Baile de invierno

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ϟ ..ઇઉ..ϟ

Después de aquella tarde, Alessandro y yo nos habíamos decantado por pretender que aquel acercamiento nunca había existido. 

Tal vez él había logrado olvidarlo de verdad. Tal vez para él sólo había sido un pequeño error, un desliz fruto del momento, pero a pesar de fingir, yo tenía cada segundo grabado a fuego en la memoria.

Nos habían ayudado mucho los cuatro días de exámenes, que nos habían mantenido sumergidos entre libros y que, por suerte, ya habían terminado, llevándose con ellos las largas horas de estudio, los nervios y la intranquilidad. 

Tan pronto como el señor Renov nos diese el boletín de notas, marcharíamos al Pettit a prepararnos para el baile de invierno, que se celebraba aquella noche.

Habíamos decorado el gimnasio después de la pelea, con la ayuda de Axel, Alan, Jake y Alina, ya que Filipp no había salido de la enfermería hasta altas horas de la madrugada; por suerte su nariz no estaba rota, pero sí había perdido mucha sangre y necesitaba descansar y estar vigilado por si había complicaciones. 

Todos habíamos quedado encantados con la decoración, el gimnasio parecía un paraje mágico e invernal del que nadie podría sacar una sola queja.

El profesor de matemáticas dio unas fuertes palmadas para que le prestásemos atención.

—Muy bien, señores, señoritas; como tutor de la clase "A", me corresponde entregarles las notas de este primer trimestre. ¡Quiero que sepan que algunos de ustedes me han decepcionado demasiado! ¡No puede ser que un alumno de ciencias suspenda matemáticas o física! Entendería, en último caso, que suspendiesen lengua, dibujo, o baile, ¡pero no las materias propias de su rama! ¡No sé qué opinarán sus padres al respecto, pero para mí es una vergüenza! ¡Pónganse las pilas! ¡Estudien! ¡Porque a mí no me va a temblar el pulso para suspender a todo aquel que no llegue al nivel que esta institución se merece!

A pesar de su avanzada edad y del tierno aspecto que le proporcionaba ese jersey verde con el dibujo de dos renos de enorme nariz roja, el señor Renov sabía imponer respeto como un militar. Todos nos sentamos derechos en nuestra silla, perplejos y un poco asustados.

—¿Cuántos de aquí piensan heredar la empresa de sus padres? —Varios alumnos levantaron la mano temerosos—. ¡Vaya! Señor Petterson, ¿su padre no es director de un banco?

—S-Sí, señor.

—¿Y cómo pretende sucederle sin saberse la tabla de multiplicar? —Nadie se atrevió a reírse. El profesor respiró hondo y caminó hasta su silla—. He de decir, que también hay alumnos que me sorprendieron, y me da mucha pena que esas buenas mentes se vayan a contaminar de las demás, como manzanas sanas en el mismo cesto que una manzana podre. No dejen que esto les suceda. Y ahora, pasarán a recoger las notas por orden de lista. Diego Aguirre...

Cuando escuché mi nombre caminé hasta el frente de la clase y me paré delante de la mesa del profesor, mientras él estudiaba la hoja que contenía mis notas.

—Usted es una de las que me ha sorprendido gratamente, González —Habló asomando los ojos por encima del folio—. Habla mucho en clase y hay algún profesor que no está conforme con su conducta...—Enseguida pensé en la platino—, pero yo, que ya soy viejo, sé que eso sólo es fruto de su juventud; su buen cerebro en cambio será para siempre, úselo bien. Ha aprobado todo.

Tomé la hoja y le agradecí feliz. Tenía buena notas; varios nueves, un ocho en cocina, un diez en fotografía, otro ocho en francés y, después, tenía un cinco raspado en modales.

Mariposas eléctricas ©   (En edición)Where stories live. Discover now