TRAQUETEO

330 64 13
                                    

Poca gente alrededor, un murmullo extraño le recorría la espalda y cada paso le recordaba con extraño rigor "Ah, este es el mundo que dejé de lado". Las hojas muertas de los árboles, la luna naciente, los zapatos desgastados por el andar, los niños gritando a lo lejos, el tiempo que no se detuvo y la estación iluminada en frente de su alma, el ambiente le era ajeno, como si las personas le hubiesen dejado atrás. "Si yo nunca hubiese estado en primer lugar, supongo que todo estaría igual, quizás yo nunca importé, no... Eso es seguro". Pensó, pero al mirar a su acompañante, un pequeño sesgo hacia la felicidad movió su corazón "Bueno, una cosa habría sido diferente. Miguel, no te preocupes, yo te voy a salvar de las cadenas que amarran tu espíritu y mente, ya no sabrás qué es la soledad... Por fin alguien me necesita, por fin, yo necesito a alguien de verdad...".

—¿Y cuánto más se va a demorar? —murmuró Alexander pateando una piedra.

—Dale dos minutos, hay una fila larga —le contestó una voz conocida.

—Pensé que ya no eras mi amigo...

—Los amigos son promesas mi estimado, y digamos que mi especialidad son los pactos, no te dejaré solo hasta que no quepa vida en tu cuerpo —dijo Luci sacando un cigarro desde su bolsillo.

—No sabía que fumabas —acotó Alexander, un poco avergonzado.

—No lo hago, esto es para Miguel, se pondrá contento. Él solía fumar mucho cuando estaba en el colegio, hasta sigue guardando un encendedor viejo en su maleta, se lo regaló un niño con mala suerte hace muchos años atrás... Lo hará feliz volver a caer en el vicio mientras disfruta de buena compañía.

—¿Estás tentándolo a los excesos o solo deseas que te vuelva a querer? —dijo bromeando Alexander mientras recibía el objeto.

—Quién sabe, quizás solo deseo que un par de cosas cambien... Alexander, si tienes cualquier problema, por favor llámame, yo sabré llegar si tu alma me necesita.

—Creí que ya no lo harías gratis...

—No puedo salvarte de la muerte otra vez sin pedir nada a cambio, pero puedo cuidarte antes de que te pase algo. Estaré cerca, siempre, recuérdalo si tienes problemas —Luci parecía nervioso, no, más bien inquieto y molesto—. Si no le dices pronto, puede que lo pongas en peligro también, ya sabes que la gente no se ha olvidado de José, por favor cuídate, cuídense. Nos vemos.

"Eso fue raro... supongo que sigue en contra de ayudarme con mi plan, no entiendo porqué teme tanto a lo inevitable".

Miguel había conseguido los anhelados boletos en tercera clase para el tren que partiría en unos minutos rumbo a la capital. Pensar en ver a sus niños le llenaba de contento el pecho, y provocaba que lágrimas tímidas de júbilo se le escaparan; tanta era su felicidad que se olvidaba de quizás el más cruel de los detalles, reconocerlos luego de tanto, sería una tarea extremadamente complicada.

Sostenía los boletos en su mano izquierda, y con la mano derecha se arregló la corbata azul mientras caminaba hasta Alexander.

"Juraría que lo vi hablando con alguien... Un cigarro no me vendría mal, hace mucho que no fumo...". Pensó.

—Te demoraste demasiado, ¿cómo me vas a pagar por la espera? Espero una buena recompensa —dijo Alexander al verle con tono que insinuaba un doble sentido, como siempre sutil.

El cristiano, con el rubor natural de su timidez le hizo entrega del cartoncillo.

—Tome... Si sigue diciendo esas cosas, puede que un día me las tome en serio, no crea que por ser menos extrovertido soy un niño. Ya hay que subir, ¿le llevo la maleta? —contraatacó.

CONFIESO QUE NO CREO [COMPLETA]Where stories live. Discover now