CAPÍTULO VEINTICUATRO

531 103 40
                                    

—Tengo miedo de que esto no sea real...tengo miedo de esta sensación que tengo en el pecho.

—¿Se arrepiente usted, Alexander?

—No, no es eso, es solo que siento como si...

—¿Como si algo estuviese llegando a su fin?

—Como si la historia que acabamos de crear no fuese a durar. Siento que no se puede huir del destino Miguel, que por más que corramos, los finales que nos corresponden acabarán por llegar...aunque antes hubiésemos logrado escapar.

El cristiano sostenía la mano del no cura entre la suya, mientras ambos hablaban esperando por un amanecer cercano. El tiempo así se les había escapado entre miradas y palabras sin voz mezcladas con algún beso, con alguna caricia, con algún deseo sin cumplir.

"Si no se lo digo ahora ¿cuándo lo haré? ¿Cuánto tiempo puedo vivir mintiéndole? ¿Y si me deja luego de escucharme? Pero ¿Y si no lo hace?...". Pensaban ambos en silencio.

—Alexander, hay algo que debo decirle ¿puedo pedirle ayuda con una confesión? —dijo de repente el creyente, como si la frase recién dicha por el joven hubiese provocado en su corazón cierta resolución, o tal vez despertado imprudencia y temor.

El no creyente asintió perplejo, pero se negó a moverse para ir hasta el confesionario, probablemente porque estaba asustado de que el momento que habían estado viviendo desde hace horas llegase a terminar si se movían demasiado, quizás creyó que cualquier acción inoportuna le haría despertar a la realidad y que cuando lo hiciera, Miguel ya no estaría con él.

Sánchez sentía como el cuerpo le temblaba, como el sentido del tiempo se le distorsionaba, y como el miedo de que Alexander se alejara le mataba la no alma. Se puso de rodillas y aún tomando la mano de su interlocutor, comenzó a hablar mirándole a los ojos.

—No es necesario que diga nada, porque esta no será una confesión que le pueda hacer a Dios, solo a usted encontraré la forma de contarle... Confieso que hace varios años, cuando vivía con mi familia en Peñaflor adopté la costumbre de ir en las noches a cierto lugar para mirar las estrellas, solo por gusto, solo por una idea poco inteligente de la poesía, solo por amor al cielo y a la vida...durante un día que no recuerdo, cuando volvía a casa luego de una de esas salidas nocturnas comenzó a llover, mi caballo resbaló cerca de un canal y yo me caí, me di un golpe fuerte en la nuca, un golpe demasiado fuerte...yo...yo solo pensé que no quería dejar de ver a mis niños, que quería verlos crecer...yo pensé que se quedarían solos, pensé que alguien me iba a necesitar...pero me equivoqué...—Alexander le escuchaba atento, sin comprender el rumbo que estaba por tomar la historia narrada por el hombre con quien deseaba estar, quiso interrumpirle para abrazarlo, pero se arrepintió por miedo a que no fuera capaz de continuar—. De un momento a otro no quedaba luz, ni lluvia, ni tiempo, ni temperatura, no quedaba nada para reconocer, nada existente, eso hasta que desperté creyendo haber estado inconsciente luego de caer; me sentía extrañamente bien, no tenía nada de dolor, pero a mi alrededor un charco de sangre me advertía de algo...yo estaba ahí, boca arriba sobre la sangre a la vez que me miraba como si fuese un otro, mis brazos estaban quebrados y mi cabeza...creí que sentiría nauseas, pero no, creí que estaría asustado, pero no "ah, estoy muerto" logré decir con mi alma "Pero si yo muero ¿cómo hará Lucia para trabajar y cuidar de los niños? ¿Podrá mantener el campo ella sola? ¿No los voy a poder ver nunca más? ¿Ahora estoy solo? ¡Yo no puedo terminar así! ¡Yo no me quiero morir así!" fue lo que me decía a mí mismo, cuando alguien de sombrero y traje negros se paró frente a mí "¿Qué estarías dispuesto a dar contar de poder volver a casa?" me preguntó. "¡Cualquier cosa, puedo dar cualquier cosa!" le respondí con desespero "¿Es tu alma algo de lo que te puedas desprender?"cuestionó con sequedad. "Si la quieres te la daré, pero déjame volver a casa" repliqué sin pensar. "Es un trato entonces, las condiciones las sabrás por la mañana". Y de repente, a pesar de ver mi cuerpo en el piso, tenía yo forma física otra vez, era como si nada hubiese pasado y sin mirar atrás, corrí hasta mi hogar...mas, cuando abrí la puerta ya no quedaba nada, solo una carta y una vida que yo ya no merecía. Debí haber muerto ese día, de esa forma habría ido al cielo sin problemas, habría muerto haciendo algo que me gustaba, y habría llevado conmigo los recuerdos de una familia que por poco, fue feliz.

—Miguel, lo que acabas de decir...¿has hecho un...—Trató de preguntar el protagonista de esta historia, pero fue interrumpido por el creyente.

—Pasé años creyendo que era imposible contar en voz alta mi pecado, pero ahora entiendo que también podía jugar con las palabras del trato para decir lo que quiero sin romper ninguna norma, de no ser por usted habría vivido siglos sin que nadie se enterara, usted me ha dado el valor para cuestionar. Alexander, si desea echarme ahora, está en todo su derecho, pero quiero decirle que ya no me arrepiento de lo que hice, porque le he podido conocer.

"Es por eso que Luci lo ha traído hasta acá, es por eso que Luci me ha insistido tanto para que esté cerca de él...para Luci no es más que un juguete y ahora que lo pienso, puede que yo lo sea también".

Pero en lugar de reprocharle lo que acababa de escuchar, el periodista se agachó y le abrazó con los ojos llorosos.

—Me pasa algo tan extraño contigo Miguel, es como si fuese yo también quien ha perdido el alma, como si fuese yo también quien se culpa y quien ha sido engañado...no podría ser capaz de echarte, no después del miedo que tuviste que sentir al contarme, no después de lo solo que has tenido que estar por culpa de un innombrable que se aprovechó de ti. Pero por desgracia, ahora que me has dicho esto debo yo también contarte mi verdad, si me llegas a odiar luego de escucharla ¿podrías fingir que no te importo mientras te marchas? De esa forma no me sentiré tan mal.

—Le aseguro que yo no le podría llegar a odiar —contestó mientras le correspondía con fuerza el abrazo.

—Miguel, confieso que solo soy un hombre que culpa a Dios de cada cosa mala ocurrida en su vida, confieso que esta sotana pertenece a alguien más, confieso que estoy solo porque escapé de todo, confieso que le he llegado a querer, aunque no sé porqué hasta este punto, y confieso que no creo, ni en la religión ni en la confesión... —Alexander pensó que para ese punto, el creyente le habría soltado y se habría alejado perturbado, pero no, sin decir nada siguió en la misma posición, como diciéndole "Nada además de esto importa".

"Cuando Luci vuelva voy a encontrar la manera de liberarte Miguel, no voy a permitir que te siga causando daño, no voy a dejar que te siga usando para divertirse, poco nada me importa si es el diablo, no puedo dejar las cosas como están, y él lo sabe mejor que nadie".






CONFIESO QUE NO CREO [COMPLETA]Where stories live. Discover now