Séptimo año 11

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Escuché un ruido fuera, salí a toda prisa de allí. Lo primero que vi fue como Neville cortaba la cabeza de Nagini.

Harry y Voldemort, se encontraban en un duelo. No fui la única en salir, ya que el lugar comenzó a llenarse de gente.

De mi varita salió un rayo que hizo que los hechizos de los dos magos se deshiciesen y me mirasen sorprendidos.

- No vas a conseguir matarlo Harry.- me acerque a Neville.- No hasta que se destruya el último horrocrux.- el chico de gafas me miró sin entender.- Hay uno más, uno bastante lógico si lo piensas.- sentí la atenta mirada de todos en mi.- ¿Qué mejor que tu propia hija?- Harry me miró sorprendido.- ¿Verdad, padre?- fui hacia Neville y quite la espada de sus manos.- No se como no me di cuenta antes.- camine hasta mi padre y coloque el filo en su cuello.- ¿Por qué estarías tan interesado en mi bien estar si no?- a este punto mis ojos comenzaban a arder.- Estar a tu lado fue la peor pesadilla, hice cosas que no quería, me estaba convirtiendo en ti.

- Hija, para esto.- se notaba el miedo en su voz.- Ven conmigo, juntos dominaremos todo.

- ¡No!- le hice una pequeña herida con el filo.- No puedo, toda esta gente ha luchado, muchos han muerto, y no voy a permitir que todo eso sea en vano.- bajé la espada.- No puedo permitírmelo, no lo hago por mi, lo hago por toda la gente, la gente que amo. Porque todos merecen un mundo en el que no se les juzgue por tonterías como la sangre.- mire a todos los que estaban allí.- No podría vivir sabiendo que podría haber hecho algo.- mire a Harry quien estaba atónito.- Así que tú Potter, te vas a encargar en hacer realidad esa profecía, vas a matar a mi padre.

Lo siguiente paso en apenas unos segundos, levante de nuevo la espada, esta vez con filo apuntándome a mi. La clave lo más fuerte que pude en mi abdomen, la saque del tirón, mis oídos comenzaron a pitar, mis piernas flaquearon haciendo que cayese de rodillas al suelo.

- Aquí va tú última esperanza, padre.- mis ojos se nublaron, comencé a escuchar alboroto de fondo, pero aquel pitido no se iba. Sentí unos brazos rodearme y levantarme levemente.

- Alya.- sentí un liquido caer en mis mejillas.- Escúchame, tienes que aguantar, vas a sobrevivir.- reconocí al instante la voz, era George, mi George, intente contestarle pero no conseguí que me saliese la voz. En apenas unos segundos deje de notar el sabor a sangre de mi boca y  mi vista se anulo completamente.

Abrí lentamente mis ojos, una luz me cegaba. Me levante del suelo y mire extrañada todo el lugar, era todo blanco, no podía reconocer dónde estaba.

Aún llevaba mi jersey hecho por la señora Weasley, pero no estaba sucio, ni rasguñado. Toque mi cara notando que esta tampoco tenía los raspones que antes estaban allí.

- Con que, ¿esto es estar muerto?- mire a mi alrededor.

- Es mejor de lo que parece, ¿verdad?- me giré hacia quien había hablado.

- ¿Sirius?- corrí hacia el hombre para abrazarlo.

- Has sido muy valiente.- me devolvió el abrazo.- Extraño en un slytherin.- me dijo de forma burlona.- Ya lo ha derrotado.

Mire hacia dónde Sirius estaba viendo, se podía ver todo lo que pasaba allí. El cuerpo de Voldemort yacía en frente de la puerta y muchos celebrarán su muerte, mi vista fue directa a un lateral de la escena.

- Vaya, esa soy yo.- comenté haciendo reír a Sirius.- Ese jersey me queda realmente bien.

Al lado de mi cuerpo pude distinguir la cabellera platinada de mi primo, que parecía llorar en mi regazo junto a un pelirrojo que agarraba mi rostro y parecía estar igual que el rubio.

- Creo que es suficiente.- aparte la mirada, ver a las dos personas que más amo llorar me destrozaba completamente.

- Venga, vámonos.- pasó su brazo por mis hombros, juntos comenzamos a ir hacia no se donde.

Eche una ultima mirada hacia atrás, y me sorprendí al ver a Draco y George abrazándose.

Espero que vivan, mucho y felices, yo les estaré esperando para cuando llegue el momento.


2 Mayo de 2017

Se celebraba el decimo noveno aniversario de la  victoria Segunda Guerra Mágica, desde hace algunos años se realizaba una fiesta en Hogwarts, en ella no solo se festejaba la derrota del Señor Tenebroso, si no que también se conmemoraba a aquellos héroes que dieron su vida en batalla, entre ellos Alya Black. 

También era una oportunidad para reencontrarse con antiguas amistades, este no es el caso Potter y los Weasley, ya que eran familia, Ron se caso con Hermione y tuvieron dos hijos, ambos iban ya a Hogwarts, Harry se caso con Ginny y tuvieron tres hijos, de los cuales solo dos estaban en Hogwarts. Aunque parezca raro Draco Malfoy también mantuvo el contacto con ellos, uno cordial y sin siquiera una amistad, pero era distinto con George Weasley, a ambos les había unido la muerte de Alya y el amor que sentían por ella. Draco por su parte se caso con Astoria Greengrass una compañera de casa, tuvieron al pequeño Scorpius, un pequeño rubio platino con unas facciones demasiado similar a la de su tía. 

George Weasley por su parte tardo en recuperarse de la muerte d Alya, ella era el amor de su vida, y por un tiempo dudo que fuese a encontrar a alguien más que lo hiciese sentir como una vez la chica lo hizo. Pero con el paso de los años consiguió volverse a enamorar, de Angelina Johnson, la misma que fue con su gemelo al baile de Navidad, la amaba, pero no por eso había olvidado a Alya ni mucho menos, el recuerdo de la chica estaba presente en su día a día, más desde que nació Alya Molly Weasley, George no dudo en ponerle aquel nombre a su pequeña princesa, ese nombre que para él significaba tanto. 

Alya Black fue una de las mayores perdidas en la guerra, era un excelente y muy poderosa maga, quizás la más poderosa de su generación, además era una chica inteligente y carismática, no era la mejor persona, había hecho cosas no tan buenas, pero siempre trato de proteger a sus seres queridos, además de ser una persona justa, como se pudo ver en su trágico final, era la hija de Voldemort, simplemente podría haberse unido a él y unir sus fuerzas, pero no podía soportar haber podido hacer algo por salvar a tanta gente inocente, eso es lo que muchos admiraban de ella. Se podría decir que Alya Ryddle Black era la excepción. 


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