32. Indecisión.

253 27 3
                                    


Los meses pasaron y Gabriel y yo nos vimos un par de veces más. Me gustaría decir que las cosas iban mejorando, pero por el contrario sentía que estábamos en una cuerda floja en donde ninguno se atrevía a dar un paso certero por el miedo de caer a un precipicio. A veces solo me gustaría que las cosas fueran más fáciles, que pudiera preguntarle a Gabriel como estaba y como le había ido al trabajo y que él me pudiera preguntar lo mismo. Que todo estuviera bien.

Pero por el contrario, pasaban semanas sin que Gabriel diera muestras de vida o se pusiera en contacto conmigo. Y después era yo la que me convencía de que esto no iba a funcionar y no respondía sus llamadas o le cancelaba a último momento. Todo estaba tan jodido y la distancia entre nosotros dolía más que nada. Algunas veces dolía tenerlo tan cerca y al mismo tiempo sentirlo tan lejos. Estábamos llegando a un punto en que no entendía que es lo que pasaba por la cabeza de Gabriel, que estaba pensando, que es lo que verdaderamente quería de mi.

Si tan solo pudiera dejar de ser una cobarde y preguntarle que es lo que pensaba de todo eso, tomaría cualquier respuesta que me diera. Tomaría la desilusión, incluso si me rompiera el corazón. Tomaría la culpabilidad que era obvio que ambos sentíamos, sobretodo cuando no estábamos juntos y más que nada aceptaría si finalmente esto debía terminar de una vez por todas. 

Es así como me encontré nuevamente en el departamento de Gabriel. Dándome un poco de valor a mi misma para decirle finalmente como me siento y exigir un poco de honestidad de su parte. ¿Qué es lo que realmente quiere conmigo? O si nuevamente soy esa persona que es lo suficientemente conveniente para calentar su cama. Era hora de marcar un limite a pesar de no querer hacerlo. Tal vez y solo tal vez ambos queríamos la misma cosa. 

Aunque si era sincera, aún no estaba segura de que es lo que realmente yo quería de él.

Al ver a Gabriel me percaté rápidamente de una cosa, este lucía sumamente resignado como si supiera solo con verme, cual era la razón por la que me encontraba ahí. Nos miramos fijamente por unos instantes y nuevamente pude ver reflejado en sus ojos, todo eso que nos había destrozado algunos años atrás: culpa y arrepentimiento. 

—¿Estás bien? —preguntó Gabriel y se acercó un poco hacia mi. Yo quería rechazar su toque pero al mismo tiempo lo necesitaba con locura.

—¿Por qué lo preguntas? —cuestioné y me acerqué a él para poder mirarle a los ojos más de cerca.

—Luces nerviosa, tú nunca estás nerviosa —comentó y curiosamente él comenzó a lucir nervioso. Consideré un poco mis opciones pero sabía que ya no podía más con esta farsa. Hay ciertos puntos en tu vida donde ya no puedes perder tu tiempo con personas que no te quieren como tú les quieres. Que no te quieren para siempre.

—Quiero hacerte una pregunta, Gabriel —él levantó una ceja pero asintió aunque parecía que quería estar en cualquier lugar menos ahí.

—¿Qué pasa, Abby? 

—¿Qué buscas exactamente de todo esto? —no pude evitar preguntar y Gabriel suspiró derrotado. Yo ya sabía lo que estaba a punto de decir aunque aún todavía no lo decía.

—¿De todo esto?

—De nosotros —aclaré porque necesitaba saberlo. Aunque sabía que su respuesta no me iba a gustar necesitaba saberlo.

—Lo que sea que tú quieras de mi, eso es lo que yo quiero de ti —respondió pero de alguna forma sentía que estaba evadiendo lo que le estaba preguntando. ¿Por qué le costaba tanto decirme la verdad?

—¿Y que es lo crees que yo quiero de ti? 

—No lo sé, Abby —Gabriel sonaba frustrado y se alejó de mi.

¿Puedes guardar un secreto? (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora