárselo todo, sin omitir un solo detalle a pesar de que el rostro de mi padre se crispaba más y más a medida que avanzaba.

Cuando terminé, él apoyó los codos sobre la mesa y entrelazó los dedos encima de los labios, mirándonos fijamente.

-Iremos por partes. Primero, Alessandro no puedes ponerte a pelear por cualquier cosa...

-¿¡Cualquier cosa!? Tío, yo...

-¿Ahora vuelvo a ser tu tío? -El proyecto de pelirrojo suspiró frustrado.

-Todos saben que salgo con Daniella. Si te hubiese llamado tío delante de ellos y luego se enteran de que eres su padre, ¿que crees que pasaría? -Protestó molesto.

-Oh... entiendo. Y ahora, volviendo a la pelea, sé que querías protegerla, y te lo agradezco, pero esa no es la manera.

-¡Yo sí estoy orgulloso de ti! -Intervino Axel. Alessandro y mi padre lo miraron con gesto inexpresivo-. ¿Qué?

Mariposas eléctricas ©   (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora