Mariposas eléctricas

70.8K 3.5K 917
                                    


ϟ ..ઇઉ..ϟ

Sentí como me envolvía una potente ola de calor, tiñendo con violencia mis mejillas con un rojo intenso. Unas extrañas descargas eléctricas me recorrían de arriba a abajo, centrándose sobre todo en hacer cosquillas en mi estómago.

El tiempo estaba completamente congelado y yo no podía ver más allá del hombro de Alessandro, que se había inclinado sobre mí y me había abrazado, pasando sus fuertes brazos por mi espalda, cubriéndome por completo.

Mis manos temblaban cuando alcé los brazos y las coloqué con cuidado sobre la parte baja de su espalda. Inspiré con timidez su olor, dulce pero masculino, que se mezclaba con el olor a suavizante de su camisa azul. Él bajó la cabeza, enterrando la cara en mi pelo.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero cuando noté que el abrazo de Alessandro perdía fuerza. Bajé mis brazos y levanté mirada confusa para poder ver sus ojos, que brillaban con fuerza en una mirada amable. Él se enderezó lentamente mientras liberaba un sordo y profundo suspiro.

Mi corazón tropezó bruscamente contra algo dentro de mi pecho cuando creí ver cómo las comisuras de sus labios se inclinaban hacia arriba en un gesto casi imperceptible.

—Gracias.

¿Por qué ma las daba? Lo miré extrañada y él arqueó sus comisuras un milímetro más.

—La foto... Puedes quedártela, pero ve a dársela primero a Axel para que la evalúe; sería una pena que te bajasen la nota por no entregarla. Se ve que te gusta la asignatura, y además se te da bien.

Comenzó a caminar mientras que yo no podía hacer más que verlo alejarse. Mi cuerpo, aun ardiendo, se negaba a avanzar en una u otra dirección; me lanzaba claras señales de aviso de que si trataba de dar un sólo paso, mis rodillas cederían y acabaría en el suelo. Alessandro se giró, sobresaltándome, y levantó una ceja al ver que no me había movido.

—Él no va a estar esperando por esa foto mucho tiempo, y tienes que entregársela hoy. Ve —Ante su orden mi cuerpo se giró mecánicamente y comenzó a avanzar de nuevo hacia el instituto—. Daniella —Me giré para encontrarme con una mirada divertida y un proyecto de sonrisa—, me gusta el olor de las fresas.

Se giró dejándome de nuevo con la boca abierta, la cara colorada y miles de revoltijos en mi estómago.

Llegué al aula y le entregué la foto a Axel, que ya estaba cerrando la puerta con llave, aclarándole que había ido a dársela a Alessandro, por si le había parecido mal aparecer en mi exposición. Él asintió conforme y la recogió para buscar en su maletín de piel el sobre que tenía mi nombre y ponerla con las otras.

Salí con el profesor del edificio, asintiendo vagamente a los halagos que hacía de mis fotos; mi cabeza se encontraba muy lejos de allí, pesando en el comportamiento de Alessandro y en todas las incógnitas que lo rodeaban. 

Axel se dio cuenta de que mi mente estaba distraída.

—Daniella, ¿va todo bien? ¿Te estoy entreteniendo? —Preguntó con una amable sonrisa. Lo miré extrañada—. Parece que estés aquí escuchando un sermón obligatorio, pero con la cabeza en otro sitio.

Y de pronto recordé:

—¡Filipp!

—¿Filipp?

—Perdóname, Axel. ¡Tengo que irme! —Grité mientras corría hacia el laberinto.

¡Había olvidado por completo la citación del rubio! 

Mariposas eléctricas ©   (En edición)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu