No puede ser

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ϟ ..ઇઉ..ϟ

Todos me miraban esperando una respuesta que yo no era capaz de pronunciar. La intensa mirada de Filipp hacía que mis piernas flaqueasen mientras que la calidez de los ojos de Alessandro lograba que mi corazón latiese acelerado.

¿Cuánto tiempo llevaba en silencio desviando la mirada de uno a otro? No lo sabía.

"Piensa, Daniella, ¡piensa!" —Me apuré.

—Sí... Yo... creo que es lo mejor. —Filipp abrió los ojos con sorpresa al mismo tiempo que Alessandro me sonreía con la mirada.

—Lo es —Asintió. Miró al rubio que lo observaba con gesto serio—, porque además de tener que estar controlando el baile, lo más correcto es que yo vaya con una... amiga —Su mirada se detuvo en mí unos segundos. Sentí una aguda punzada en el pecho y agaché la cabeza para evitar que el malestar que notaba se viese reflejado en mis ojos—, y Daniella es lo más parecido que tengo a una.

Levanté la vista de nuevo al escuchar mi nombre. Filipp desvió la mirada durante unos segundos y con un largo suspiro asintió a Alessandro y me sonrió a mí. Sentí unas leves cosquillas en mi rostro y vi que Alessandro me miraba curioso, con una ceja arqueada. Aparté la vista rápidamente.

—Y... ¿dónde están todas? —Pregunté mirando a mi alrededor para cambiar de tema. La gente ya empezaba a levantarse para ir a la pista de gimnasia.

—Hoy es el desfile de Luis Giannetti, Nella —Explicó Jake logrando que mi cuerpo se tensase de arriba abajo—, ¿recuerdas? Casi la mayoría de las chicas han salido para verlo. —Asentí en silencio. Había sido un mal cambio.

—Y también algunos chicos... —Rio Alan, pestañeando cómicamente. Le sonreí.

—Entiendo. Se hace tarde, voy... a subir a cambiarme. —Vi aumentar la extrañeza de Alessandro en sus ojos marrones.

—Te esperamos en la sala, amie.

—No te preocupes, Ali. No lleguéis tarde por mi culpa. —Sentí la mirada de Alessandro sobre mí hasta que cerré la puerta del comedor.

Subí a mi habitación para colocarme el uniforme de gimnasia. Sabía que llegaría tarde a clase, pero aun así no me daba prisa. Me detuve delante del espejo del baño para retocar mi maquillaje; nadie se había dado cuenta de las pequeñas marcas amarillas de mi rostro, y así debía seguir siendo.

Caminé tranquilamente hacia el amplio gimnasio. La bonita falda-pantalón no nos hacía ningún favor en esta época del año y lo mejor era correr hasta llegar a clase para no pasar frío, pero en aquel momento a mí no me importaba que mis piernas se pusiesen azules. 

Mi mente se había bloqueado tratando de procesar la idea de que Alessandro necesitaba a una amiga para ir al baile; la necesitaba porque él tenía novia. Ella no estaba en el internado, pero la tenía.

No me di cuenta de que ya había entrado en el gimnasio hasta que escuché a Rachel que, embutida en unas apretadas mayas negras y un pequeño top blanco, ya había empezado la clase y gritaba como si fuese una animadora.

—¡Se nota que ya hay calefacción! —Me susurró Alan, señalándola con la mirada y ganándose un codazo de Alina en las costillas.

Reí en silencio y me acerqué a la profesora, que no me había visto entrar.

—¿Puedo pasar?

—¡Oh! Daniella, si, no te preocupes. Hoy trabajarás con Alessandro porque tus compañeros ya están de a dos, él sabe lo que tiene que hacer —Asentí y me encaminé lentamente hasta el borde de la pista donde él esperaba sentado en suelo—. Hoy tengo la clase casi vacía —Suspiró Rachel hablando consigo misma—. ¡Venga chicos, vamos desde el principio! Uno, dos, tres cuatro. Uno, dos...

Mariposas eléctricas ©   (En edición)Where stories live. Discover now