La despedida

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ϟ ..ઇઉ..ϟ


Supe que tenía que levantarme cuando el penetrante olor del café recién echo impactó en mi nariz.

Sabía lo que venía después, así que metí la cabeza debajo de la almohada en anticipación.

Ahí estaba; el infernal ruido del exprimidor. La madre de las chicas estaba haciendo zumo de naranja y no tardaría en gritar para que bajásemos.

Me incorporé despacio, evaluando los efectos de la noche anterior. No sentía mareos, ni dolor de cabeza, ni ganas de vomitar; estaba perfecta. 

¡Gracias, Dioses de las buenas resacas!

—¿¡Qué hace mi madre tan temprano!? A penas habremos dormido dos horas. —Gruñó Lucía, que escondía también la cabeza bajo la almohada tratando de no escuchar los ruidos de la cocina.

Miré el reloj. Las nueve y diez; habíamos dormido exactamente dos horas y media.

—¿Mi hermana ya se está duchando?

—Sí. —Le sonreí, aunque ella no me miraba.

—¡Me duele la cabeza!

—¿Y de quién es la culpa? —Le reproché. Ella gruñó de nuevo sin levantar la vista.

Linzy entró en la habitación envuelta en una toalla rosa y sonriendo, pero su sonrisa no duró más que un segundo. Me miró fijamente con sus profundos ojos negros y ahogó un gritó con las manos.

Me giré rápidamente buscando el peligro, pero detrás de mí sólo estaba su hermana aún sepultada por las mantas.

La miré de nuevo levantando los hombros. ¿Cuál era el problema?

Sin más, ella comenzó a reír, descolocándome por completo.

¡Mi amiga se había vuelto loca!

Miré a Lucía buscando ayuda justo en el momento en el que ella sacaba la cabeza para saber el motivo de las risas.

—¡Santa Madonna! ¿¡Daniella!? ¿Qué...? —Dijo señalándome. Sus ojos verdes estaban cargados de desconcierto.

¿Tenía la cara llena de mascara de pestañas? Podría ser, no recordaba haberme desmaquillado.

—¿Qué? —Pregunté tratando de limpiarme la cara—. ¿Qué pasa?

—¡¡Ahora entiendo todo lo que había en el baño!! —Lizz continuaba riendo, mientras que Lucía se cubría la boca y me observaba con aire culpable.

¿Qué había en el baño?

Me levanté de un salto, temerosa, y fui corriendo al baño, pero me quedé helada en la puerta. Encima del mueble del lavabo, había un recipiente de plástico y un pincel con restos de tinte.

" No, por favor. Dime que no." —Rogué al cielo.

Entré al baño y me miré al espejo rogándole a los Dioses que Lucía no hubiera tenido una idea de las suyas. El reflejo me devolvía una loca Daniella de pelo naranja que, de pronto empezó a gritar. Me tapé la boca con ambas manos para que ella también se callase.

Poco importaba tener el maquillaje corrido cual mapache cuando mi pelo tenía aquel aspecto. Lucía y Linzy me miraban desde la puerta como dos corderitos a punto de ser devorados por el lobo feroz.

—Dios mío... —A penas podía encontrar mi voz—. Dios mío —Mi tono aumentó. No lo podía creer—. ¡¡Oh. Dios. Mío!! ¿Pero que me habéis hecho?

Mariposas eléctricas ©   (En edición)Where stories live. Discover now