Capítulo 26: Tregua

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Sasuke

— ¿Cómo que no me lo vas a decir? — Exclamó Sakura perpleja mientras un ligero tono rosa se dispersaba por sus mejillas. Desvié la mirada. Aún era difícil verla y fingir que nada ocurría.

— Ni aunque te lo dijera, me creerías. — Respondí apoyado sobre un tronco con la mirada fija en el cristalino arroyo frente a nosotros. — Probablemente pensarías que miento y me dirías que me marchara antes de haberme restablecido. No me arriesgaré a eso. — De pronto se interpuso entre nosotros un gran silencio y, al determinar a Sakura, su expresión había cambiado de enojada a algo nerviosa.

— ¿Tan malo es? — Balbuceó con los brazos cruzados frente a ella. Ahogué una sonrisa.

— No es la palabra que usaría.

— Desperté en medio de la nada sin la más mínima idea de quién era. Por semanas creí que mi única esperanza era el señor Satoshi, hasta que llegaste tú. Y ahora... ¿No crees que merezco saber quién soy? — Tragué saliva.

— No necesitas convencerme de eso, pero esta no es la manera. — Resolví. Sería inútil confesarle la verdad a Sakura, cuando aún no tenía su confianza. Eso sólo me colocaría al mismo nivel que Satoshi. — No deberías dejar que nadie te diga quién eres, Sakura. Ni Satoshi, ni yo, ni nadie. — Apretó los labios. — Además estoy seguro de que en el fondo sabes la respuesta a todas las preguntas que te estás haciendo. De otro modo, no hubieras podido utilizar tu Chakra.

— ¿Chakra? — Fruncí el ceño.

— No me digas que no...

— Podemos suponer que no sé nada aparentemente. — Farfullo molesta y resoplé. Esto era molesto para mí, pero para ella debía ser un infierno.

— Bien, bien. Supongo que decirte esto no hará daño. — Me rendí mientras me acercaba y posicionaba frente a ella. Con lentitud tomé su muñeca entre mi mano y la alcé entre nosotros. — El Chakra es la mezcla de la energía física y espiritual de un ninja. Nuestra energía vital. Y, canalizada, puede crear o destruir... sanar o lastimar... — Sakura alzó la mirada hasta encontrarse con la mía, y luego movió su mano frente a mi pecho, donde estaba mi herida.

— Yo era una médica ¿No es así? — Susurró y no pude hacer menos que asentir. — Por favor, Sasuke. Yo necesito saber...

De pronto, escuchamos una infantil queja detrás de nosotros, y Sakura y yo salimos disparados a lados contrarios. Había sido estúpido. Por un momento había olvidado las verdaderas circunstancias que nos rodeaban. La mujer frente a mí no era la misma Sakura que yo conocía, y no podía tratarla como tal; no estábamos en casa, sino en un lugar olvidado por el mundo; y aún Satoshi debía pagar. El delgado y pálido niño nos miró incomodo, y Sakura pasó una mano por su cabello antes de hablar:

— Yo... dejé algo en la cabaña. Vuelvo en un momento.

Me dejé caer en el suelo pesadamente y tracé líneas aleatorias sobre el suelo que, tras un momento, empezaron a cobrar sentido por sí solas. Comencé por dibujar la casa frente a la cual había encontrado a Sakura. Luego tracé un bosque a su alrededor y el laberinto de piedra rodeando la arboleda. Continué por la hirviente cascada más adelante, el Bosque de las Almas y...

El ligero crujido de las piedras al ser pisadas me despabilo y me encontré con la mirada curiosa del pequeño niño de cabello grisáceo. Al verse descubierto, el niño huyó un par de metros de mí y luego volvió a aproximarse paulatinamente. Sakura una vez me había dicho que no era bueno con los niños, decía que los asustaba.

— ¿Cómo te llamas, niño? — Pregunté. Y eso pareció animarlo a acercarse más.

— Yuri, señor.

— Sé que fuiste la persona que me dejó la nota la primera vez que llegué aquí. — Confesé tomándolo por sorpresa.

— Yo puedo explicarlo, señor...

— No hay necesidad. Tus acciones hablan por ti.

— ¡Por favor no piense que...!

— Me salvaste la vida esa vez, incluso cuando Satoshi les había dicho esa estúpida profecía. Intentaste alejarme con ese papel para mantener a Sakura a salvo y, tras nuestro último encuentro, insististe en mantenerme con vida. Eso es mucho más de lo que merezco de un desconocido. Así que gracias. — El niño pareció confundido. — Sakura dijo que querías que te respondiera algo ¿Qué es?

— Esto... yo quería saber si usted vio a mi papito de camino acá ¡Se ve cómo yo! Sólo que es un poco más grande y tiene el pelo castaño.

— Lo siento, niño, no. — Yuri fingió una sonrisa como si no me hubiera escuchado y, finalmente, se sentó a mi lado. A pocos metros, noté que Sakura acababa de volver y nos miraba con tristeza.

— Él había venido a buscar al abuelo Satoshi. Los sabios del pueblo le dijeron que lo hiciera. Dijeron que era el mejor, que había solucionado toda clase de guerras y sequías. A veces quisiera que no lo hubiera hecho...

— Yuri necesito hablar con el señor Sasuke a solas ¿te importaría adelantarte a la cabaña? — Interrumpió Sakura. El niño asintió la cabeza y, tras despedirse de mí de un gesto, salió corriendo entre los arbustos.

— Yuri me contó que muchas Aldeas acudían al señor Satoshi por consejo. Dijo que cada veinte años los líderes le llamaban para pedir consejo sobre cómo actuar en el futuro.

— Son sólo cuentos de niños. — Respondí con frialdad.

— Bueno, ya sabes lo que dicen, pueden tener algo de cierto... — Negué con la cabeza y ella abrazó sus rodillas. — No sé qué habrá pasado entre tú y el señor Satoshi y, aunque aún no sé cómo me siento respecto a todo esto, quisiera que supieras algo. Satoshi... él no es muy diferente a nosotros. También lo ha perdido todo. Su pueblo fue enterrado vivo hace muchos años y sólo sobrevivió él y su hija, aunque esta murió poco después... — ¿Por qué sentía que había escuchado esta historia antes? — El señor Satoshi dijo que eran un pueblo muy rico y prometedor... ¿Sasuke?

¿Cómo demonios no me había dado cuenta de esto antes? El Bosque de las Almas.

De pronto, el relato que nos contó Shino antes de llegar a ese malicioso lugar empezó a reproducirse en mi mente con nombres y caras propias. El guerrero que parecía predecir los movimientos de sus adversarios era Satoshi con sus visiones. Los regalos que la Aldea Escondida entre la Cascada y La Roca le habían hecho a Satoshi eran la catarata de líquido ardiente y el laberinto.

— No, eso es imposible.

— ¿Qué? — Inquirió Sakura con más impaciencia. — ¿Qué es imposible?

— Que Satoshi esté con vida.

Poco antes de perdernos en el Bosque, Shino había dicho que los árboles debían tener más de cien años. Y, suponiendo que Satoshi fuera el protagonista de esta leyenda, eso implicaba que había vivido casi dos siglos. Siendo así todas las demás historias de él empezaban a cobrar sentido. El anciano no era un simple señor feudal que iría a ver los Exámenes Chūnin, era el amigo cercano del Hokage que venía a leerle la suerte a la Aldea cada veinte años. La pregunta real era ¿Cómo lo había hecho? ¿Cómo había podido vivir tanto tiempo? Era algo que ni siquiera Orochimaru había logrado perfeccionar.

— ¿Sasuke? Me estás preocupando.

Bajé la mirada al suelo, donde antes había construido el mapa mental de dónde estábamos, y una idea cruzó mi mente.

— Sakura, quiero proponerte un trato. Sé que no confías del todo en mí, y que acordamos que me marcharía apenas me recuperara, pero creo que es algo que nos podría beneficiar a los dos. Te diré todo lo que sé de ti y responderé todas tus preguntas, pero, a cambio, quiero que me ayudes a averiguar a dónde va Satoshi todas las mañanas.

— Yo... no estoy segura. ¿Por qué este cambio de actitud?

— Es tu decisión. — Calló por un momento.

— Bien Te ayudaré. Con la única condición de que no le hagas daño. — Dudé.

— De acuerdo.

Decidimos vernos al siguiente día para concertar los detalles del plan. Pero supe que algo andaba mal cuando Sakura no volvió esa mañana ni la siguiente ni la siguiente a esa.

Recuerdos de la Hoja: Confesiones de los Once de KonohaWhere stories live. Discover now