26. Punto de partida.

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No sabía como había llegado a mi casa. No recordaba el momento exacto en que había agarrado todas mis cosas, salido por la puerta y de alguna manera había llegado aquí. Pero de alguna forma lo había logrado ya que me encontraba en mi habitación, mirando fijamente a la pared y preguntandome como diablos le había hecho para joder todo de una manera tan espectacular.

Ninguno de ellos me querría otra vez. Eso era algo  obvio pero que aún así no dejaba de doler.  Ni Antonio ni Gabriel querrían volver a verme en lo que restara de sus vidas y no podría culparlos en absoluto. Mi pecho me dolía y se me dificultaba respirar.

Tonta.

Fue tu culpa.

Sabías que esto pasaría.

Me moví en automatico para quitarme la ropa y dirigirme hacia el baño agradeciendo que no se encontraba nadie en casa. No sabía como me veía pero no me sentía en condiciones de dar alguna explicación. Sentía mi cuerpo adormecido y había comenzado a temblar. Mis manos sobretodo temblaban incontrolabamente y aunque lo intentaba no podía detenerme. Dejé mi ropa en el suelo, abrí la regadera y me metí dentro con el agua tan caliente que me quemaba la piel.

Había aprendido por experiencias pasadas que llorar no solucionaba nada. Cuando era una niña, siempre que lloraba, mi madre solo me ignoraba más. Llorar era una señal de debilidad, y ninguna cantidad de lagrimas podría arreglar el horrible desastre que había provocado. Me senté un momento e intenté pretender que esto no estaba pasando. Pretender que alguien como yo podría tener algún futuro con alguien como Gabriel, con alguien como Antonio. Pero ahora ninguno de los dos quería verme más y eso dolía. 

No podía creer lo mucho que dolía haberlos perdido, incluso su amistad. Jamás me había sentido así, no hace unos meses cuando creí que mi mundo se estaba viniendo abajo. Tal vez porque en ese entonces nunca estuve realmente enamorada de Erick como lo estaba de Gabriel. Y porque Teresa nunca había sido una amiga tan importante como Antonio lo era para mi. Había sido una idiota al dejar que ellos se convirtieran en mi mundo entero.

Me sentía devastada, esto realmente se sentía como el final. Me senté en el suelo por lo que parecieron horas, me llevé las rodillas al pecho en un intento de darme consuelo. Después lloré hasta que ya no tenía una sola lagrima más que derramar. El amarlos solo hacía todo esto aún peor. Porque amar hacía que doliera aún más el hecho de que nunca más los volvería a ver. No volvería a saber de ellos, ellos nunca querrían volver a saber de mi.

Me dirigí hacia un pequeño cajón en el mueble del baño y en un momento me encontraba ingiriendo todas las pastillas que tenía disponibles ahí. Ni siquiera estaba segura que era lo que realmente me estaba metiendo, pero simplemente quería dejar de pensar en todo esto, quería dejar de sentir. Ya había intentado quitarme la vida una vez. Antes de todo esto, en un momento en mi vida en donde me sentía más jodida y sola que en este momento. Era una especie de tradición, terminar el año sintiendome como una mierda, como que no valía la pena seguir viviendo y todo sería mejor si simplemente desapareciera. 

Y es que era cierto ¿por qué estaba yo aquí? ¿Acaso había algo que valiera la pena?

Me dirigí a mi cama sintiendome un poco mareada. Las lagrimas caían mientras tomaba un papel y una pluma y escribía una carta que estoy segura que nadie leería de todos modos. ¿A quién podía poner en remitente de todos modos? ¿Gabriel? ¿Antonio? ¿Mi madre? Estoy segura que a ninguno de ellos les agradaría recibir algo de mi, incluso después de muerta. Estoy segura que las pildoras harían efecto en cualquier momento y que terminaría desmallandome o algo peor por lo que tenía que darme prisa.

Era triste no tener a quién escribirle una maldita carta de suicidio, pero por un momento pensé en mi padre. Él nunca me había abandonado, había sido yo quién lo había alejado. Jamás pude perdonarle el hecho de que se había ido sin mi. De que había sido capaz de dejarme en este infierno. Después nos habíamos cambiado de casa y habíamos cambiado de número y nunca supe nada más de él. Finalmente decidí escribir el nombre de mi padre en el sobre. Tal vez alguien respetaría suficientemente mi memoria y le haría llegar la carta a mi padre. Tal vez a él si le importaria el hecho de que yo ya no estaría.

¿Puedes guardar un secreto? (Terminada)Where stories live. Discover now