Capítulo 21: El Ninja Número Uno Hiperactivo Cabeza Hueca

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Naruto

— ¡No te dejaré hacerlo! — Estalló Hinata y la observé sorprendido. Casi siempre se mantenía silenciosamente nerviosa, pero cuando estallaba, podía ser aterradora. — Hasta ahora no he podido ser de ayuda en esta misión, pero también soy fuerte y puedo apoyarlos ¡No tienen que hacer esto solos! No sabemos lo que se pueda esconder allá dentro... y... y podrían pasar días sin encontrar la salida. Yo podría guiarlos. Quizás, si encontráramos una for...

— ¡Ni hablar! No te dejaré entrar a este lugar. — Insistí un poco molesto. Era difícil el tener que dejarla atrás, pero no estaba dispuesto a siquiera considerar la posibilidad de perder a alguien más en esta misión. Mucho menos a ella.

— Un momento, Naruto. Piénsalo bien... — Intervino Shino inesperadamente. — Como lo veo, sin ningún tipo de Jutsu visual podría ser imposible cruzar el laberinto. Y el Kekkei Genkai de Hinata podría ser de algún tipo de ayuda.

— Pero, para usar el Byakugan, Hinata necesita Chakra y, por ende, no tendría otra opción que quedarse al margen de la estructura de piedra. — Anotó Sasuke pensativo. — E, incluso si gritara, no habremos cruzado ni 100 metros antes de haber perdido el sonido de su voz. — El rostro de Hinata se pintó con frustración y apreté los labios mientras me acercaba a ella y tomaba sus manos.

— Lo siento, Hinata. — Le dije en voz baja. — Sé lo que eres capaz de hacer, pero no podría perdonarme si algo te llegara a pasar...

Y el silencio que se impuso entre nosotros parecía ser más difícil de atravesar que el gigantesco muro con el que ahora nos enfrentábamos.

— Esperen... quizás no tenga que entrar...— Balbuceó Kiba, al cabo de un rato, con la mirada baja. Luego asintió para sí mismo en repetidas ocasiones y su cara adquirió una expresión, cuando menos, optimista. — Dime Hinata ¿Aún tienes los intercomunicadores que usamos en nuestra última misión? — Ella escarbó con urgencia en su mochila y sacó un montón de cables enmarañados. Su expresión se iluminó.

— Hinata puede indicarles el camino desde afuera. — Anunció Kiba y miré a Hinata indeciso. — Era la dinámica que solíamos usar en nuestras misiones de espionaje y, quizás, puede ayudarles también. — Sasuke me observó con una indescifrable expresión.

— La última palabra la tienes tú, Naruto. — Suspiré vencido.

— Contamos contigo Hinata.

— Será mejor que partan ahora si esperan aprovechar los últimos rayos de sol. — Les dijo Sasuke a Kiba y Shino, mientras observaba el horizonte.

— No mueras. — Se despidió Kiba de mí mientras me ofrecía la mano para que la estrechara. Luego se volteó hacía Sasuke y esbozó media sonrisa. — Y tu tampoco Sasuke... Aún tenemos que echarle la culpa a alguien si algo llega a salir mal.

Dejé ir a Kiba y Shino con una sensación agridulce y espere hasta que se perdieran por el mismo camino por el que habíamos venido. Sabía que era lo correcto, pero eso no lo hacía más fácil. Mis músculos dolían y mis parpados caían pesados, pero, más que cualquier cosa, me sentía como un perdedor a quien le estaban dando una paliza. No importaba quién demonios era ahora, al final del día, no podía evitar sentirme como el niño que no había podido traer de vuelta a su amigo. Apreté los puños.

Sólo un poco más, Sakura...

———

Hinata me ofreció uno de los intercomunicadores con la advertencia de que sólo durarían un par de horas. Apenas las suficientes para cruzar el laberinto si manteníamos una buena velocidad. Me coloqué la banda con el micrófono en el cuello, e inserté el pequeño audífono en mi oído. Luego presioné el pequeño botón que encendía el aparato y comprobé que Sasuke también ya lo tenía puesto. Le di un pequeño abrazo a Hinata, y me acomodé junto a Sasuke frente a la entrada.

Recuerdos de la Hoja: Confesiones de los Once de KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora