YA MAÑANA PASARÁ...

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Desde las sábanas movió su cuerpo para sentarse, y mirar con una pequeña sonrisa a Miguel. Un zumbido de algún insecto lejano era el responsable de romper el silencio entre ambos, uno sufría mientras el otro jamás había estado antes tan calmado.

—¿No puedes dormir Miguel? —preguntó amable.

El cristiano con los ojos aún desacostumbrados a la oscuridad, asintió con la cabeza.

—He tenido un sueño extraño... —contestó desanimado.

—Por cómo miras, diría que han sido varios —dijo Alexander tranquilo.

"Ya todo eso se va a acabar". Pensó.

—Alexander, ¿podría usted contarme algo? Cualquier cosa está bien, quiero olvidar lo que soñé.

—Pareces un niño pidiendo cosas así, pero quizás lo haga, solo porque soy muy bueno y amable —acotó jugando—. ¿Qué quieres que te cuente?

—Algo de usted, algo que otros no puedan saber fácilmente.

Alexander sostenía su cruz en la mano derecha, mirándola con nostalgia.

—En mi vida no hay mucho que contar, pero sí tengo un secreto que no sabe nadie. Cuando yo era chico le tenía mucho miedo a mi papá, los correazos eran pan de cada día (nunca fui muy obediente), pero... ¿Cómo decirlo? Sabía que me pegaba para que yo fuera mejor y tuviera la vida más fácil después, en el fondo su motivación al dañarme era cuidarme y eso me hacía sentir feliz "Mi papá me pega porque me quiere", pensaba, pero igual con él cerca me sentía muy desprotegido —cerró los ojos un momento y sonrió—. Hasta que un día se murió, y ya no tuve por qué seguir asustado, y ahí me pasó lo más raro de todo, me sentí mucho más desprotegido que cuando niño, pero era una sensación diferente, más profunda, más cruel... me di cuenta de que ya nadie más se iba a desvivir así por mí, y desde hace unos años vengo pensando que puede que me pase lo mismo con mi mamá... No quiero volver a sentirme de esa forma nunca, pero no lo puedo evitar.

—¿Cuándo fue la última vez que vio a su madre? —cuestionó el otro serio.

—Harán ya cinco años, pero no creo que ella me quiera ver, la decepcioné y eso no lo puedo arreglar con nada, porque tampoco me arrepiento de mi error.

—¿Qué fue lo que hizo usted? Estoy seguro de que su madre sabrá perdonarlo aunque sea algo grave.

—Lo que importa es que estás aquí, y aquí es donde quiero estar.

Miguel sonrió un momento, mas dudó en qué palabras usar para contestar.

—Si te estás riendo de lo que dije, te juro por Dios que te dejo tirado acá mismo y me voy.

—¡No me reía de eso! Es que no sabía qué podía contestar y sonreí —reclamó apresurado—. No sé cómo reaccionar cuando dice cosas así...

—Decir algo lindo a cambio no te mataría, y por favor no recalques que literalmente eso no podría matarte.

—Mañana mientras yo voy a la estación, ¿por qué no pasa a ver a su madre? —preguntó tímido.

—Cambia el tema no más... ¿Debería ir? La verdad quiero verla, aunque sea desde lejos, aunque ella no me vea a mí... —Alexander cambió de expresión rápidamente, como recordando algo importante—. ¿Le diste cuerda al reloj? En la mañana se paró. Dale cuerda ahora mejor, no vaya a ser que llegues tarde por eso.

—No se preocupe, mañana le doy cuerda al despertar —dijo despreocupado.

"Señor sabrá usted porque es así cómo me siento Señor no me deje abandonado en el tiempo si mañana los veo será lindo porque desde hace tiempo que es poco lo que veo los quiero pero y si no los recuerdo cómo los voy a encontrar se enojarán si me ven no creo poder hablarles y es que yo les quiero les quiero Lucia me habrá querido a mí antes como yo la quise Alexander se quedará conmigo o eso es lo que espero qué hago si se va no me gustan sus bromas sobre la muerte el Diablo me persigue y me lo quiere quitar porque mi alma ya no sirve mis cadenas pesan la vida es una mentira la muerte es soledad hacía frío ese día pero no lo pude sentir sí sentí la sangre pero era fría y él se veía como un salvador no pensé que fuera el Diablo el Diablo igual me salvó porque Alexander está ahí durmiendo y porque el rayo no le quemó el cuerpo la cruz no está rota soy yo el que tiene miedo quiero que él me quiera como yo le quiero será que mis niños me querrán como yo les quiero no porque si yo poco les recuerdo ellos menos". Dijo la mente de Miguel entre la luz de la conciencia y el sueño.

El creyente se levantó temprano, durmió poco. Se colocó lo mejor que pudo su corbata, lustró con un paño sus zapatos, rezó para encontrar valor y echó el reloj en su bolsillo olvidando darle cuerda.

Alexander despertó cuando Miguel ya estaba vestido, había soñado por primera vez en mucho tiempo algo lindo. Grandes flores crecían cerca de un lugar que no pudo reconocer, pero sí reconoció su propia voz riendo y la de su compañero, no pudo ver más, pero sintió calidez en el pecho al despertar.

Esa mañana se veía diferente, linda, como esas de cuando era niño y sabía que por lo bello del clima podría salir a jugar con sus amigos. Quizás por eso Alexander sintió al bajar de la cama que el día sería largo pero tranquilo, que las preocupaciones se difuminarían entre la mente y los deseos de su alma, mas, por algún motivo ver que Miguel estaba listo para marcharse, le turbó de sobremanera, incluso llegó sin ningún sentido ni coherencia a romperle el corazón.

—¿Te vas ya? ¿No es muy temprano? Deberías quedarte un rato más —dijo apurado.

—Aún no me voy, solo me gusta estar listo desde antes —contestó feliz y sentándose a su lado.

Alexander le sujetó la mano, como para no olvidarle.

—Hoy a la tarde, ¿te parece ir a comer algo? Le puedo decir a José que nos reciba en su casa, aunque queda un poco lejos de aquí —sugirió el ex periodista.

—Me encantaría, tengo muchas ganas de conocerlo, pero ¿No tendrá problemas en convidarnos tan de repente?

—No, él siempre llegaba a mi casa sin avisar, esta es mi venganza, además lo voy a pasar a ver en un rato luego de ver a mi mamá, ahí le cuento que vamos a ir y tendrá que abrir la puerta —acotó sonriente.

—Entonces hoy en la noche... ¿Será eso como una invitación a una cita Alexander? A veces es usted muy directo.

—Para que te vayas acostumbrando a mi forma de ser... No sé, hoy tengo una sensación rara, estoy feliz y preocupado, así que tendrás que cuidar de mí apenas vuelvas.

—¿Qué le preocupa?

—Promete que no te vas a reír...

—No lo haré —Juró.

—Estando rota la fantasía, temo de la realidad, temo de mis propias decisiones y de cómo el tiempo me las hace notar —dijo con la vista gacha, apretándole la mano.

"Ya mañana este sentimiento se me va a pasar, ya mañana despertaré y me reiré con él siempre cerca, ya mañana toda esta realidad pasará". Se dijo.

—Ya mañana será el tiempo quien te verá y me tendrá de nuevo sentado entre las piedras, los humanos nunca saben dónde las cosas deben terminar. Ya mañana Alexander, me encargaré de que nada malo pase y que tu sueño sea la única verdad, ya mañana no seré el amigo y el demonio a la vez, ya mañana el día se acaba, ya mañana me escucharás —comentó alguien que siempre oía muchas cosas y pocas veces hablaba sobre ellas, alguien que vive aún en la historia y la moldea desde la distancia, el objeto de cambio y mantención de los dos protagonistas del texto narrado.

CONFIESO QUE NO CREO [COMPLETA]Where stories live. Discover now