CAPÍTULO VEINTISIETE

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«Tengo miedo de una despedida extraña, de un cambio abrupto y de cómo el tiempo pasa. Tengo miedo de perder lo que he ganado a manos de un destino ya marcado para cada alma. Tengo miedo de que mi sombra se convierta en la guía que te encadene a la nada... ».

—Debe ser alguien muy importante para usted —contestó Miguel.

—Claro que sí. Debe ser por eso que después de leer esto me he dado cuenta de algo importante.

—¿De qué cosa?

—Solo para ti, será un secreto Miguel —dijo Alexander sonriendo con malicia.

El creyente no contestó, pues seguía pensando en las palabras escogidas por su interlocutor para referirse al remitente del escrito.

"¿Y qué derecho tengo yo a ponerme así estando casado? No le voy a preguntar, él no me haría nada malo...no tengo derecho a preguntar". Pensaba Miguel.

El ex periodista en tanto, no se había dado cuenta de que su interlocutor podría haber malinterpretado su relación con José, estaba demasiado feliz como para cuestionarse.

—¿No quieres saber a qué me refiero? —preguntó Alexander, desilusionado por no haber generado curiosidad en el otro.

—¿Me lo dirá usted si le pregunto?

—A estas alturas, no creo que haya alguna pregunta tuya que no pueda responder... —dijo Alexander acercándose.

—¿Por qué será un secreto solo para mí? —cuestionó en tono altivo.

—Porque serás infeliz si no resulta, pero si lo consigo, estoy seguro de que estarás tan alegre como enojado —en su mirar se veía una ambición que hacía tiempo sus ojos no reflejaban, y su sonrisa ocultaba enigmática un secreto que anhelaba escaparse de entre sus labios.

—Me he dado cuenta de algo también...

—¿De qué? —dijo buscando su mano.

"De que justo ahora y gracias a usted, soy feliz".

—Creo que será un secreto, de esa forma estaremos iguales ¿no cree usted? —acotó mirando directamente a sus ojos—. ¿Puedo preguntarle una cosa más?

—¿Ahora que me has dejado curioso, buscas respuestas? Eso es bastante cruel de tu parte, pero adelante.

—¿Qué relación tienes o tenías con José?

—Algo parecido a la amistad, pero más cercano. Él es parte de mi familia, algo así como mi hermano menor, aunque él era quien cuidaba siempre de mí. ¿Será que has pensado otra cosa? No lo imaginé como un tipo celoso...tampoco es como si me gustara cualquier hombre que se me cruzase —dijo fingiendo molestia—, deberías sentirte especial —terminó mientras se echaba el pelo hacia atrás, a modo de juego.

Miguel le sonrió con un pequeño gesto de timidez, esa que nunca le abandonaba por completo.

Dejando totalmente de lado los eventos recién narrados, nos moveremos en el tiempo hasta la noche de ese día diecisiete de septiembre, y nos ubicaremos con sigilo a las afueras de los aposentos de nuestro personaje principal.

Le pido al lector que se imagine así mismo parado justo enfrente de la puerta de Alexander, pues sería la posición perfecta para escuchar los murmullos que de ella provenían. Dentro, muy probablemente estaban el ex periodista y Luci, discutiendo de algún tema de suma importancia. Como el acceso estaba entre abierto, se apreciaban desde esa perspectiva las siluetas de ambos, y observando con detalle, se podía descubrir cómo el rostro del Diablo transitaba entre la tristeza y el enojo.

Alexander paseaba nervioso, a veces moviendo las manos, otras escondiéndolas en los bolsillos, se veía desesperado, pero a la vez seguro de que tenía la razón.

De haberse podido mirar desde más cerca, se habrían reconocido marcas de lágrimas en las mejillas del joven y cierto temblor involuntario en sus piernas, algo le estaba rogando a su interlocutor, pero al parecer, este no tenía intención de ceder.

No había gritos de ningún tipo, solo voces casi inexistentes hablando sobre temas no correspondientes a los mortales. Alexander rogaba, el Diablo no quería escuchar, sentía lástima y no podía verbalizarlo.

—¿Es tan terrible el infierno? —cuestionó el hombre.

—No es un lugar en el que tú debas estar. El infierno no es como lo creen los humanos, es distinto cada vez, se moldea y castiga con sorprendente versatilidad, aunque tampoco es para siempre, pero para los humanos toda muerte parece eterna —le respondió "El Innombrable".

—¿Por qué crees que no debo ir?

—Porque no lo mereces. Solo por haberte divertido en vida no quiere decir que estés condenado, no eres una mala persona —se veía que estaba afectado.

—Siempre creí que terminaría allí por ser...

—Eso nunca ha tenido nada que ver, son las personas las que buscan excusas para condenarse y condenar. Siglos y siglos de lo mismo, ¿crees que Torquemada terminó en el paraíso? Era muy religioso y aún así lo saludo cada tanto. A veces creo que los humanos disfrutan de encontrar en la fe motivos para matarse entre ustedes...

—Tal vez tengas razón y no pertenezca allí, pero creo que deberías valorar mi decisión. El otro día volví a soñar con eso, con el ataque, pero se sintió tan real...quiero hacer lo correcto al menos una vez —el hombre empuñaba su mano para mantenerse firme.

—Te diré dónde están los niños, pero no me pidas nada más. Lo otro no te lo voy a cumplir aunque me trates de vender tu alma, la que por cierto, no quiero.

—Pero antes siempre me la pedías...

—Nunca la he querido, además no tendría qué haberte dado, tú no deseabas nada. Creí que de ese modo tratarías de pensar en algo que quisieras, algo para que vivieras.

—¿Para qué buscas almas de personas? —dijo Alexander en un intento de desviar el tema.

—Decirte involucraría explicarte el funcionamiento del mundo entero...pero créeme, hago más bien que mal, nada en la existencia es en vano —respondió Luci con sinceridad.

—¿Por qué me salvaste? Al final soy igual a Miguel, solo gracias a ti estoy vivo, pero nunca me explicaste el por qué.

—A veces me dan ganas de evitar muertes injustas, otras de salvar almas que ya he visto pasar por el infierno, también escucho a quienes desean vivir con desesperación, y ocasionalmente, trato de ayudar a quienes me parecen simpáticos. No te diré cuál de esos motivos fue la razón, pero es lo más cercano que tendrás a una respuesta. Por otro lado, no eres como Miguel, él me dio su alma para vivir, en cambio, tu espíritu es completamente libre.

«...Porque si es por mi culpa que tu libertad se coarta, no habrá forma de que halle en la vida más que miseria y desgracia. No te pido que te vayas, solo ruego porque no te abandones por una desdicha presagiada.

Esos peldaños de la entrada te observan con crueldad inusitada, las flores se ríen de nuestras almas, pero el tiempo no nos salva. Un reloj y una cruz rota nos aguardan junto al tren, la escalera y las miradas...». Escribió Miguel al despertar a la mañana siguiente, eran para él frases sin sentido y al azar, palabras nacidas de una inspiración desconocida.


CONFIESO QUE NO CREO [COMPLETA]Where stories live. Discover now