VII. POKER FACE.

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GENEVIEVE.

En cuanto el coche de R desapareció por la esquina, sentí que tenía ganas de correr tras él. ¡Me había mentido! Decía que quería repetir y salir conmigo de nuevo, pero no me había dejado ninguna pista sobre cómo encontrarlo. Ni siquiera un número de teléfono. Di una patada al suelo, como si fuera una niña pequeña a la que le hubieran negado un capricho, y entré a la mansión. El enorme recibidor estaba vacío y no oía ningún sonido que delatara a alguna persona.

Aún recordaba todos mis regresos a casa, después de las citas con Patrick, con mis padres esperándome allí, aguardando pacientemente a que les contara qué tal había ido. Gracias a Dios, aún no había salido ninguna foto y únicamente la ciudad sabía de mi reciente relación por los rumores que corrían. Miré las bolsas con mis compras, con las prendas que iba a usar para las sucesivas citas que iba a tener con Patrick y que no me hacían demasiada ilusión. Sin embargo, me callaba e iba a ellas porque sabía lo que pasaría si, alguna vez, me negaba a hacerlo.

Subí a mi habitación, dejé las bolsas sobre la cama y me dirigí a mi ordenador. Lo encendí y comprobé los mensajes nuevos; algunos eran de Bonnie, en los que me contaba que tenía pensado invitar en alguna ocasión a Thomas a comer a su casa y en los que me preguntaba si podía dejarle algo de mi ropa para su próxima cita con él. Me alegraba de que las cosas con Thomas fueran tan enserio y esperaba que todo saliera al contrario que lo que había sucedido con Johnny. El resto eran de Patrick, para mi horror, en los que me ponía distintos poemas y me hablaba de cuánto me quería, de sus sentimientos crecientes y de lo mucho que añoraba mi presencia cuando estaba en su casa y en el academia. Los borré a toda prisa.

Intentaba divertirme en todas las citas que tenía con Patrick pero éramos dos personas muy diferentes. Mientras él buscaba sitios donde pudiera vérsenos en público,aunque sin la presencia de los molestos fotógrafos, yo lo último que quería es que tuviera a todo el restaurante con la mirada clavada en mi nuca. Me hacía sentir incómoda.

Y luego estaban los saludos y las despedidas… Desde que me había besado en la primera cita y lo había dejado, parecía haberse tomado esa libertad: nada más venir a por mí me besaba y, cuando me dejaba de nuevo en casa, se tenía que despedir con un beso. Aquello hacía aplaudir de pura alegría a mis padres, pero a mí me hacía sentirme un tanto incómoda.

Mi hermana irrumpió en la habitación y yo me giré hacia ella con una sonrisa de oreja a oreja. A pesar de lo mal que lo había pasado cuando había visto a todo ese cúmulo de fotógrafos, el hecho de encontrarme con R y que él hubiera decidido ayudarme, me había hecho que, lo que parecía ser un infierno, se convirtiera en un día… divertido. Incluso con él había disfrutado más de aquella improvisada salida que todas las que había hecho con Patrick. Era algo extraño y debía sentirme culpable por pensar en ello.

Le tendí las manos a mi hermana, como siempre había hecho desde que éramos niñas y que queríamos contarnos cualquier cosa, y ella se acercó a mí, con un gesto interrogante. Nos sentamos sobre la cama y sentía que tenía de dar saltitos, como cuando era pequeña.

-¡Ay, Michelle! –suspiré y mi hermana pareció percibir mi alegría porque esbozó una sonrisa que parecía compartir la mía-. Hoy ha sido un día tan… tan extraño…

Mi hermana me aferró las manos con fuerza, deseosa de saber más sobre lo que me había sucedido. Michelle sabría cómo aconsejarme. Ella podría echarme una mano. Incluso iba a contarle lo que sucedió en la fiesta de Patrick. Quería que lo supiera todo, incluido el cacao sentimental que tenía en esos momentos.

-¡Quiero contarte algo, pero debes prometerme que no contarás nada de esto a nadie, y menos a mamá y a papá! –le avisé y Michelle asintió con rotundidad.

LAST ROMEOWhere stories live. Discover now