Capítulo 6: Arrepentimiento

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Ino

- ¿Seguro que estás bien? – Le pregunté a Sasuke mientras lo alcanzaba corriendo. Desde que salimos de la Aldea, hace un par de días, se encontraba más callado y reservado de lo usual. Alejaba con un solo gesto a cualquiera que se le aproximara y, ni siquiera, había querido comer con nosotros. A estas alturas, ni siquiera estaba segura de que hubiera ingerido algo más que agua en las últimas 48 horas.

- Estoy bien.

- ¿Sabes? Deberías relajarte un poco. – Comencé con fingida calma. - Ya fuiste a la Aldea y te aseguraste de que Sakura estuviera bien. Comparte con tu hija, con Boruto... si sigues así terminarás asustando a todo el mundo y echarás a perder el viaje. – Pero ni siquiera se dignó a mirarme ¡Agh, que grosero era! – Odio decirte esto, Sasuke, pero si esto continua tendré que enviarte al final del grupo.

- Haz lo que quieras. – Refuto sin tacto. – Yo no debería estar aquí de todas maneras. – Ni mucho menos yo, pero eso no era algo que él podía saber.

- Sakura va a estar bien. – Musité justo como me lo repetía a mí misma cada hora. – Ella es fuerte y está en la Aldea con el Hokage, Shikamaru y los demás... ese viejo no podría alcanzarla ni, aunque quisiera. No va a poder cumplir su promesa... – Ni yo la mía. Con brusquedad Sasuke se interpuso en mi camino con una mirada de hielo, y pude sentir al grupo murmurar con perplejidad.

- ¿Qué promesa? – Solté un quejido al verme atrapada y tragué saliva nerviosa. Había hablado de más. - ¿Qué tienes que ver tú en todo esto?

- Yo... Shikamaru me lo contó todo. – Mentí mientras sentía lágrimas acumularse en mis ojos. Se había acabado. Tendría que confesárselo todo y asumir el filo de las consecuencias también. Pero... ¿Cómo? ¿Cómo podría hacerle eso a mi familia? Pude sentir a Sasuke resoplar y palmear su rostro con cansancio.

- Sólo déjalo. – Dijo con la mirada baja. - Probablemente, no tienes nada que ver con esto. Yo sólo... estoy desesperado. Siempre pasa lo mismo... cuando más me necesita, me marchó de su lado. Y, aunque ella pueda perdonarme una vez más, yo no estoy seguro de poder volver a vivir tranquilo si algo malo le llegara a pasar.

- Sasuke... - Apenas pude susurrar sorprendida. Si era sincera, desde que había vuelto a la Aldea no había podido dejar de mirarle con desconfianza y miedo, como lo hacía la mayoría. El Sasuke de sangre fría al que yo le temía, ahora se revelaba como un hombre de carne y hueso ¿Esto era lo que Sakura veía cuando lo miraba?

Sasuke continuó su camino aparte, mientras que yo me mantuve estática hasta que el grupo me alcanzó. Sin perder tiempo, los niños empezaron a hacerme preguntas a las que apenas pude responder con monosílabos. Y pronto, la noche del tercer día cayó sobre nosotros tan pesadamente como el remordimiento que me carcomía la memoria. Si tan sólo hubiera ignorado las venenosas palabras de ese anciano, hace veinte años, nada de esto hubiera pasado. En ese momento era una niña tonta, herida y celosa, pero eso había acabado ya ¿Por qué pensé que su recuerdo también se iría por sí mismo?

Sasuke eligió un lugar en el que podíamos acampar. Alzamos las tiendas, encendimos una fogata y calentamos un poco de comida para todos. Los Gennin contaron historias de terror a la luz de las flamas y, cuando caía la media noche, ya lo últimos infantes de La Hoja dormían plácidamente bajo mi guardia en algún lugar perdido en medio de las fronteras de dos países ninja. Observé las últimas chispas de fuego consumirse, mientras abrazaba mis rodillas.

Yo tampoco sabía si iba a poder perdonarme, si algo le llegara a pasar a Sakura, Sasuke.

Sentí movimiento al otro lado de la fogata y vi como Sarada se sentaba enojada en la misma posición en la que yo estaba. Me levanté despacio y me acerqué hasta acomodarme a su lado. Guarde silencio, a diferencia de otras ocasiones, hoy no me sentía con el ánimo de presionar a nadie a contarme sus dolencias con una sonrisa.

- ¿Crees que soy una mala persona? – Preguntó Sarada con la voz quebrada. – Discutí con Chōchō y fui odiosa.

- ¿Por qué discutían?

- Yo estoy preocupada por papá... Convencí a Chōchō para espiarlo y el sensei nos descubrió por su culpa. Nos dijo que, si volvíamos a romper las reglas, el viaje se acabaría para nosotras. Es tan injusto. Chōchō no me ha querido hablar desde entonces. – Esbocé media sonrisa.

- Estoy segura de que van a estar bien, es natural pelear de vez en cuando con tus seres queridos. Eso significa que aún te importan y les importas. Cuando éramos pequeñas, Sakura y yo solíamos discutir a menudo. – Los ojos de Sarada brillaron con curiosidad.

- ¿De verdad?

- Ajá. Cuando conocí a tu madre era una pequeña niña llorona a la que todo el mundo molestaba por su gran frente de marquesina. Un pequeño botón que estaba lejos de florecer... - Ahogué una sonrisa ante los recuerdos que ahora nublaban mis pensamientos. – A las dos nos gustaba Sasuke ¿Qué te parece?

- Agh. – Respondió con cara de asco, lo que me hizo reír.

- No sé en qué momento pasó exactamente, pero Sakura floreció de repente. Me dejó de necesitar. Puede que no viniera de una familia ninja importante, pero era igual o mejor que yo en la escuela. Aprendió a vestirse bien, dejó crecer su cabello y llegó a ser bastante popular entre los chicos también. Sin embargo, nada de eso me importó hasta los Exámenes Chūnin. Sakura no tenía oportunidad con esos ninjas del Sonido... y, aún así, peleó a muerte con ellos para proteger a su equipo. Yo no hubiera sido capaz de algo así en un millón de años... creo que nunca me habían dado un golpe más bajo.

- ¿Y qué pasó luego? ¿Cómo volvieron a ser amigas otra vez?

- Crecimos, Sarada. Y nos dimos cuenta de que la popularidad, el orgullo o un simple enamoramiento, no eran nada en comparación a la crueldad del mundo real. Si hubiéramos prestado más atención a nuestro entrenamiento, hubiéramos podido salvar lo que nos era preciado. Sakura dejó de mirarme con desafío y empezó a entrenar para nunca perder a un ser amado otra vez, pagar la deuda que tenía con Naruto y no sentirse como una carga para su equipo. Se convirtió en una heroína en la Guerra y superó el nivel de habilidad de su maestra. Podrías decir que floreció de nuevo.

- Es increíble. – Musito Sarada con una sonrisa.

- En eso tienes razón. – Pronuncié mientras le revolvía el cabello juguetonamente. – Sakura es bastante increíble. Ahora ve a dormir y haz las paces con Chōchō. – Sarada asintió con alegría y tras una breve inclinación, salió con paso firme hasta su tienda.

Decidí que también era momento de que fuera a la cama, así que me sacudí el polvo de la ropa y, apenas a un par de pasos, pude sentir movimiento tras de mí. Quizás era Sarada y había olvidado decirme algo... Si embargo, quien se deslizó entre las sombras fue Sasuke, con una expresión indescifrable en su rostro.

- ¿Era cierto? Lo que le dijiste a Sarada sobre Sakura.

- No pensé que nos estuvieras escuchando. – Respondí avergonzada. - Sólo la estaba animando.

- No, me ayudaste a resolverlo. Excúsame con los demás, diles que tuve que volver a la Aldea de emergencia.

- Un momento, Sasuke. – Lo detuve confundida. - ¿A dónde crees que vas?

- Si algo le llegara a pasar, sería mi culpa. – Sentenció mientras se soltaba de golpe de mi agarre y se perdía entre la noche. Abrí mi boca para detenerle y escupirle la verdad en la cara. Sin embargo, no me moví. En vez de eso, mis mejillas se humedecieron mientras mis músculos se congelaban bajo la luz de las estrellas.

No, Sasuke.

Si algo le llegara a pasar a Sakura, sería mi culpa.

Recuerdos de la Hoja: Confesiones de los Once de KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora