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La noche se fue desvaneciendo poco a poco y, sin siquiera notarlo, el sol empezó a aparecer en el horizonte dejando totalmente en segundo plano a la ciudad mientras nosotros seguíamos ahí, alejados de todo.

Adam estaba recostado sólo con sus pantalones puestos y su brazo alrededor de mí y yo por mi parte, estaba acostada a su lado sólo con su camiseta para resguardarme del ligero viento que corría.

—Ya, siguiente pregunta —comencé— ¿Cuál fue tu nota más baja desde que comenzaste la carrera?.

Adam silbó y asintió pensativo.

—No recuerdo muy bien, pero estoy un 90% seguro de que mi nota más baja fue un 8 —contestó.

—Oh vamos —me quejé— ¿En serio esa es tu nota más baja?.

Adam se rió y yo me acomodé boca abajo y apoyando mi mentón en su pecho para poder verlo. La vibración de su risa hacía que su pecho temblara.

—Crecer entre doctores tiene sus ventajas cuando estudias medicina —contestó.

—¿Y tiene desventajas?.

—Por supuesto, cuando quería hacerme el enfermo para faltar a la escuela ellos ya sabían que mentía —se quejó.

—Ouch, te compadezco —bromeé.

—¿Cuál fue tu nota más baja? —preguntó.

—Fácil, un 5 —contesté.

Esa nota no era tan mala, pasaba raspando, pero tampoco digamos que es buena. No es de algo que me enorgullezca pero tampoco algo que me de vergüenza.

—¿Un 5?.

—Sí, me cuesta estudiar la parte de los cerebros —me excusé—, prefiero el psicoanálisis.

—Mhm, hasta ya hablas como una licenciada —bromeó.

—Voy practicando —le secundé.

Ambos nos reímos y me apoyé por completo en su pecho una vez que terminé. Su respiración se fue ralentizando y podía escuchar como los latidos de su corazón se escuchaban más.

—Bueno, mi turno —pensó Adam, apoyó su brazo libre en su cara e hizo un gesto con los labios, luego de un rato, preguntó— ¿Qué fue lo primero que pensaste al verme?.

Intenté recordarlo, había pasado ya varios meses de eso pero sonreí al recordar lo que pensé.

—Bueno... Pensé que eras una especie de sociopata —contesté.

—¿Gracias?.

Me reí.

—Llegaste a mi casa diciendo que era el amor de tu vida y después te encontraba en cada lugar al que iba —me expliqué— ¿Qué esperabas?.

—Sigues siendo el amor de mi vida —soltó con una sonrisa.

Sonreí de vuelta y negué con la cabeza.

—¿Cómo logras ser lindo y meloso al mismo tiempo? —pregunté.

—No lo sé, sólo pasa cuando estoy contigo, ya es algo natural —respondió despreocupado mientras jugaba con mi cabello.

Lo observé y no pude evitar que mi sonrisa se ensanchara. Adam pasó su vista de mi cabello a mi cara con una sonrisa que hacia que me hacía derretir. Estoy muy enamorada de este hombre.

—En todo caso —hablé— ¿Tú qué pensaste la primera vez que me viste? Digo, la primera primera vez.

—¿La noche de la fiesta? —preguntó y asentí— bueno... Pensé que estabas loca.

No me llamo Cenicienta [Princesas Modernas #1]Where stories live. Discover now