Capítulo 3: Un Juramento de Silencio

1.5K 178 25
                                    

Shikamaru

Un silencio incomodo se apoderó del lugar mientras el papel pasaba de mano en mano entre nosotros ¿Por qué hacían tanto escándalo? No es como si lo que hubiera en esa caja fuera, precisamente, valioso. Ino me extendió la nota con una inquietante y sombría mirada, y la recibí con perplejidad. Mis ojos recorrieron las letras lentamente y tuve que releer el papel unas cuantas veces para convencerme de que no era broma. Mierda... esto era malo. Y esa era una manera amable de describirlo.

Ese viejo me iba a perseguir hasta el día de mi muerte.

Le di el papel a Chōji entre un suspiro mientras disfrutaba de los últimos minutos de paz que, seguramente, tendría en mucho tiempo ¿Por qué siempre terminaba enredado en los asuntos de los demás? Qué problema... Levanté la vista al intenso azul del cielo mientras una pequeña agitación se extendía en mi pecho por lo que suponía, se avecinaba. Quizás, estaría mucho más tranquilo si tuviera que lidiar con Naruto o algo por el estilo. Pero estábamos hablando de Sasuke Uchiha y del anciano que se había metido con la que ahora era su esposa...

Temari se enojaría si le contara todo esto.

Ino se excusó algo nerviosa, Lee proclamó estar algo cansado y, a fin de cuentas, todos buscamos una razón para zafarnos de la situación. Me di la vuelta sin mucho interés mientras me despedía con mi mano y no pude dar más de dos pasos antes de que Sasuke se interpusiera en mi camino con una fría mirada. Por lo menos, lo había intentado.

- Tenemos que hablar. – Qué prometedor... Asentí sin mucha emoción.

- ¿Está todo bien, Sasuke? – Preguntó Sakura alcanzándonos a mi lado. Él tragó saliva, pero no apartó su oscura mirada de mi rostro.

- Está bien. – Intervine sin saber realmente por qué. – Sasuke sólo me va a entregar el reporte de su misión pasada.

- Oh, de acuerdo. – Musitó ella sin mucho convencimiento. Luego se acercó a su esposo y le dijo algo en voz baja que le hizo suavizar fugazmente la mirada. En otras condiciones, la hubiera invitado a que se uniera a nuestra... amistosa conversación sin dudar. Este sujeto era aterrador cuando quería.

Sakura se marchó junto a Naruto y Hinata hacia la Aldea, mientras que Sasuke se adentró en el bosque conmigo siguiéndolo con más resignación que molestia. Tras unos cuantos minutos, me encaró y mostró la palma de su mano donde se encontraba la nota arrugada.

- ¿Cómo demonios llegó esto acá?

- ¿Y yo que sé? – Respondí sin mucho interés. - Yo no lo puse allí y sospecho que tú tampoco. Debió ser una broma de alguien.

- ¡No mientas! Tu eres el único que sabe lo que pasó ese día.

- A menos de que ese viejo le haya dicho ese pequeño trabalenguas a alguien más. Usa la cabeza Sasuke, y te darás cuenta de que esto es más sencillo de lo que crees. Primero, ese anciano ya debió haber muerto. Nadie vive tanto y, de ser lo contrario, hace días hubiera llegado a la Aldea como siempre hacía. Segundo, esta nota fue dejada por alguien después de que dejarás a la Hoja y, para ese momento, ese hombre no estaba aquí. Así que no pudo ser él. Tercero, los únicos que conocíamos el paradero de la caja éramos los Once y ninguno tenía razón para hacer algo como eso. Así que mi teoría es que alguien descubrió la capsula por accidente y corrió la voz. Una persona que se haya cruzado con nuestro amable sujeto vio la oportunidad de hacer una broma con la coincidencia de los veinte años y henos aquí. – En realidad, era consciente de que esa última parte contaba con más suposiciones y vacíos de los que me gustaría admitir, pero si me sacaba de encima este problema...

- Si crees que soy un estúpido al que puedes enredar como a Naruto, te equivocas. Yo no creo en las coincidencias. Y ese tipo no era alguien que se pueda tomar a la ligera.

- Bien. Entonces supongamos que ese anciano sigue con vida y vuelve a la Hoja después de veinte años ¿Para qué quisiera hacerlo?

- Él quiere a Sakura.

- Él estaba jugando contigo, Sasuke. Era amigo del Tercer Hokage y, cuando menos, una persona extraña al que le gustaba coleccionar cosas. Pero no era malvado. Sí, lo acepto, era fuerte. Pero, después de todo este tiempo, no les llega a los pies a ninguno de nosotros. Menos a Sakura. Confía en tu Aldea y céntrate en la misión que hoy tienes, nada ocurrirá.

- Yo no puedo perderla otra vez. – Susurró con los puños apretados y la mirada en el suelo, aflojé mi mandíbula con comprensión. Jamás pensé ver a Sasuke Uchiha... asustado. Supongo que, al final del día, era tan humano como nosotros. Tenía una familia a la que amaba y a la que temía perder ¿Cómo me sentiría si estuviera en su lugar?

- Iré a la puerta de la Aldea y pediré el registro de ingreso de las últimas semanas. Ordenaré una investigación exhaustiva e intentaré hallar el paradero del hombre, pero no puedo hacer más que eso. – Su expresión se endureció. – Descuida, seré discreto. No diré nada.

- Bien. – Musitó mientras daba media vuelta y se marchaba.

- Esto... amigo. – Farfullé inseguro mientras rascaba la parte posterior de mi cabeza. – Todo va a estar bien, enserio. Las cosas ya no son como antes, no tienes que hacerlo todo tu sólo y, para bien o para mal, ya eres uno de nosotros.

- Te lo agradezco, Shikamaru. – Pronunció antes de esfumarse en menos de un pestañeo.

Caminé pensativo las calles de la Aldea, mientras que el cielo sobre mí empezaba a nublarse progresivamente. Siempre había sido una persona racional y pragmática y, quizás por eso, me costaba entender la pasión y emoción de los ojos de tipos como Sasuke y Naruto. Hace veinte años había fallado mi primera misión como Chūnin sin poder traer a Sasuke de vuelta a la Aldea ni conservar ileso a Naruto. Y, en días como estos, la culpa se asomaba fastidiosamente para recordarlo.

El Sasuke que conocí en ese tiempo me hubiera culpado y atacado indiscriminadamente ante la duda, pero el de ahora se acercaba a discutir el asunto y me creía cuando le decía que todo iba a estar bien. Y esta vez no iba a permitir que se exiliara en la oscuridad frente a mis ojos. Yo quería proteger todo aquello que no había podido dos décadas atrás. A mi equipo, a mi familia, a Naruto, a Sakura...

Yo quería proteger a mi Aldea.

- ¡Hey! – Les grité a los ninjas que custodiaban la entrada. - ¿Alguna novedad en los visitantes de las últimas semanas?

- Oh, Shikamaru. Eres tú. – Respondió uno de ellos con un mondadientes en la boca mientras colocaba sobre el estante de madera los libros de registro. – Para nada. Los mismos comerciantes de siempre y algunos ninjas que han vuelto de sus misiones. – Explicó mientras me permitía ojear los nombres genéricos escritos en las páginas.

- Es una lástima. – Continuó el otro de puntiagudo cabello azul con una larga cicatriz sobre la nariz. – Esperaba que viniera el anciano que siempre llega por estas fechas a la Aldea. Incluso doblé mi turno sólo para verlo... ¡Es cierto! Shikamaru tú lo recibiste la última vez que vino ¿No es verdad? Yo estaba de guardia ese día.

- Sí, eso hice. – Comenté mientras cerraba los cuadernos y se los devolvía. Si este tipo que había conocido al anciano, no lo había visto. Era buena señal, por ahora.

- ¿Sabe si vendrá este año?

- No lo sé. Yo lo conocí por meterme donde no debía y hasta el día de hoy no ha dejado de darme dolores de cabeza. Hazme saber de inmediato, si llega.

- Como ordene. – Exclamaron los dos al unisonó.

Pequeñas gotas de lluvia empezaron a mojar mi traje mientras me alejaba y, pronto, se convirtieron en un pesado aguacero. Me cobijé debajo del techo de una tienda de verduras y el sonido del repiquetear del agua ¿Debería ir a la oficina del Hokage a contarle todo lo que sabía a Naruto? No, eso sólo lo haría preocupar innecesariamente. Este problema podía resultar insignificante al final y sólo azuzaría el fuego. Además...

Yo le había jurado que jamás le contaría a nadie lo que vi ese día.

Recuerdos de la Hoja: Confesiones de los Once de KonohaOnde histórias criam vida. Descubra agora