¿Misión cumplida?

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¡Me estaba besando! ¡Alessandro me estaba besando y yo sentía que todo mi interior había estallado en llamas! 

Había sido exigente al principio, casi brusco en su afán por ser correspondido; presionaba mis labios y tiraba ligeramente de ellos con los suyos, hasta que finalmente un ronco gruñido y un leve mordisco en mi labio inferior habían destrozado todas mis barreras.

Abrí la boca permitiendo que su aliento cálido me embriagara y lo besé logrando que su rudeza se transformase, dejándome sentir sus deliciosos labios, tan suaves, dulces y húmedos, en un beso delicado, lento, profundo y cargado de sentimientos.

Todo mi cuerpo reaccionaba a la calidez de Alessandro. ¿Estábamos en diciembre? Yo sentía que estábamos en pleno Ecuador y en el mes de agosto. Mi corazón latió acelerado cuando una de sus manos subió hasta mi nuca lanzando pequeñas descargas de electricidad a través de mi columna, mientras que la otra me estrechaba contra él, enroscada a mi cintura, quemándome la piel como si no llevase una sola capa de ropa puesta, y yo me derretía bajo su abrazo.

Podría morirme en ese mismo momento. Literalmente, podría morirme porque empezaba a faltarme el aire; lentamente, me separé de Alessandro y comprobé que él también respiraba agitado luchando por conseguir más oxígeno.

Nunca lo había visto tan hermoso. Ruborizado, con los ojos brillantes y llenos de felicidad, y una preciosa, sincera y amplia sonrisa que me dejaba completamente aturdida. Era la primera vez que lo veía sonreír así, ¡y me sonreía a mí! Era imposible expresar con palabras la felicidad que eso me acusaba, sin embargo, a medida que mi cerebro recuperaba su capacidad para pensar, más se desvanecía mi alegría, hasta que finalmente, una sola idea cruzó mi mente destrozando todo rastro de felicidad que pudiera haber sentido.

Alessandro notó enseguida el cambio hostil que se produjo en mi mirada y me miró extrañado.

—¿Daniell..? —Alcé la mano para pegarle una bofetada con las pocas fuerzas que me quedaban en ese momento, pero él fue más rápido y sujetó mi mano antes de que llegara a su destino—. ¿Qué haces?

—¿Por qué mierda me has besado?

—¿Qué? ¡Tú me has correspondido! —contestó sonriendo. ¡Se atrevía a reírse de mí!

—No tenías derecho Alessandro. ¡No tenías derecho! —grité mientras él se ponía serio y me miraba completamente contrariado.

—Yo...

—¡No quiero ser tu segundo plato! ¿¡Lo entiendes!? ¡No seré el reemplazo de nadie! 

Me picaban los ojos, y las lágrimas me impedían ver bien pero aun así podía apreciar la preocupación del rostro del semipelirrojo. ¿Cómo había podido besarme? ¿Cómo se había atrevido a buscarme después de haber estado con su novia? Me eché a llorar sin poder soportar la sal en mis ojos por más tiempo, pero me giré para que él no me viera.

—No eres mi segundo plato, Daniella. —dijo él con seguridad agarrando mi brazo. 

Me solté bruscamente de su agarre pero él me sujetó de nuevo y me obligó a mirarlo de nuevo.

—¡Suéltame! —grité con voz ahogada.

—¡No! ¡Escúchame! Tú eres mi primer plato, el segundo y el postre, Daniella. Tú lo eres todo para mí —Lo miré con rabia, negando con la cabeza, sin llegar a creer que él me estuviese mintiendo de tan vil manera—. Hoy he ido a ver a Rosseta, ¡pero fue para terminar con ella!

"¿Qué?"

Dejé de forcejear y lo miré fijamente. Sus ojos me decían que no mentía.

Mariposas eléctricas ©   (En edición)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt