LVI. YOU RUIN ME

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Poco a poco fui recuperando la consciencia, recordando qué era lo que había pasado desde que un nutrido grupo de policías se habían presentado en la mansión y me habían dejado completamente helado con lo que habían dicho; mi padre les había pedido, al principio, si podía acompañarme, recordándoles que necesitaba la presencia de un abogado y que éste, mi tío Jesper, se encontraba fuera por motivos a los que no quiso aludir.

Les había acompañado solo, sin saber a dónde me conducían y con la sensación de que había algo que no terminaba de cuadrarme. El hecho de que Patrick Weiss estuviera allí tampoco me había puesto las cosas fáciles; no entendía cómo era posible que hubieran descubierto que había sido yo el asesino de Teobaldo Mazzi, así que me resigné a acompañarlos.

Las cosas se torcieron cuando me metieron en un enorme furgón de muy malas maneras, donde me esperaban un par de uniformados gorilas a los que reconocí tardíamente como parte del personal de Marcus Clermont.

Era evidente que me habían dejado casi inconsciente cuando habíamos llegado a la mansión de los Clermont y me habían maniatado a aquella silla, donde Patrick había terminado de divertirse conmigo.

Y ahora que empezaba a recuperar poco a poco la consciencia, vi a Genevieve a un lado, tirada en el suelo. Pero ella no tenía que estar allí, puesto que yo la había dejado en el chalet, a salvo junto a mis hermanos pequeños; parpadeé varias veces, notando cómo todo el cuerpo se quejaba de los golpes que había recibido.

La conversación que estaban manteniendo Genevieve y Patrick terminó de despejarme, sobre todo cuando Patrick aseguró que aquel iba a ser mi último error. Genevieve miró con odio a Patrick y yo tuve que contener a duras penas una arcada; además de los golpes, me debían haber suministrado algún tipo de droga para que no pudiera darles más problemas.

-¿Matarlo qué te va a reportar, Patrick? -preguntó Genevieve y vi que sus ojos se movían de un lado a otro, buscando cualquier tipo de objeto que pudiera utilizar contra él-. Solamente conseguirás más problemas...

Patrick dejó escapar una amarga risotada.

-Su padre está terminado, querida. La paliza que me dio al intentar ayudarte le ha supuesto la caída en desgracia de su familia; tu padre se lo dejó bien claro en el hospital, pero Romeo no parece haberse aprendido la lección. Además, tu familia me estaría muy agradecida por quitarles de en medio este pedazo de basura -apreté los dientes, tenía que aparentar que todavía estaba inconsciente-. Todo habría salido bien de no haberse metido de por medio.

Genevieve consiguió ponerse en pie para empujar a Patrick en el pecho. Aproveché que su cuerpo estaba cubriéndome de la vista de Patrick para tratar de liberarme; comprobé con una mueca que me habían atado con una cuerda las manos a la espalda, aunque no habían hecho muy bien el nudo, quizá creyendo que no haría nada por estar medio drogado.

Moví mis muñecas contra las cuerdas, tratando de aflojarlas lo suficiente como para poder liberar una de ellas; Genevieve seguía frente a Patrick y éste la había retenido por las muñecas para evitar que pudiera seguir empujándole.

-¿Tú que sabrás, Patrick? -le espetó, cargada de rencor-. Quizá fuiste tú quien se puso de por medio, no él.

Seguí moviendo las muñecas, tratando de no ponerme más nervioso de lo que estaba, mientras Genevieve y Patrick seguían discutiendo, alzando cada vez más la voz.

-Mi acuerdo con tu padre es más antiguo que tu capricho por Romeo Beckendorf -apreté de nuevo los dientes ante esa palabra-. Lo ha echado todo a perder, Genevieve.

-Habrá echado a perder tus planes, no los míos -corrigió ella con frialdad.

Contuve un siseo de dolor ante la fricción de las cuerdas sobre mi piel y seguí con mi tarea, rezando para que aquella discusión continuara un poco más; había entendido muy poco de la conversación, pero tenía la sensación de que toda la relación entre Patrick y Genevieve se había basado en una simple transacción, tal y como había sospechado mi madre.

Pensar en ella me provocó una punzada de dolor en el pecho.

-¿Y por eso mismo te has dedicado a joderle la vida de esa forma? -la pregunta de Genevieve nos cogió a Patrick y a mí desprevenidos-. Sé perfectamente que la muerte de su madre no fue accidental, Patrick. Demasiadas coincidencias.

Mi cuerpo se quedó sin fuerzas. Era como si todo se hubiera quedado congelado en mi interior al escuchar la pregunta y la insinuación que había añadido a continuación; Patrick esbozó una sarcástica sonrisa y me obligué a mantener la compostura. Sin embargo, había mucho en juego con respecto a esa pregunta.

¿Habría sido la muerte de mi madre cosa de la naturaleza... o Patrick tendría algo que ver en ello?

-Supongo que fue demasiado evidente para ti, ¿eh? -se carcajeó-. La cuestión era tener algunos contactos en los sitios necesarios.

Algo estalló en mi interior, como si una presa que había estado conteniendo todas las emociones hubiera explotado y todo lo que había al otro lado se desbordara, y me abalancé contra Patrick sin pensármelo dos veces; Genevieve se apartó de un salto de mi camino, dejándome vía libre para poder chocar contra él y tirarlo al suelo.

Conseguí liberar un brazo y lo retrasé lo suficiente como para poder soltarle un buen puñetazo. Esperaba que, en aquella ocasión, no me detuviera... deseaba que no lo hiciera, ya que jamás se lo perdonaría.

Patrick se removió bajo mi cuerpo, pero no relajé ni un segundo mientras seguía golpeándole. Hasta que noté cómo algo cilíndrico se me clavaba en el esternón; bajé la mirada y vi que había una pistola, que Patrick debía haber sacado de algún sitio mientras se removía, apuntándome directamente y que el susodicho me sonreía con una macabra alegría.

-Veo que las drogas no han hecho del todo su trabajo -se burló, pero yo no pude moverme-. ¿O ha sido saber la verdad?

Genevieve seguía paralizada en el sitio, horrorizada por la visión de una pistola apuntándome directamente en el pecho, completamente bajo el control de aquella maldita sanguijuela.

Aquello pareció espolear a Patrick, ya que decidió seguir hundiendo el dedo en la reciente herida, tratando de hacerla más grande... y sangrante.

-Le advertí a Genevieve de lo que sucedería de tratar de ponerse en contacto contigo -prosiguió, soltando veneno-. Ninguno de los dos quiso hacer caso a lo que ocurriría, así que, cuando los dos decidisteis marcharos del apartamento, tomé cartas en el asunto: una simple llamada, la promesa de una remuneración a la altura y una alta dosis del tratamiento que resultó ser fatal para la pobre víctima. Pero ¿no crees que te he hecho un favor? De todas formas, tu madre estaba muriéndose. A pesar de que tu padre trató de ocultarlo, no me fue difícil averiguarlo.

»Al igual que el pequeño asuntillo de Genevieve.

Miré de refilón a Genevieve, que estaba pálida por la impresión.

-Te voy a matar con mis propias manos -amenacé, sin importarme lo más mínimo que aún tuviera a su pistola apuntándome al pecho.

La sonrisa de Patrick se hizo mucho más amplia y cruel.

-No estás en situación de amenazarme, R. Soy yo quien tiene la pistola y, con un simple gesto, estarías muerto.

»Y no me faltan ganas para hacerlo.


LAST ROMEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora