Capítulo 9: Primeras Confesiones

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Rock Lee

Un gran estruendo se produjo cuando mis nudillos chocaron contra la madera y pequeñas gotas de sangre mancharon las vendas que los recubrían, tras el impacto. Alcé la vista, justo a tiempo, para observar cómo el tronco se doblegaba como el bambú y se quebraba ante la fuerza de la gravedad.

- ¿Sabes? El árbol no tiene la culpa de que estés enojado. – Le escuché decir a Ten Ten mientras afilaba un par de Kunais desde una pequeña escarpada.

- No estoy enojado. – Repliqué mientras masajeaba las palmas de mis manos sin apartar la vista de ellas. – Yo sólo... es como si estuviera desnudo. Sin mi banda, he perdido todo mi honor como ninja.

- Lo sé. – Respondió mientras daba un gran salto hasta llegar a mi lado. – Yo me siento extraña también. No soporto estar en la Aldea, es como si todo el mundo me mirara aunque suene absurdo ¿Ya fue tu turno? – Negué con la cabeza.

- Me toca esta tarde, después de Ino ¿Tú? – Hizo una mueca.

- Fui esta mañana y fue tremendamente aburrido. No costó mucho convencer a Naruto de que nada tenía que ver en el asunto. – Terminó con los brazos cruzados con autosuficiencia.

Me acerqué a otro gran árbol y, tras revisar su firmeza, retomé mi entrenamiento. Esta vez, con cuidado de no acabar con él. Si no alcanzaba los seiscientos golpes sin parar, tendría que darle veinte vueltas a la Aldea. Sentí cómo Ten Ten se acercaba de nuevo.

- ¿Crees que fue exagerado? – Susurró como si temiera que alguien indebido la escuchara.

- ¿Qué cosa? – Musité con la respiración agitada. 185... 186... 189...

- La decisión de Naruto. Digo, si me lo preguntan, creo que Sasuke y Shikamaru tienen algo que ver, pero... ¿Nosotros? Nunca esperé que él fuera capaz de algo así. Quizás, el poder ya se le subió a la cabeza... - Paré en seco y la enfrenté.

- No creo que sea tan sencillo. Naruto hizo lo que creía correcto para la Aldea, lo respeto por eso. Nosotros, como ninjas de la Hoja, deberíamos estar avergonzados. Mezclamos los asuntos personales con los profesionales y pusimos en riesgo a una colega. Estamos tan acostumbrados a ver a Naruto como un amigo, que nos olvidamos de que es el Hokage y de nuestras responsabilidades como ninjas.

- Lo dices como si tuvieras algo que ver con esto. – Dijo en tono de burla y desvié la vista, nervioso.

- Está bien, no te asustes. – Continuó mientras me daba golpecitos en la espalda que, en vez de animarme, enviaban punzadas de dolor por mi espina. – Sé que eres inocente y todo eso. – Fingí una sonrisa.

- Será mejor que me vaya. – Respondí tras aclararme la garganta mientras huía a toda prisa de la situación.

- ¡Lee, espera! – Escuché gritar a Ten Ten en la distancia.

Corrí hasta perderme en la maleza del bosque y paré consternado tras unos minutos ¿Por qué había huido? No es como si hubiera hecho algo malo... ¿Cierto? Debería tener más cuidado... si terminaba atravesando la frontera en uno de mis arrebatos, iba a estar en serios problemas. Me dejé caer sobre el pasto en medio de un suspiro y sentí cómo los picantes rayos de sol se colaban por los poros de mi piel.

Así que el señor Satoshi había logrado lo que se había propuesto, pero ¿Quién había sido tan tonto de dejarse enredar en sus miserables juegos? Lo admito, cuando yo lo conocí yo... estaba desesperado. Y estaba dispuesto a hacer lo que sea con tal de recuperarme de mis heridas y volver a ser un ninja digno de la Aldea de la Hoja. Pero tenía claro que lo haría por mi propia cuenta, no por los milagros de un forastero extraño.

Los milagros no existen en el mundo ninja.

Si tan sólo pudiera recordar algo de lo que me haya dicho ese abuelo, una sola frase que nos diera una pista del paradero de Sakura... todo sería más sencillo entonces. Pero, a decir verdad, los recuerdos de aquel día están inmersos bajo la misma neblina que cubría mis ojos por aquella época. Lo siento, Sakura. Te fallé ese día y hoy también lo hago.

Me levanté sin muchos ánimos, y me aproximé a un pequeño y cristalino arroyo que corría de camino a la Aldea. Me quité las vendas y sequé la sangre seca que ahora pintaba mis manos. Retiré las diminutas astillas que se habían anidado debajo de mi piel y, frustrado, lavé mi cara con el agua frente a mí ¿Qué haría Guy Sensei en mi posición? De seguro me diría algo como: 'Piensa con la cabeza fría, Lee. Haz una estrategia, hijo, ¿Qué recuerdas de ese día?'.

Sakura había ido a visitarme ese día y, entonces... nada. Sólo había ruido. Quizás debería ir a su casa. Si es cierto que ese hombre la secuestro, quizás, dejó una huella que me pudiera ayudar a recordar cualquier cosa. Tenía que intentarlo. Tenía que hacerlo por Sakura.

El aleteo de un ave muy cerca de mí me obligó a saltar hacía un costado para evitar que se chocara contra mí ¡Uff, eso había estado cerca! Qué suerte haber sido entrenado por el ninja más veloz y audaz de toda la Hoja... El pájaro volvió a acercarse peligrosamente a mí, haciéndome caer de para atrás sobre el agua ¿Era esto un desafío?

El emplumado animal se paró sobre el césped y me acerqué en silencio antes de saltar hacía él y caer de cara al pasto. Seguí enérgico al pájaro blanco a través del bosque, pero era demasiado escurridizo. Finalmente, le perdí la pista al llegar a un pequeño claro recubierto de delicadas y exóticas flores azules que...

Santo cielo.

Corrí de vuelta a la Aldea llevando mis músculos hasta el límite. Miles de imágenes se reproducían atropelladamente frente a mis ojos y una sola frase rebotaba entre ellas. La respiración se escapaba de mi pecho tan rápido como los murmullos de las personas a mi alrededor. Y, de reojo, pude notar cómo Sasuke empezaba a perseguirme en mi camino hacia la oficina del Hokage.

Embestí contra las puertas de madera del edificio y me dirigí con rapidez hasta la oficina principal evadiendo a los Chūnin que se proponían detenerme. Abrí las puertas de un solo golpe y Naruto y Shikamaru se levantaron con desconfianza ante mi imprudencia. Al parar pude notar que Ino, con lágrimas en los ojos, parecía asustada. Abrí mi boca, pero mi sedienta boca no se atrevía a formular palabra alguna.

- Aún no hemos terminado, Lee. – Musitó Naruto más confundido que enfadado.

- Yo... ehh... ahh... Saku... uste... tien...

- Toma esto, tonto. – Comenzó Shikamaru mientras me acercaba una bolsa de agua. – Si no bebes algo no seremos capaces de entenderte nada.

Sin dudar, bebí el agua de tajo y solté una gran respiración mientras sentía una gota de sudor caer de mi frente al suelo.

- Ya lo recordé... - Balbuceé mientras sentía a Sasuke irrumpir en la estancia tras de mí.

- Ya recordaste... ¿Qué? – Preguntó Shikamaru con impaciencia.

- Yo sé... yo sé dónde está Sakura.

Aquel lugar dónde el agua golpea a la roca y baña a la creciente hierba.

Aquel lugar al que llamo... hogar.

Recuerdos de la Hoja: Confesiones de los Once de KonohaWhere stories live. Discover now