La verdad puede doler

60.5K 3.2K 586
                                    


ϟ ..ઇઉ..ϟ

Escribí una nota para Alessandro y la dejé sobre su mesilla de noche; estaba durmiendo a pierna suelta y no iba a despertarlo sólo para despedirme.

Subí corriendo hasta la tercera planta y vi al fondo del pasillo a una alta y esbelta mujer de pelo largo y color caramelo. Mi madre.

—Mamá. —La llamé. 

Mi madre volteó a mirarme y dibujó una perfecta sonrisa. Abrió los brazos y yo corrí a abrazarla.

—¡Hola, mi vida! Te he echado mucho de menos. ¡Estás preciosa, cielo! Déjame que te vea bien —Se alejó un par de pasos y me miró de arriba a abajo con la boca abierta—. ¡Ese vestido es divino, Daniella! Ven, que te voy a hacer unas fotos. —Reí.

—Yo también te extrañe, mamá. —Hablé abrazándola de nuevo y estrujándome contra ella.

Me fotografió de todas las formas posibles a lo largo de todo el pasillo y cuando al fin estuvo conforme, recordó el tiempo que había estado esperándome.

—Por ciento, ¿dónde estabas? Llevaba un buen rato llamándote.

—Estaba en la lavandería —mentí—, creí que me daba tiempo a bajar la ropa sucia antes de que tu llegases —abrí la puerta y entramos en mi habitación—. ¿Me ayudas a quitármelo? —Ella sonrió y desabrochó los pequeños corchetes que mantenían el corpiño de mi vestido en su lugar.

Entré al baño y me coloqué el pijama para estar más cómoda.

—¿Ya has hecho las maletas? —Me preguntó, mirando a su alrededor.

—Aún no.

—Te ayudaré.

Después de un largo silencio, en el que sólo guardábamos ropa en mi maleta blanca, mi madre dejó salir un largo suspiro y me miró a los ojos; pude ver en los suyos que algo había cambiado; tenían un verde mucho más reluciente y un brillo intenso y danzarín que llenaba su mirada de una alegría que nunca había visto en ella.

—Siento no haberte llamado antes, cielo. Tuve mucho trabajo y me sentía cansada... La verdad es que mi cabeza no se encontraba en su mejor momento.

—Pero, ¿te sientes bien? ¿Te ocurre algo?

—No, cariño. Estoy muy bien... Mejor que nunca, la verdad. —Una sonrisa se asomó a sus labios.

Asentí, aunque mi preocupación no había desaparecido. Sabía que había algo que me estaba ocultando y, sin embargo, ella tenía razón, la veía muy bien.

—Tengo tantas cosas que enseñarte, cariño. ¡He hecho unos reportajes fotográficos espectaculares! Cuando vuelvas a Madrid te los enseñaré. ¿Tienes ganas de ver a tu padre?

Lo pensé durante unos segundos. Sí que tenía ganas de conocerlo, de saber cómo era, de que me explicase por qué no había formado parte de mi vida; de nuestra vida.

—Sí. Hay muchas cosas que quiero preguntarle.

—Luis te va a encantar, Daniella; es un hombre maravilloso.

—¿Y por qué os separasteis entonces? —Mi madre guardó silencio. Su mirada se puso triste y bajó los ojos hasta la maleta.

—Las cosas no siempre son fáciles, hija.

Su reserva me puso de mal humor. ¿Por qué no me hablaba claramente? ¿Por qué no me explicaba lo que yo quería saber?

—Tal vez podría entenderlas si te dignases a explicármelas.

Mariposas eléctricas ©   (En edición)Where stories live. Discover now