Sábado

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ϟ ..ઇઉ..ϟ

Abrí con pereza los ojos, pero no vi más que oscuridad. 

A mi lado, una suave respiración me calentaba la oreja, haciéndome espabilar de golpe.

Sentía un leve peso sobre mis costillas y supe que Alessandro descansaba su brazo sobre mí. Todo mi cuerpo subió de temperatura, despertando a mis mariposas, que comenzaron a bailar en mi estómago. 

¿Cuánto tiempo habría estado abrazándome?

Una sonrisa involuntaria asomó a mis labios al pensarlo, pero rápidamente la borré, convenciendome de que Alessandro abría acercado a mi a causa del frío. El pobre había pasado toda la noche durmiendo sobre el edredón. 

A pesar de que me había costado dormir al saber que lo tenía al lado, que dormía en su cama, su tranquila respiración había sido como una nana que poco a poco me había hecho caer en los brazos de Morfeo.

Con cuidado, agarré su brazo y lo dejé al lado de mi cuerpo; él se removió y se giró asustándome, pero me relajé ver que seguía durmiendo. Me levanté despacio de la cama y traté de cubrirlo con las mantas; al menos pasaría sus últimas horas de sueño calentito. Al pensar en ello, me golpeó un gran sentimiento de culpa. Tendría que encontrar la forma de agradecerle el favor. 

Me arrastré a oscuras por la pared hasta dar con el interruptor que buscaba y encendí la luz. No quería despertar a Alessandro, pero necesitaba ver. Por suerte él ni se inmutó.

Fui hasta su escritorio y agarré una hoja y un bolígrafo; mientras pensaba, su móvil comenzó a vibrar a mi lado, haciéndome olvidar el gran discurso de agradecimiento que iba a escribir. Me quedé mirando cómo se iluminaba en silencio el nombre de "Rosetta" en la pantalla hasta que, finalmente, se quedó en negro. Vi a Alessandro durmiendo con gesto apacible y el pelo revuelto en una maraña imposible.

El fantasma de nuestro casto beso volvió a mi mente. Recordé la conversación que habíamos tenido por la noche, cuando me había dicho que no sabía lo que se sentía al estar enamorado. ¿Por qué estaba con aquella chica entonces?

Sacudí esos pensamientos de mi cabeza; a mí no me incumbían los asuntos de Alessandro. El beso había sido sólo para alejar a aquellos tipos. Nada más. 

Eran las siete y media de la mañana. Debía darme prisa si no quería que me descubriesen y él tuviese problemas por ayudarme. Además, debía apurarme para estar a las diez bajo el Big Ben para mi encuentro con Pablo.

Debía estar contenta, al fin había llegado el ansiado día: ¡el último sábado del mes! 

Dejé la nota sobre la almohada y entré al baño a ponerme el uniforme.

Alessandro me había dicho que lo mejor era pedirle las llaves de repuesto a Sophia por la tarde, pero no podía esperar tanto; al fin podía salir del internado y no lo haría con el uniforme escolar.

Salí con mi improvisado pijama en la mano; lo lavaría antes de devolvérselo. Abrí la puerta de la habitación con cuidado y eché un vistazo al desierto pasillo, escuché a Alessandro removerse de nuevo, por lo que me apuré a apagar la luz y salir de su habitación.

Bajé corriendo a la lavandería que, para mi suerte, ya estaba abierta. Metí su ropa en la lavadora y cerré la puerta sin encender el aparato.

Corrí hacia la habitación de Sophia y llamé a la puerta. Después de insistir un par de veces, la somnolienta orientadora abrió y me miró con odio.

Mariposas eléctricas ©   (En edición)Where stories live. Discover now