CAPÍTULO VEINTISÉIS

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—¿Estás seguro de que lo recibirás otra vez? —preguntó a su esposo María con clara inquietud—. No me parece alguien de fiar...

—Tampoco creo que sea de confianza, pero sin lugar a dudas sabe dónde está Alexander. No tengo más oportunidad que esta —contestó el joven con cierta desilusión en la voz.

—¿Por qué estás tan seguro de eso?

—Tengo un presentimiento extraño...siento que no podré decírselo cuando venga, creo que me faltará el tiempo. Tú lo conoces, se asusta fácil y se refugia en el primer escondite que encuentra, siempre ha sido así...

—Aunque lo veía cada fin de semana por nuestros padres, no creo haberlo llegado a conocer tanto como tú...José, deberías tener más confianza, seguro que él siempre lo ha sabido —María lo abrazó cariñosamente—. Alexander confiaba en ti más que en nadie, no huirá al escucharte.

—Eso quiero pensar, pero el presentimiento no me deja tranquilo. Creo que él puede llegar a temer escuchar algo que no desea, verme sin estar seguro de que le sigo queriendo sin importar la opinión de los demás, debe serle difícil...si hasta su madre lo trató así...

—Espero que tu carta lo haga feliz, Alexander siempre será bienvenido. Escríbele también por favor, que nunca me devolvió la novela romántica que le presté hace seis años —María lo dijo bromeando, pero en serio deseaba recuperar el libro.

José río sin contenerse.

—¡¿Orgullo y prejuicio?! Yo sé dónde está —no podía parar de reír— ¿Por qué nunca me peguntaste a mí?

—¡¿Sabes dónde la dejó?!

—Por supuesto que lo sé. Siempre hablaba mal de los libros con romance, se quejaba hasta de los lectores del genero, pero un día me encontré con esa novela escondida en su habitación...no dejé de molestarlo por días, se enojó mucho, pero valió la pena —José parecía complacido de solo recordar la situación—. No puedo creer que haya sido tuyo, cuando vaya a su casa la próxima semana, te lo traigo.

—¿Eso te decía? Yo siempre le prestaba novelas y obras de teatro de ese tipo, veo que hasta a ti te ocultaba algunas cosas —contestó María sin ocultar la gracia que le causaba la mentira de Alexander.

Habrán sido cerca de las cinco de la tarde, Alexander y Miguel habían pasado el día casi sin hablarse, mas no era aquello síntoma de algo negativo, sino más bien de tranquilidad. Mientras uno leía el otro pensaba en alguna manera de enfrentar al Diablo cuando se hiciese presente en el lugar.

"Cuando Luci llegue, me voy a encargar de dejarle en claro todo lo que pienso ¿Quién se cree que es? Será el Diablo, pero no le voy a permitir tratarnos así". Se decía.

Alexander se mantenía en silencio debido a su enojo con Luci, mas puede que Miguel lo hiciera solo porque su timidez le impedía hablar con naturalidad, y temía que eso fuese notorio.

"Dios...¿Quién era el que habló tanto la otra noche? ¿Yo? ¿Cómo fue que lo hice? ¿Será que ya no quiere hablar conmigo? No...está pensando en algo diferente ¿cierto? Se ve muy....distinto con su ropa usual, ¿así habrá sido antes de llegar? ¿Andaba así siempre? ¿Le incomodará el pelo largo? Él es...él es lindo ¿Cómo fue que pude decir lo que pensaba?".

—Emm, Alexander... —trató de decir.

—¿Qué pasa? —sonrió amable—. Todavía me sorprende escucharte decir mi nombre.

—Hace rato que usted no ha dicho nada, temo haber cometido sin desearlo, algún tipo de equivocación —dijo por fin.

—Realmente te preocupas demasiado por todo, ¿cómo una persona tan buena puede ser tan negativa para consigo misma? Solo estaba pensando en que deberíamos comer mucha mermelada de manzana, quiero que se termine toda pronto, la he comido por demasiado tiempo —contestó el hombre con malicia.

CONFIESO QUE NO CREO [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora