CAPÍTULO QUINCE

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Alexander esperaba nervioso frente a la habitación del diablo, sin saber bien qué palabras usar para contarle la triste noticia sobre la muerte del manzano.

"¿Te acuerdas de cuando la santa inquisición mataba a los herejes? Bueno, el manzano se ha salvado del infierno... ¿Si digo eso se enojará?". Se preguntaba el cura.

El joven no lograba encontrar una manera de decirlo sin que pareciera una burla, y la verdad es que en el fondo, la situación le causaba gracia y no podía evitar sonreír al recordar las cenizas del árbol muerto regadas por el piso. Era casi como una señal divina y la ironía del hecho le parecía trágicamente cómica. Mas sabía bien que convenía no tratar de hacer enojar al Diablo, incluso si mantenían una sana amistad, solo un tonto sería capaz de olvidar la jerarquía que los dividía.

"¿Y si me manda directo con Torquemada después de decirle eso? Mejor no me arriesgo, me quedan bastantes años de vida y no los quiero perder por una mala broma.". Se dijo a sí mismo.

Solo luego de unos quince minutos nuestro protagonista encontró las palabras exactas para dejar contento a su amigo. Tomó entonces la resolución de golpear sentidamente la puerta, como si realmente compartiera el dolor que Luci podría haber llegado a sentir, como si en ningún momento se le hubiese cruzado por la cabeza, la idea de comparar al manzano con una víctima de la inquisición.

Pero nadie contestó desde dentro de la habitación, sin importar cuantas veces tratara de que alguien le abriera.

"¿Será que ya se enteró y está realmente mal? No pensé que le iba a afectar tanto... ¡Soy un imbécil! ¡¿Cómo me pude reír de algo que le hiciese sentir tan mal?!...no, no, no este tipo es el Diablo, es imposible que esté triste solo porque no fui capaz de apagar bien el fuego de un árbol...¿cierto? ¡Claro que es posible, si lo cuidaba con tanto cariño! Me voy a tener que disculpar.". Pensó el sacerdote con horror.

—Luci, perdón por no haber entendido lo que esto significaba para ti desde el principio. Fui muy descuidado, tanto en mi actuar como en mi pensar, espero sepas disculparme por mi falta de delicadeza...en el futuro procuraré comprenderte mejor te lo debo, ya que, has sido siempre muy bueno conmigo y me has entendido mejor que nadie, sinceramente de no ser por ti es muy probable que ya estaría muerto. Cuando me encontraste incluso sabiéndolo todo de mí, me salvaste de caer inmediatamente al infierno tratando mis heridas, y me has acompañado cada vez que me he sentido solo, eres realmente un gran amigo y perderte me significaría perder también la esperanza. Sé que ese manzano era de gran valor para ti, y siento mucho no haber podido evitar que se quemara, debí haber actuado más rápido... —dijo Alexander con mucha preocupación sin atreverse a abrir la puerta, quería dejarle su espacio.

Pero al pasar más de una hora sin respuesta alguna, el personaje principal de esta historia comenzó a desesperarse. "¡Después de todo lo que le dije ¿en serio no me va a decir nada?! ¡¿Qué tan enojado puede estar?! ¡Ser tan asquerosamente sincero me es muy difícil y él ni siquiera lo valora! ¡Pensé que era distinto de Dios, pero ahora él también ha comenzado a ignorarme! Muy bien, si eso es lo que quiere, eso es lo que haré ¿Quién lo necesita cuando tengo comida y agua suficiente para un año? No le voy a hablar hasta que me valore." Resolvió mentalmente Alexander.

Sin embargo luego de un muy corto rato, el cura terminó por contradecirse. —Luci, te traje marraqueta* con mermelada de manzana y un tecito, aún queda mucha y pensé que te haría sentir mejor. Mi mamá me decía cuando niño, que lo mejor para pasar la pena es comer algo dulce en compañía de alguna amistad ¿Me podrías abrir? Tomemos once* juntos, por favor —acotó el sacerdote con una bandeja entre las manos, mirando a la puerta cerrada y el silencio sepulcral.

Frente a la nueva ausencia de contestación, Alexander dejó la bandeja en el piso y por fin se atrevió a girar la manilla. —¡Mira imbécil, te acabo de hacer un pan con mermelada y te lo vas a comer aunque no quieras! ¡Ignórame todo lo que estimes conveniente, pero esta mermelada de tu árbol muerto no va a ser eterna! ¡No voy a dejar que la desperdicies! —gritó mientras atravesaba el umbral, solo para descubrir que había estado hablando solo bastante tiempo.

CONFIESO QUE NO CREO [COMPLETA]Where stories live. Discover now