Capítulo 24: Mi Pecado

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Sasuke

Hace veinte años

Di un pequeño vistazo tras la pared que me cubría, y observé como las últimas luces del día se reflejaban en la vistosa capa del sujeto. Ahí estaba, paseando por la Hoja como si nada ocurriera. Apreté los labios y volví a ocultarme. Estiré mi cuello y masajeé mi aún fatigada mano. Tendría que encontrar una manera de deshacerme de ese tipo. Incluso si eso implicaba tomar medidas drásticas.

Tendría que alejarlo primero de una zona poblada y luego... Tomé impulso y salí disparado en su dirección, sólo para estrellarme contra un sujeto que había salido de la nada. Chisté y me recompuse con velocidad sólo para notar como Satoshi se había desvanecido.

— ¡Maldita sea! — Grité para la sorpresa de los transeúntes que pasaban por casualidad. Mis ojos estaban encendidos y mi mandíbula tensa ¿Cómo diablos había podido perderlo?

— Es una sorpresa encontrarte, Sasuke. — Oí a una carrasposa voz a mis espaldas. Me volteé y me encontré al Tercer Hokage observándome fijamente. Sostenía una pipa con su boca y con su mano derecha reacomodaba su sombrero ¿acaso había sido él con quien me había estrellado? De ser así, lo más natural sería una disculpa. Pero hacerlo sólo despertaría más preguntas. Decidí mantener silencio para ganar tiempo. — Escuché que estás entrenando con Kakashi para tu presentación en los Exámenes Chūnin...— Asentí. Y pude ver cómo su mirada se trasladaba a mis manos. — Es un entrenamiento arduo.

— Lo es. — Y tras analizarme por un momento, sonrió con familiaridad.

— Acompáñame a dar un paseo, Sasuke. — Anunció mientras se daba la vuelta y caminaba un par de pasos con las manos juntas detrás de su espalda. No me moví de mi sitio. — A menos de que tengas un lugar más importante en el que estar...

Retuve el aliento ¿eso había sido una amenaza? Claramente había visto lo ocurrido, incluso si no lo entendía del todo. Tragué saliva. Podría descalificarme de los Exámenes Chūnin si quisiera, pero ¿qué podría decir? ¿qué me había visto atacar a alguien en la Aldea? Lo seguí.

— Es hermoso ¿No es así? — Dijo al cabo de un rato, mientras veíamos a las personas cerrar satisfechas sus negocios. — La paz en la Aldea. — Un pequeño niño se aproximó al Hokage y, tras una pequeña inclinación, le dio una margarita blanca y se marchó. — Cada una de estas personas es como un miembro de mi propia familia. Y mi deber como Hokage es protegerlas. — Desvié la mirada instantáneamente. Si eso fuera cierto, no hubiera dejado que asesinaran al Clan Uchiha. Mordí el interior de mi boca. Familia... eso es todo lo que yo había perdido ese día. Y a nadie de esta Aldea le había importado. — Se lo que estás pensando.

— No hable como si me conociera. — Escupí intentando mantener la compostura. — No hable como si supiera lo que sentí esa noche. Aquella vez lo perdí todo. Y ni usted ni nadie hizo nada para detenerlo.

— No sabes lo que es perderlo todo, sin embargo. — Lo encaré perplejo. — Dime, Sasuke ¿Qué es lo que le queda a esta flor en el invierno?

— Nada.

— Le queda el recuerdo de la primavera. La esperanza de que sus pétalos renacerán y vendrán mejores días.

— Los recuerdos no pueden revivir a las personas.

— Pero pueden evitar que otras más mueran en el futuro. Verás Sasuke, los recuerdos pueden ser la posesión más valiosa de un ninja dentro y fuera del campo de batalla. Son lo único que nos queda al encarar la muerte y, como a esta flor, nos dan un motivo para seguir viviendo.

— En algo estamos de acuerdo. — Buscaré a Itachi y lo asesinaré. Si de algo me sirven mis recuerdos es para saber eso.

— Como ninjas debemos estamos familiarizados con la perdida y el dolor, pero lo que en el fondo de verdad nos debe aterrar es perder aquellas memorias que forjan nuestra identidad. — Lo miré incrédulo.

— Querrá decir olvidarlas.

— No es posible olvidar nuestros recuerdos, Sasuke. — Explicó como si fuera algo obvio. — Por lo menos, no del todo. Ya debes saber eso. Podremos ignorarlos, suprimirlos, perder la ruta hacia ellos... pero nunca olvidarlos.

Mis pensamientos retrocedieron casi inconscientemente a años atrás, a aquellas desesperantes noches en las que infructuosamente intentaba olvidar a Itachi; a mi familia; todo lo que había pasado. Y, de pronto, el recuerdo de Naruto; Sakura; incluso Kakashi- sensei se interpuso en ellos. Aquellas imágenes eran diferentes, alegres y cálidas. Me daban esperanza.

Y no sabía si la quería.

— Una vez conocí a un hombre que... — El Tercero siguió hablando, pero ya no pude escucharlo. Estaba demasiado absorto en mis propios pensamientos.

Solía pensar en los equipos y misiones como un paso más en mi camino para volverme más fuerte y vencer a Itachi. Sakura, Naruto. Me daba lo mismo los perdedores que estuvieran junto a mí, en tanto, no me estorbaran. Pero ahora no podía decir lo mismo sin sentir que estaba mintiendo. Lo que había pasado en el Bosque de la Muerte, en nuestra misión al País de las Olas, lo había cambiado todo. Y ahora me encontraba acechando con los ojos cerrados a un anciano que había amenazado a Sakura, en vez de estar entrenando. Había perdido el horizonte de mi verdadero objetivo. Y esto tenía que parar.

— Hasta aquí llego yo. — Anunció el Hokage, mientras paraba súbitamente. Analicé el nuevo panorama que me rodeaba y observé que estábamos en el límite sur de la Aldea. Los edificios a nuestro lado estaban, en su mayoría, desolados. Y pocos metros más adelante, se hallaba el viejo Satoshi de espaldas. Miré sorprendido al Tercero. — Nuestros recuerdos pueden alimentarnos como el agua a esta flor, o envenenarnos hasta que alcancemos una muerte apresurada. — Continuó mientras observaba la margarita fijamente. — Escoge con cuidado los que deseas construir de aquí en adelante, Sasuke.

— Usted no va...

— Yo no he visto nada. — Volví mi vista a Satoshi y, cuando busqué de nuevo al Hokage, ya no estaba.

Satoshi se volteó a mirarme con tono desafiante. Y, sin embargo, no sentí nada. Rabia, odio, todo ello había desaparecido. No quería tener que ver con los problemas de Sakura o Naruto. Las palabras del Hokage sólo habían servido para darme cuenta de lo débil que ahora era. Con desprecio miré al hombre por última vez, y le di la espalda para caminar en la dirección opuesta.

— Acabas de escribir nuestro destino. Incluyendo el de ella. — Sentí un pequeño vacío en el pecho, pero seguí caminando. — Tengo una última profecía para ti, Sasuke. — Y no pude evitar parar en seco:

Como los grandes guerreros de nuestro tiempo, te alzaras hasta el cielo sólo para caer. Y sólo cuando lo pierdas todo, Sasuke, podrás ver que la luna brilla más que el sol y el carbón resplandece más que el diamante.

Retomé mis pasos lejos del anciano y me prometí a mí mismo nunca volver a mirar atrás. Enterré sus palabras en lo más profundo de mi memoria. Y, una vez más, juré no descansar hasta vengar a mi Clan.

Sin importar a quienes dejara atrás.

-.-.-.-.-.-

Abrí los ojos y me encontré al mismo niño que había visto con Sakura observándome con curiosidad. Soltó un chillido al verse descubierto y dejó caer una pequeña canasta de paja que llevaba entre sus manos. El chico se escondió detrás de un árbol. Volví a cerrar los ojos.

Mi pecado de aquel día fue dejar ir a Satoshi. Pero gracias a ello, ahora puedo entender lo que me quiso decir el Tercer Hokage.

No me importa si me lleva 100 años. Voy a traerte de vuelta, Sakura. Reconstruiré nuestros recuerdos.

Incluso si tengo que hacerlo uno por uno.

Recuerdos de la Hoja: Confesiones de los Once de KonohaKde žijí příběhy. Začni objevovat