Hasta pronto (+18)

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El profesor Renov me observaba por encima de sus finas gafas redondas mientras que yo miraba mi boletín de notas con cierto rencor. 

Tendría que estar contenta; había alcanzado un 9,3 de media, y esa era una buena puntuación para poder entrar en la escuela de diseño, pero la nota que me había puesto la Platino empañaba mi alegría.

Un nueve.

¡Un nueve! ¡A pesar de que era ruda con ella, no escondía bien mis emociones, no me importaba con el protocolo cuando este no era acorde a mis ideales y de que no había dejado de pisar a Alessandro durante nuestros bailes! En definitiva, un nueve porque sabía mi apellido.

—¿No está conforme con sus notas? —Me preguntó el viejo profesor, sacándome de mi trance.

—Sí, señor. Son... mejores de lo que esperaba.

—Pero eso es algo bueno. —Resolvió él con una pequeña sonrisa.

—Sí, así debe ser...

Le di las gracias y salí al pasillo, donde Ali saltaba de alegría abrazando a todos los que se cruzaban en su camino. Al verme, brincó hacia mí haciendo flotar aquel extraño y gracioso pelo suyo, de puntas color verde agua y raíces azul oscuro.

—¡Un 9,7 ! ¿Te lo puedes creer? —Gritaba. Salté con ella, riendo, contagiada por su entusiasmo—. ¿Cómo te fue a ti?

9,3 . Creí que la nota de modales bajaría mi media casi hasta el 7,5, pero ¡adivina! —Dije enseñándole la hoja—. Me puso un nueve.

Alina suspiró al ver mi cara de indignación. Pasó un brazo por encima de mis hombros y me apretó con cariño.

—Olvídalo, amie. Lo que importa es que tienes una media estupenda y podrás ir a estudiar a Londres. En dos días más no tendrás que volver a verle la cara a esa mujer nunca más.

Tenía razón. No podía amargarme de ese modo y estropear el poco tiempo que me quedaba en el Michelangelo.

En aquel instante me pareció que todo había pasado demasiado deprisa. Apenas había tenido tiempo de disfrutar el hecho de asistir a clase, de estudiar rodeada de otras personas de mi edad, de tener un profesor diferente para cada asignatura, de los descansos entre clases... En dos días diría adiós a todo aquello, y aunque en septiembre comenzarían las clases en la universidad, estaba segura de que no sería lo mismo.

Mirando a mi alrededor, noté que el ambiente en general no era tan festivo como cabía de esperar. Después de todo, estas eran nuestras últimas notas de instituto, nuestros últimos momentos allí. 

En el aire podía sentirse la pena, y se respiraba una silenciosa despedida.

—¿Cómo están mi bella sirenita y su dulce amiga? —Preguntó Alan, dándole un tierno beso a Ali en los labios—. Adivinen, damiselas mías, quién sacó una nota envidiable este año.

Reí mientras que Alan alzaba las cejas, una y otra vez, señalándose. Ali le arrebató la hoja de notas y rió, alzando su oscura ceja acusadora.

—Alan, ¡sólo tienes un 7,3!

—¿Sólo? —Bramó él, fingiéndose ofendido—. ¡Es mi mejor media en años!

Su novia le golpeó el pecho con cariño y yo ralenticé mi paso, para dejarles un poco de intimad mientras reía escuchando a Alan decir que para no haber abierto un libro en todo el año, su puntuación era maravillosa.

—¿Crees que seguirán juntos? —Me giré y vi a Filipp observando a la parejita con gesto preocupado—. En unos años, quiero decir... Después de que cada uno vaya a su universidad, de tanto tiempo sin poder verse más que por webcam y tal vez en vacaciones... ¿Crees que tengan alguna posibilidad de seguir?

Mariposas eléctricas ©   (En edición)Where stories live. Discover now