Capítulo 4: Intocable

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Shikamaru

Hace veinte años

- ¿Qué? No lo haré. – Le respondí a Chōji mientras me alejaba por la Aldea como si tuviera idea a donde me dirigía. – Se supone que debería estar entrenando para mi batalla y eso. – Terminé despidiéndome con la mano.

- Pero Shikamaru. – Suplicó él alcanzándome de nuevo. – Tu nunca entrenas. Sólo juegas Shōgi y duermes como si fueras un anciano. Azuma- sensei está preocupado. – Resoplé y observé el claro cielo azul de mediodía.

- Estaré bien.

- Por favor, Shikamaru, haré lo que sea. Te invito a almorzar. – Lo encaré rendido. Siempre me había sido difícil decirle que no a Chōji...

- Bien, pero yo escojo el lugar.

- ¡Bien dicho!

- ¿A quién dijiste que buscabas?

- Es un señor feudal de la Aldea Oculta entre la Hierba al que teníamos que escoltar. Vino para ver las batallas de los Exámenes Chūnin, pero llegó un poco antes para investigar la desaparición de los ninjas de su Aldea por tú sabes quién. – Explicó mientras bajaba la voz. - O eso dijo Ino. El señor Satoshi es un viejo extraño con una barba inquietantemente larga. Muy ágil, eso sí. Escapó antes de que pudiéramos hacer algo.

- ¿Y dónde se metió Ino?

- Se enojó con el anciano y se marchó indignada. – Genial.

- Yo cubriré el sur y este de la Aldea. Buscaré en los establecimientos de apuestas por si es uno de esos tipos ricos a los que le gusta el juego. Tú vuelve al edificio del Hokage y pregúntale al Tercero si sabe algo que nos pueda ayudar. Dijiste que eran amigos o algo así ¿Cierto? – Chōji me enseñó su pulgar con una sonrisa.

- Una cosa más Shikamaru. – Dijo mientras me veía marcharme. – El señor Satoshi dijo algo... ¡Ah, sí! Que le gustaban las cosas hermosas. No sé qué quiso decir, pero tu eres mejor que yo en esas cosas. – Asentí y di media vuelta. Así que buscaba a un viejo estrambótico que, probablemente, acechaba a las chicas jóvenes. No descartaba la duda, pero era posible que Ino se hubiera enojado por eso.

Caminé a través de los locales sin encontrar rastro del hombre y el calor empezó a molestarme de a poco. Pregunte a algunos aldeanos si lo habían visto con la descripción que me había dado mi amigo, pero, a la tercera respuesta negativa, me sentía como un lunático buscando a alguien que no existía. Tras unos cuantos minutos, no me fue difícil convencerme a mí mismo de volver a casa para tomar una siesta.

Debía saber que no sería tan sencillo.

Un niño se estrelló contra mi espalda con ímpetu y me miró con asombro antes de salir corriendo de nuevo. Miré extrañado en su dirección y varias personas huían también. De pronto, escuché un fuerte estruendo y me acerqué corriendo al callejón de donde provenía. Tosí un par de veces debido a la espesa polvareda que se había levantado y estreché los ojos mientras la imagen se desvelaba lentamente.

Tragué saliva.

Sasuke Uchiha sostenía por el cuello a un hombre de cara arrugada, barba larga, ridículo traje... oh, no. Podía estar equivocándome, quería estar equivocándome, pero en el fondo presentía la realidad. Era el señor Satoshi.

- Volveré en veinte años cuando el cerezo haya florecido dos veces. – Pronunció el feudal con inusual calma.

- ¡¿Qué se supone que significa eso?! – Respondió Sasuke con enojo.

De la mano del Gennin surgieron poderosos rayos y sus llameantes ojos rojos me indicaron que no estaba dispuesto a negociar. Esta era... no, no podía ser... la conocida técnica de Kakashi- sensei. Observé a mi alrededor en búsqueda de algún Jōnin que se pudiera encargar de esta situación, pero estábamos solos. Y un segundo más podría ser fatal.

Aún anonadado, junté mis manos y una ágil sombra se deslizó por el suelo hasta la posición de Sasuke. Por favor... haz que esto funcioné. Sasuke lanzó el golpe fatal al hombre justo a tiempo para que yo pudiera detenerlo. Retraje mis brazos para que Sasuke también lo hiciera y el señor Satoshi cayó con elegancia al suelo con una burlona sonrisa pintando su rostro ¿Qué demonios le había dicho a Sasuke para enloquecerlo? ¿Y por qué yo tenía que encargarme?

Sasuke me dirigió una asesina mirada al darse cuenta de que lo había aprisionado con su propia sombra y el mismo sabor agridulce que sentí en el Bosque de la Muerte llenó mi boca. Mi Jutsu era infalible y, aun así, me costaba mucho retenerlo ¿Cómo se había vuelto tan poderoso en tan poco tiempo? Me aclaré la garganta y preparé mis palabras. Podría parecer un desquiciado ahora, pero el Sasuke que yo conocía era racional. Quizás, demasiado.

- Está bien, Sasuke. – Comencé. – Él no es un enemigo. Su nombre es Satoshi y es un señor feudal de la Aldea Oculta entre la Hierba. Vino aquí para los enfrentamientos de los Exámenes Chūnin, así que tranquilízate. Los dos podríamos ser descalificados por esto.

- No sabía que era famoso. – Replicó el viejo quitándose lo que quedaba de su capa marrón y revelando un costoso y brillante traje esmeralda. Apreté la mandíbula, este hombre no parecía darse cuenta de la situación en la que se encontraba.

- Haga silencio. Estoy seguro de que esto es culpa suya. – Sentencié exasperado. Sasuke no era de los que atacaban a las personas sin razón.

- Yo sólo quería dar un paseo con aquella preciosa joven peli rosa. – Alcé la ceja incrédulo y el Uchiha forcejeó infructuosamente para liberarse de mi Jutsu. El entendimiento atravesó mi mente como un rayo.

- Ay, viejo... - Tenía que meterse con Sakura...- No puede hacer eso.

- ¿Por él? – Replicó con la mirada en Sasuke.

- Por muchas razones. – Y la mayoría de ellas tenían nombre y apellido.

De pronto, la nube que cubría el sol de mediodía se alejó y la sombra de mi Jutsu no encontró un lugar para esconderse de los rayos del sol. Sasuke aprovechó la oportunidad para embestir al señor Satoshi y susurrarle algo inteligible antes de alejarse.

- Shikamaru. – Sentenció mi compañero con una mirada que me helo los huesos. – Nunca le dirás a alguien de este día. – Y asentí aturdido sólo para ver como él desaparecía en un pestañeo.

Viejo... eso había sido espeluznante.

El señor Satoshi se acercó a mí con una sospechosa sonrisa, entre tanto, varias personas se aglomeraban curiosas alrededor de nosotros para descubrir la causa del bullicio.

- Así que tu eres Shikamaru... - Comenzó con intriga.

- Ni se atreva, anciano. – De pronto, sentí una mano en mi hombro. Al voltear, el Tercer Hokage miraba a su supuesto amigo con seriedad.

- Está bien, Shikamaru. – Apuntó mientras daba unos cuantos pasos y se posicionaba cerca al otro abuelo. – Yo me encargo desde acá. – Y, tras una posición de manos, se esfumaron en una cortina de humo. Solté aliviado el aire atascado en mis pulmones.

- ¿Sabes a dónde pudieron haber ido? – Preguntó una femenina y conocida voz cerca de mí. Ino se encontraba apoyada de espaldas a un muro con los brazos cruzados. Buena hora de aparecer. Abrí la boca para responder, pero, súbitamente, su mirada se tornó extrañamente sombría.

- ¿Está todo bien, Ino?

- Él tenía razón, Shikamaru. – Musitó con la mirada fija en el suelo. - Yo nunca tuve oportunidad contra ella.

- Creo que no te estoy entendiendo, Ino. – Respondí perplejo ¿Por qué sospechaba que tenía que ver con ese tipo rico?

- No es nada, tengo que volver a casa. – Se despidió con una sonrisa falsa mientras la veía perderse entre las calles de La Hoja.

Alcé mi mirada al cielo, una vez más, y fruncí el ceño al no encontrar la paz que siempre me arropaba en días como estos.

¿Quién era en realidad ese tipo Satoshi? ¿Y qué le estaba haciendo a mis amigos?

Recuerdos de la Hoja: Confesiones de los Once de KonohaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt