Capítulo 31: Confesiones de los Once de Konoha

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Sakura

— Así que así se siente... — Murmuró Satoshi mientras caía al suelo y su imagen empezaba a disiparse. Las personas ahogaron un grito sorprendidas, y me arrodillé junto a él. — Lamento no haber podido protegerte a ti también. — Apreté los labios sin saber que decir. Satoshi se equivocó, pero también había sido víctima de su propio miedo y rencor. Se sentía responsable de pagar la vida de su pueblo con la suya y salvar la mía, como no había podido hacer con su hija. Así que sólo necesitaba escuchar una cosa para poder partir en paz.

— Yo lo perdono, señor Satoshi. — Exclamé, lo que lo hizo derramar lágrimas de alegría.

— Yo... tengo una última profecía para ti, hija. — Y aquellas palabras me helaron la sangre. — Si te pierdes en los ojos del pasado, le quitarás el aliento al futuro.

Satoshi se desvaneció lentamente frente a mis ojos, y observé asustada a Sasuke. De pronto, cientos de piedras empezaron a desprenderse del techo y las personas que acababan de despertarse del Jutsu empezaron a correr en todas las direcciones. Las paredes del lugar se habían agrietado gravemente debido al temblor de antes, y, si no hacíamos algo pronto, nos iban a aplastar a todos.

Protegí a las personas de los escombros, entre tanto, Naruto y Sasuke las sacaban del lugar. Sin embargo, me era difícil concentrarme tras escuchar las últimas palabras de Satoshi. Si era cierto y podía hablar de Sarada, yo... no sabía que iba a hacer. Sin embargo, también era cierto que las profecías de Satoshi no eran del todo acertadas.

Sí, Sasuke me había hecho daño. Pero no por las razones que Satoshi creía. No lo recordaba, así que me había dolido enterarme del pasado del Clan Uchiha. También me había conmovido su voluntad de sacrificarse por mí. Incluso, si tenía que sufrir en silencio que yo no lo reconociera. Claro que me había lastimado antes cuando buscaba venganza contra Itachi, pero él ya había pagado por sus errores y yo por los míos.

— ¡Date prisa, Sakura! — Me gritó Naruto mientras el último grupo de personas salía. Corrí fugazmente detrás de ellas, y di una última mirada al escondite de Satoshi. Al fin su reinado había acabado.

Alcancé las escaleras de piedra con el derrumbe tras de mí y, antes de llegar a la superficie, el piso cedió ante mí. Me sentí caer justo a tiempo para que una delgada mano me tomara del antebrazo y me jalara con esfuerzo a tierra firme. Me tomó un poco de tiempo acostumbrarme a la luz, así que lentamente fui reconociendo la silueta de una joven rubia de mirada feroz.

— ¿¡Temari!? ¿Qué estás haciendo aquí? — Exclamé sorprendida, mientras intentaba entender qué ocurría. Cientos de ninjas de la Aldea Escondida entre la Hierba, Piedra y Cascada se encontraban en el lugar y atendían a las personas que habían salido de la cueva.

— Un gracias no estaría de más. — Dijo con una sonrisa mientras me empezaba a guiar entre las personas.

— Un momento, no podemos hacer. Necesitamos ir con Sarada, ella está...

— ¿Justo ahí? — Temari apuntó en medio de la muchedumbre y reconocí a Sarada repartiendo sábanas entre las personas.

— Pero... ¿Cómo es posible?

— Agh, no sé que les enseñaron en esa Academia, pero no todo debe resolverse con la fuerza bruta ¿sabes? Se lo dije a Shikamaru antes de partir, pero no quiso escucharme. — sacudí la cabeza.

— ¿De qué demonios estás hablando? ¿Cómo llegó todo el mundo hasta aquí? — Suspiró.

— Si algo he aprendido todos estos años, es que en La Hoja no saben pensar cuando las cosas se ponen difíciles. Y, después de tu desaparición, todo el mundo enloqueció. En cuestión de horas, la mitad de la línea defensiva de la Aldea se fue en una misión suicida para salvarte el trasero. Entiendo, necesitaban rescatarte, pero cualquiera se hubiera dado cuenta que era una estupidez irse por el camino más difícil. Los Once, o como se llamen, partieron detrás de ti y el anciano.

Recuerdos de la Hoja: Confesiones de los Once de KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora