CAPÍTULO UNO

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Eran ya cinco años desde que había optado cambiar su ropa a la moda por la sotana, y la verdad, la decisión sorprendió mucho a su mejor amigo José, pero por sobre todo a su futura esposa, quien esperaba cumplir la mayoría de edad para consumar el matrimonio.

Y es que en su lugar, pocos habrían tomado decisiones diferentes.

Un joven de treinta años, graduado de periodismo hacía diez, escritor de poesía en secreto y fiel redactor de noticias en un periódico pequeño, no deseaba nada más en la vida que continuar así, pero la repentina muerte de su padre, y las pesadas obligaciones familiares de primogénito, significaron un pare en su felicidad. Su madre, desesperada porque su hijo tomara el lugar de su esposo en el trabajo administrativo de la casa, decidió que casarlo con la hija de un socio adinerado llevaría buena fortuna a la familia, por lo menos mientras los seis menores terminaban sus estudios.

Más allá de las complicaciones naturales que significarían en cualquiera dejar de lado la satisfacción propia por el bien común, él aborrecía el matrimonio por motivos mucho más personales y por sobretodo peligrosos. No se trataba de una amante escondida, ni de una relación imposible con alguna muchacha medio pelo, sino, y muy a su pesar, era debido a su nulo gusto hacia el sexo opuesto, cosa bastante mal vista en el Chile de los años treinta.

Alexander Ansora de Baradín no era cristiano, y mucho menos tenía algún tipo de fe en Dios, pero vestía las ropas eclesiásticas con sumo agrado y por sobretodo felicidad, pues se habían convertido en su salvación ¿Quién hubiese pensado que suplantar la identidad de su mejor amigo y fingir ser un cura en un pueblo casi sin habitantes, sería algo tan liberador? Nadie asistía nunca a misa y dentro de la capilla podía hacer todo lo que quisiera con la total seguridad de que nadie le vería.

Una de las cosas que más le gustaba hacer, era gritarle a las representaciones de Jesús y acusar a Dios de cruel y amoral por haberlo hecho ser homosexual. Alexander, a pesar de haber asumido desde pequeño su sexualidad, detestaba no ser lo que él apreciaba "normal", por ello decidió dirigir todo su odio hacia Dios, pues según las escrituras que nunca leyó completas, él lo había creado.

"Si tan solo me gustaran las mujeres, podría seguir trabajando en el periódico y sería feliz, quizás con una familia y mucha gente que me respetara, pues nadie cuestionaría nunca mi moralidad, que de no ser como soy, sería intachable, pero no. Dios, ese desgraciado, ha destruido mi vida desde que comenzó, y quiere que además le rinda culto, el diablo es siempre mucho más simpático y nunca me juzga". Pensaba, y con razón. Todos quienes habían conocido al diablo podían decir lo mismo, era bueno y agradable, y sí contestaba plegarias, no como Dios, pero espero, nadie se confunda, Alexander jamás había pedido un favor al "innombrable", solo lo llamaba de vez en cuando para conversar, pues ambos compartían en igual medida el odio hacia la divinidad.

Supongo que varios estaremos de acuerdo en que juntarse a tomar el té con "El maldito" no es la mejor de las ideas, sobretodo, siendo aquel ser tan cariñoso con sus cercanos. Su personalidad alegre y juguetona contrastaba en exceso con la del periodista, por lo que un día decidió hacerle un gratuito favor, ayudarle conocer a alguien que pudiera convertirse en una posible inclinación amorosa, para ver y comprobar si de esa forma el joven se volvía en carácter, un poco más interesante. Eran amigos y deseaba para él una vida más allá de un aburrido encierro, en un aburrido pueblo, en una aburrida capilla.


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Muchas gracias a @RosesBlapick y @Editorial_Queens por el vector de Alexander ^^

CONFIESO QUE NO CREO [COMPLETA]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon