34_

228 17 1
                                    

Paré el taxi frente a las residencias, entre estas la de Adam, pagué y bajé. Ya estaba anocheciendo por lo que las farolas de la vereda iluminaban levemente los departamentos.

Caminé lentamente obligándome a seguir y no dar la vuelta para huir. No lo haría, esta vez no. Por más que los nervios me presionaran el pecho, ya estaba lista para hablar con él de todo lo que pasó. Ya no había secretos entre nosotros, podríamos tener una conversación acerca de nuestra discusión y luego decirle que hubo un tiempo en el que dudé de ser Cenicienta. Lo tomaríamos como una broma y listo.

Sabía qué hacer, lo sé porque estuve todo el camino en el taxi practicando que decir. Primero iré con calma, le diré que vine a hablar y, sólo si es necesario, echaré la carta de la ley del hielo mensual a mi favor.

Mientras más me acercaba, sonreí al notar que el auto de Adam estaba aparcado al frente, pero mi sonrisa se fue desvaneciendo cuando noté otro auto, a la vista bastante caro. Estaba por acercarme cuando la puerta del departamento de Adam se abrió de golpe y unos gritos le siguieron.

—¡…Ya está decidido! —el que gritó fue su padre.

—¡Ya estoy grandecito para seguir tus órdenes! —se quejó Adam en la puerta.

Estaba lo suficientemente lejos y detrás de un árbol escuchando todo. Parecía una acosadora, pero en mi defensa creo que me daría más vergüenza llegar ahí en medio del campo de batalla a que estar aquí.

Si te vas seguramente ni te ven.

Lo veía como una buena opción.

Su padre se subió al auto costoso y pegó un gran portazo. Arrancó causando un chirrido de las ruedas contra el asfalto mientras yo retrocedía lentamente buscando irme. Adam se veía furioso, sus manos estaban encerradas en puños a sus costados, la mandíbula tensa y los ojos oscuros, pero eso en parte era por la poca iluminación.

La calle vacía quedó en completo silencio.

Siseó algo que no logré entender cuando su mirada cayó en mí.

Excelente, comenzamos bien.

Mantuvimos la mirada en un total silencio incómodo. Él ladeó la cabeza hacia un costado intentando ver mejor. No parecía enojado, la rabia de hace unos segundos se había transformado en confusión. Por mi parte, por cada segundo que pasaba más quería que me tragara la tierra.

Sonreí nerviosa y me llevé la mano hacia la parte lateral de mi cuello, en especial debajo de mi oreja en donde el sonrojo se extendía hasta la parte de mi nuca.

—¿Nova? —habló por fin.

—Adam —canturreé apoyándome en el árbol en el que me había escondido antes.

Bajó los tres escalones de su entrada y caminó lentamente hacia mí con las manos en los bolsillos delanteros de si chándal. Por mi parte, me quedé congelada en mi lugar mientras me dedicaba a analizarlo. Tenía un poco de sombra de algunos días sin afeitarse, llevaba una camiseta vieja y un pantalón de chándal gris, su cabello estaba algo corto y, a pesar de las tenues luces de la calle, aún podía notar algo de ojeras.

—¿Qué haces aquí? —preguntó.

—Bueno, yo… —Y en ese divino momento olvidé todo lo que había planeado decirle— ya sabes, venía a verte pero se nota que no es un buen momento así que…

—Ah, viste la discusión con mi padre —dijo más como una afirmación que pregunta—. Siempre discutimos así, siento que hayas tenido que ver eso.

—Oh, no, está bien si quieres vuelvo en otro momento —comencé.

—Quédate.

Volvimos a quedarnos en silencio. No lo dijo como una orden, sino más bien como un pedido. Tenía los ojos cansados y los hombros encorvados.

No me llamo Cenicienta [Princesas Modernas #1]Where stories live. Discover now