Alessandro

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ϟ ..ઇઉ..ϟ

POV ALESSANDRO.

Último aviso a los señores pasajeros del vuelo Air France 2319 con destino a Sicilia. Embarquen urgentemente por la puerta A42.

Suspiré. 

Tenía dos horas de vuelo hasta Sicilia y la aspirina aún no se decidía a hacer efecto. Iba a ser un trayecto largo. Tenía la maleta ya facturada de modo que me dirigí a la puerta "A42" y subí al avión, ocupé mi asiento al lado de la ventana y me acomodé en él.

 Mi tía habría querido que fuera en primera clase para que "estuviese más cómodo", pero no me gustaba ser observado y allí sólo era un pasajero más.

Saqué del bolsillo la hoja que Daniella me había escrito y la leí una vez más.

"Alessandro, siento no haberme despedido de ti, bueno, siento no estarlo haciendo porque ahora mismo estoy en tu escritorio y tú durmiendo a pierna suelta. ¿Se puede saber por qué has bebido? Me iré temprano y lo más probable es que no nos veamos hasta que volvamos al internado de modo que te deseo unas buenas vacaciones y una feliz navidad.

Hasta pronto.

Daniella.

P.D: ¡Bonitos calzoncillos!"

Mordí mi labio inferior tratando de no reír mientras me llevaba las manos a la cabeza. 

No, no debía saber nunca el por qué de mi borrachera, ya que mi respuesta sería demasiado reveladora:

Ella. Había bebido por ella, por no poder estar con ella, por no poder quererla como lo hacía.

Todo era culpa suya y de aquellos grandes ojos azules que habían dado un giro de ciento ochenta grados a mi vida.

¿Dónde se encontraría en aquel momento? ¿Estaría ya en Madrid al lado de su madre?

—Señor, abróchese el cinturón de seguridad por favor. —Miré a mi izquierda y vi que la azafata me miraba.

Alcé la vista al pequeño panel que había encima de mi cabeza y vi que la luz que ordenaba ponerse el cinturón estaba encendida. ¿Ya habían dado la orden? No la había escuchado.

—Sí, perdón. —Me disculpé mientras me lo ponía.

La azafata me sonrió, se marchó y pronto comencé a sentir los temblores del despegue.

Odiaba aquella parte del vuelo. Se me tapaban los oídos y sentía que se me estrangulaba el estómago. Apreté con fuerza el pequeño colgante que me llevaba al cuello; desde que lo había encontrado, sentía que la suerte me sonreía.

Cuando era pequeño poco me importaban los temblores, me encantaba subir en avión; estaba convencido de que allí arriba estaba más cerca de mis padres. Los echaba mucho en falta. 

Por desgracia, tenía muy pocos recuerdos de ellos, y muchos estaban borrosos y posiblemente modificados por mi mente, menos el de aquel día; ese lo tenía grabado a fuego en la mente, y me acompañaba cada noche, atormentándome, haciéndome despertar entre pesadillas e impidiéndome volver a dormir, hasta que la conocí a ella.

Cuando estuvimos a la altura correcta, la luz del pequeño botón se apagó y yo me quité el cinturón. No tenía a nadie sentado a mi lado, por lo que podía ver a los dos niños pequeños de la fila central emocionados porque habían empezado a reproducir la película de "La Bella y La Bestia". Miré la pantalla donde Bella sonreía y cantaba con todos sus vecinos.

Mariposas eléctricas ©   (En edición)Where stories live. Discover now